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    SEXO SIN TABÚ: El voyeurismo es uno de los trastornos más extendidos en los adultos

    El Manual de Diagnóstico de los Trastornos Mentales lo identifica
    como una desviación.

    El placer está en la mirada

     

    Llega temprano a casa, abraza a la esposa, besa a los niños y escucha pacientemente el reporte de los eventos familiares sucedidos en el día. Pero cuando todos duermen, Luis sucumbe a la artera tentación de la noche: toma los binóculos y sale a la caza de alguna ventana semiabierta de los edificios vecinos, con la ilusión de ver el torso desnudo de una mujer y saciar la ansiedad que sólo un psiquiatra podría tratar.

    “Sí, sé lo que significa, y no me avergüenzo de ello porque con mi voyeurismo no le hago daño a nadie; no sólo me calma y me excita, sino que me da plena satisfacción”, responde por correo electrónico este paciente del psiquiatra que permitió contactarlo. Luis, apela a su sinceridad y confiesa cómo se desarrollan sus “aventuras” nocturnas, bajo el acuerdo de no ser identificado.

    ¿Qué hace de este profesional ­42 años de edad, clase media y con seguro acceso a escenas pornos en televisión por cable­ diferente del vecino de al lado? “En apariencia, nada. Podría apostar a que este hombre es un ciudadano respetuoso, educado, pero víctima de una parafilia que le provee excitación con sólo mirar a otras personas desnudas o teniendo sexo, sin intervenir en la relación”, señala el profesional que lo atiende y que ruega, con las mismas razones expuestas por su paciente, no ser identificado.

    La ventana indiscreta:

    En el caso de Luis su trastorno no guarda relación con el consumo de pornografía, porque su placer reside en lo prohibido, en observar la intimidad de otros sin ser percibido. Por eso le resulta excitante mirar escenas de intimidad a través de ventanas semiabiertas o balcones.

    No hay dudas. De a cuerdo con el Manual de Diagnóstico de los Trastornos Mentales el voyerismo está en la categoría de las desviaciones sexuales. Son fantasías recurrentes y excitantes que obedecen a impulsos que se desarrollan con deseos de observar ocultamente a personas desnudándose o que están en plena actividad sexual.

    “Es importante diferenciar al voyeurista del adicto al sexo: para que haya un voyeur debe haber exhibición de un objeto deseado, una suerte de observación clandestina y el resto lo hace la mente”, sostiene el psiquiatra para el que en este caso “el placer está en la mirada”.

    Especialistas explican que puede que esta parafilia tenga origen en la infancia y adolescencia, cuando el descubrimiento o revelación del sexo del otro sucede en circunstancias que roza con lo prohibido, de acuerdo con los cánones morales expresados en la formación familiar o el entorno.

    “El trastorno es más frecuente en hombres que en mujeres, digamos en una proporción de 7 varones entre 10”, expresa el psiquiatra.

    Un tabú extendido identifica al voyeurista como alguien retraído en la vida diaria, tímido, con dificultades para entablar trato con personas del sexo opuesto e, incluso, de baja autoestima. Pero hoy se sabe que no es así.

    “En mi caso, soy extrovertido, conversador, popular en mi oficina, pero para mantener relaciones sexuales satisfactorias con mi esposa deb o e x citarme fisgoneando por las ventanas, y a veces no veo a nadie y lejos de frustrarme, me excita, al punto de que debo recurrir a la masturbación”, indica Luis.

    El show de Truman:

    Todos somos voyeuristas. Es la tesis que apuntala el filme de Peter Weir, El Show de Truman y que recrea los avatares de Truman Burbank (Jim Carrey), habitante de una idílica ciudad donde todo es perfecto, hasta que un día descubre que su vida, desde su nacimiento, no es más que un reality en directo que siguen millones de espectadores en todo el mundo.

    Para muchos sexólogos, el voyeurismo es una fantasía muy extendida que no se limita sólo a la sexualidad. Todo aquel que se relacione con el hecho de espiar la intimidad de otra persona puede ser definido como voyerista. Es, por ejemplo, el caso de la telerrealidad, de la prensa rosa o de las páginas web que nos proponen introducirnos en la vida de las estrellas o de perfectos desconocidos. Todos estos medios se topan con las ganas individuales de un público de todos los ámbitos y generaciones.

    Ciertamente, el mundo globalizado de hoy podría ser considerado un gran espectáculo, gracias a los Big Brother, paparazzis y shows en vivo, más el seguimiento de las intimidades de los famosos por Internet, Skype y GPS, convirtiendo a los usuarios en fisgones de sí mismos.

    En el caso del voyeurismo no hay dudas de que se trata de una perturbación que, junto con otras parafilias (trastornos sexuales), constituye un problema psíquico si generan desequilibrio en las personas que las practican. Lo importante, de acuerdo con los psiquiatras es que, una vez que la conducta se identifica, lo recomendable es que se inicie de inmediato una terapia que refuerce las características personales del individuo.


    ELIZABETH ARAUJO
    Salud | Política
    EL NACIONAL

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