La matanza conmocionó a Guayana y a todo el país. Los militares descendieron y arrodillaron a los trabajadores. Luego los ejecutaron. El testimonio de un sobreviviente fue clave.

Desde un helicóptero del ejército
masacraron a cuatro mineros

La tragedia llegó a la mina de El Papelón en el sector La Paragua del estado Bolívar el 25 de septiembre de 2006, cuando cuatro mineros murieron masacrados por efectivos de la Fuerza Armada Nacional.

Poco antes de las 10:00 de la mañana cuando un grupo de exploradores decidió regresar a La Paragua por haberse quedado sin combustible, fueron sorprendidos por un helicóptero del Teatro de Operaciones número 5, TO-5 de la Fuerza Armada Nacional, descendieron entonces varios efectivos y tras arrodillarlos y obligarlos a llevar sus manos a la cabeza, los acribillaron.

Según la versión de Manuel Felipe Lizardi, único sobreviviente de esta matanza, desde el aire lanzaron poderosos explosivos que acabaron por completo con el campamento y, como si se tratara de un entrenamiento de guerra, los 14 funcionarios descendieron de la aeronave y ejecutaron a los primeros 4 mineros.

La noticia comenzó entonces a circular por diferentes medios de comunicación y estalló la rabia entre los pobladores del municipio Raúl Leoni del estado Bolívar y con mayor ahínco en El Papelón y La Paragua. El Gobierno nacional tomó la palabra entonces para tratar de apaciguar los ánimos caldeados a finales del mes de septiembre y aún en campaña presidencial del año 2006.

El primero en ofrecer una versión de los hechos, fue el entonces Ministro de Defensa, Raúl Isaías Baduel. El general que ahora está preso en Ramo Verde por presunta corrupción según el Gobierno, declaró para ese momento que la situación se trató de un enfrentamiento.

La información que manejó el Ministro de la Defensa, consistió en que los efectivos castrenses observaron la presencia de armas en manos de los mineros, quienes al ver la llegada de los soldados comenzaron a disparar contra ellos, produciéndose un enfrentamiento entre los dos grupos, teniendo como resultado de este supuesto intercambio de disparos, la muerte de los mineros.

Sin embargo, quien estaba al frente del Teatro de Operaciones Número 5, TO5, general Francisco Enrich, informó para aquel momento que en su división no había ningún herido y ningún muerto, y que estaban sujetos a las investigaciones del Ministerio Público.

Poca credibilidad:

Las declaraciones del Ministro Baduel y el general Enrich, no fueron convincentes para los pobladores de La Paragua y mucho menos para el resto del país. Por este motivo, gremios, sindicatos mineros y familiares de las víctimas arreciaron con protestas en las calles en procura de que se realizará una investigación imparcial y se hiciera justicia. “Fue una masacre hecha a diestra a siniestra, tenemos testigos oculares de la situación”, indicó William Saúd uno de los mineros de La Paragua. Agregó que “la ejecución que se efectuó fue hecha por la Fuerza Armada (Nacional), no fueron ni garimpeiros (buscadores de oro brasileños), ni guerrilla colombiana, ni nada, fueron los soldados nuestros”.

La masacre ocurrió un viernes y todavía el lunes seguían las protestas en las calles. Fue entonces cuando el propio presidente Hugo Chávez, tuvo que hacer unas declaraciones al respecto.

Chávez no ofreció la misma versión que su Ministro Baduel, y solicitó investigar a fondo porque él tenía sus “dudas”, sobre un enfrentamiento.

El mandatario venezolano afirmó que en el caso “hubo uso excesivo de armas de guerra, y eso tiene que ser penado de manera contundente”. “Este Gobierno no tapa ni tapará abuso alguno, este es un Gobierno que respeta los derechos humanos”, prometió Chávez.

Cicpc investigó:

Las palabras de Chávez se convirtieron en órdenes para el Cuerpo de Investigaciones Científicas Penales y Criminalísticas, que inició las averiguaciones y el entonces Ministro del Interior y Justicia Jesse Chacón, se comprometió a dar resultados prontamente.

Y en efecto, lo que aseguraban los mineros a través de los medios de comunicación fue demostrado por métodos científicos.

El Ministro Chacón informó que los resultados de la prueba Análisis de Trazas de Disparo (ATD) hecha a cuatro de los mineros fallecidos en La Paragua, estado Bolívar, demostró que estos no dispararon.

La declaración la hizo Chacón el 4 de octubre de 2006, y sus palabras abofetearon la tesis de lo que en principio se manejó como un enfrentamiento.

Las pruebas lo demostraron, pero el Ministro del Interior aún vacilaba en reconocer la barbarie, pues explicó que estas pruebas de ATD fueron aplicadas después de 24 horas del suceso por lo que sus resultados “no eran del todo confiables”. Una prueba de ATD para que tenga un resultado eficiente debe ser tomada antes de las 24 horas de haber sido manipulada el arma, argumentó en ese momento.

Chacón reiteró que no se podía decir con total certeza que no dispararon, “aunque es la hipótesis que más fuerza cobra”.Tras la masacre en La Paragua, los pobladores habían reportado otras muertes, al parecer, en similares circunstancias, pero el Ministro dijo que no se les pudo hacer la prueba de ATD porque tenían más tiempo de descomposición.

Indignación:

Por aquellos días, se respiraba un aire de justicia tras la declaración del Ministro Chacón, pero la indignación y el dolor seguían por el fallecimiento de José Rondón, Ramony García, Nivaldo Sánchez y Yovanny Lima.

De ellos también se había especulado que eran bandoleros, pero las investigaciones demostraron que eran trabajadores, mineros que estaban desarmados al momento de ser ejecutados por efectivos del Ejército venezolano.

En plena campaña electoral presidencial del año 2006, el pueblo de Bolívar salió a protestar por esta injusticia, pero ahora quería castigo para los responsables. Ningún vocero del Gobierno Nacional se acercó al sitio para escuchar sus clamores, según exclamaban y fue entonces, cuando el candidato presidencia de las fuerzas de la oposición, Manuel Rosales se atrevió a visitar a la región de La Paragua, no sólo para manifestar su solidaridad para con las familias de las víctimas, sino para hacerse eco del clamor de justicia.