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    SEXO SIN TABÚ: La ropa íntima los mata de placer

    Hombres y mujeres son tocados por el fetichismo de lingerie, una
    parafilia con muchos seguidores y tiendas en Caracas.

    El olfato, la visión y el
    tacto sirven de abreboca

     

    Hay un lugar sagrado en el apartamento de Joaquín: su habitación, rodeada de estantes, invita a la exposición de alineadas pantaletas, sostenes, ligueros, medias panty, tangas y altos tacones, que brindan a este taciturno hombre de 54 años de edad un deleite que, afirma, “ninguna mujer me ha podido regalar”.

    Propietario de una talabartería en Candelaria, accede a mostrar el altar donde se sacrifica su pasión solitaria, cada vez que acaricia un tanga o huele unos tacones rojos rematados en charol.

    “No vayas a poner ahí que soy un loco”, ordena, ante el riesgo de que su fetichismo sea mal entendido. “Es algo que no se puede explicar así tan sencillo”.

    Quien mejor lo conoce es su psicólogo, Luis Fernández, que a fuerza de escuchar a otros con igual obsesión concluye que la atracción por las prendas íntimas constituye una de las parafilias más frecuentes: “Sus cultores pagan con discreción la delicia de ese íntimo placer”.

    No te quites la ropa. Con el nombre genérico de lingerie se define una atracción erótica antigua, que hasta hoy cumple el mismo fin: servir de abreboca al apetito sexual valiéndose del olfato, la visión y el tacto, antes de consumar el acto íntimo. Es sencillo: la ropa interior entra en contacto con zonas genitales, despierta en ellos la imaginación y potencia su placer.

    “En todo fetichista se unen los cinco sentidos, pero es necesaria la mente”, dice Fernández: “El gatillo de la excitación reside en su imaginación”.

    Advierte sobre la imposibilidad de hallar un origen común en la parafilia, aunque cita estudios que evidencian que muchos cultivan su asociación con su objeto fetiche desde temprana edad, bien sea por acción traumática o por un momento de alegría sublime.

    El cine ha sacado provecho a esa atracción, y directores como Buñuel, Fellini y Almodóvar expresaron sus fetichismos ocultos, lo que les ha sido recompensado con fama y aplausos.

    Es posible que el comportamiento tenga más adeptos.

    La razón: Internet y el avance de la industria publicitaria, de donde salen ese tropel de legionarios que no discriminan edad, sexo ni condición económica; aunque el psicólogo Luis Fernández piensa que esta actividad es desarrollada más por hombres.

    “Como tiene orígenes diversos no excluye que los seguidores estén entre una mujer casada o un viejo solterón; pero su condición anormal los obliga a mantenerlo bajo llave. Algunos vecinos que uno saluda pueden practicarlo, pero si ello le genera conflicto acuden al especialista, más para saber por qué no pueden lograr erección si no acaricia los sostenes de su esposa o de la sobrina que por temor a ser descubiertos”.

    ¿Cómo ejercen su ritual? La pregunta saca una sonrisa a Germán Serpa, encargado de una tienda especializada en ropas para fetichistas. Al advertir que “ni de lejos” lo practica, dice que no hay un perfil definido.

    A su tienda ­hay otras dos en Sabana Grande­ acuden ejecutivos, policías, universitarias y amas de casa. “Aquí vino un señor que declara mucho en televisión, compró todo el lote de pantaletas rojas y pagó en efectivo”.

    La tendencia hoy en Caracas, acota, son las “buruseras” o pantaletas usadas cuyo nombre proviene de las tiendas en Tokio que expenden uniformes escolares, medias panty de colores y las clásicas “namaseras” (bragas frescas).

    “No sé si tienen un club, pero muchos clientes aquí se saludan y hasta se dan el número de teléfono para tomarse un café”, explica Serpa.


    ELIZABETH ARAUJO
    SALUD | SEXO
    EL NACIONAL

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