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    HomeNarraciónLUIS ALFREDO RAPOZO: Rosa, la enfurecida »

    LUIS ALFREDO RAPOZO: Rosa, la enfurecida »

    Es absuelta la mujer que le mutiló
    por celos el pene a su marido.

     

    (* Para ser leído como si fuera un artículo en la revista de los domingos).

    I

    Rosa, la enfurecida.

    Rosa creció escuchando a su madre quejarse todo el tiempo de lo mujeriego que era su marido. Y siempre decía la mujer que le iba ha cortar la paloma -así le decía ella al pene de su marido-, por sinvergüenza y “putañero”. Aunque en realidad nunca lo hizo, pero Rosa le daba rienda suelta a su cólera imaginando la escena trágica de su madre, cortando el pene de su padre, en una noche de página roja y todo el escándalo que trascendería las calles del barrio, en la última página del periódico del día siguiente.

    Jamás pensó que viviría algo similar y que no era precisamente el relato de una novela de radio o una escena de acción en la novela de las nueve de la noche, cuando hizo realidad su amenaza sobre el pobre Darío (su propio esposo), quien no prestaba atención alguna a las palabras de Rosa, en medio de sus borracheras sabatinas.

    Esa noche del sábado, Rosa tomó el cuchillo de la cocina, previamente afilado y guardado para ejecutar el corte de una manera fría y rápida. Fue más fácil de lo que ella había pensado. Tan rápido que no reaccionó sino después de haber desprendido el pene de su marido y verlo guindando en su mano izquierda. Y luego no sabía qué hacer con el hombre desangrándose vertiginosamente sobre la floreada sábana de su cama.

    II

    La madre de Darío.

    Fue la primera persona que acudió al Hospital Periférico de Coche. Para enterarse de lo sucedido a su hijo en manos de Rosa. No lo podía creer. El hecho de que su hijo fuese mutilado en manos de su mujer la llenó de odio y sintió una sed de venganza difícil de controlar. Su hijo estaba en la sala de terapia recuperándose de una operación de emergencia para controlar la hemorragia y el dolor del hombre ante la cortada de su miembro. Pudo ver la cortada y el pequeño tocón que tenía su hijo en lugar del pene en medio de catéteres y curetajes ensangrentados sobre una cama de hospital, rodeado de bullicios del personal de guardia, por el caso y el corre y corre de los heridos, que llegaban a cada instante por heridas de fuego y armas blancas; pero nada como el caso de su hijo, que fue víctima de los celos incontrolados de su propia mujer.

    III

    Tenía 20 horas para encontrar el pene mutilado.

    Eso fue lo que le dijo el Dr. González a la madre de Darío. Si el pene fue bien conservado podrían intentar una reinserción para colocarlo nuevamente en su lugar, pero seguramente no quedaría como antes de la desgracia, sin embargo era preferible intentarlo antes que Darío quedara con un toconcito. Darío le suplicó a su madre apartar el rencor y le pidió hablar con Rosa para que le devolviera su aporreado pene e intentar la cirugía nuevamente. Se perdieron dos horas de súplica por parte de Darío ante su madre, quien no quería hablar con Rosa, aduciendo “… que la mataría, después de saltarle encima y castrarle los senos”. Pero, finalmente accedió y fue a visitarla a la comisaría del CIPC en el edificio Cerro Grande de El Valle, donde estaba recluida.

    IV

    Rosa no quería devolver el pene.

    No fue fácil entrar a la celda de Rosa en el viejo edificio donde quedaba la comisaría del cuerpo policial. Se había perdido un tiempo precioso para recuperar el pene extraviado y los detectives no colaboraban con la señora Tomasa – la madre de Darío- y lograr la entrevista para intentar conocer el sitio dónde se encontraba el malogrado pene. Ni siquiera por solidaridad masculina, los detectives colaboraban para ayudar a la vieja Tomasa en su difícil misión de hablar con Rosa y obtener la pista. Solo después de darle 10 billetes grandes al comisario logró entrevistarse con Rosa en una oficina de mal aspecto, destinada a la toma de declaraciones. Rosa no quería decir donde estaba el miembro y más bien se sentía orgullosa de lo que hizo y añadía que “… Darío se lo tenía bien merecido y ella se lo había advertido.”

    Con 5 billetes grandes el comisario accedió en hablar con Rosa y convidarla a decir dónde estaba el malogrado pene, diciéndole que la recuperación del mismo y su instalación en el lugar correspondiente le ayudaría significativamente en su proceso judicial y penal.

    V

    En la nevera

    Al final del congelador estaba el pene congelado envuelto en una bolsa de pollo de Mercal. Así fue como lo encontró la madre de Darío e inmediatamente se trasladó al Hospital Periférico, para entregar el pene cercenado al Dr. González y poner ha andar nuevamente el proceso operatorio.

    Este caso tuvo un final feliz, a pesar que el miembro de Darío había perdido unos centímetros importantes, pero por lo menos, el miembro no terminó en el estómago de un perro callejero feo y sarnoso.

    Segunda Parte

    (Como si fuera una película de alta taquilla, como Rocky II)

    I

    La bolsa de Mercal.

    Cuando doña Tomasa ingresó al Hospital de Coche, llevaba en sus manos una bolsa blanca de Pdval y dentro de ella se podía distinguir claramente otra bolsa de menor tamaño doblada y amarrada con una liguita para fajar billetes. Era una bolsita de Mercal donde vienen los pollos importados por el gobierno desde Brasil o Argentina y que venden a 11 Bs el kilo. La diferencia era que dentro de esa bolsita estaba el pene de su hijo, como si fuera una salchicha desinflada y mordisqueada por hormigas, con un color morado por el frío y pequeño como un dedo meñique, ensangrentado y curveado por la falta de delicadeza al guardarlo en la nevera.

    La señora Tomasa llegó prácticamente trotando por la puerta de emergencia del Hospital gritando a viva voz :

    * ¡ Aquí traigo el pene, aquí traigo el pene! –mientras pedía ayuda y llamaba al Dr. González para informarle de la recuperación del pene, que no dejaría a su primer hijo con un tocón que le desgraciaría la vida a los veintiocho años.

    II

    La desesperación de Rosa.

    Si algo hay que agradecer a Rosa, fue el hecho que guardó el pene de Darío en la nevera y así , se pudo conservar en buen estado el miembro mutilado de su marido, para ser implantado con un alto grado de posibilidades de éxito. Eso lo dijo el Dr. González a los medios de comunicación que no dejaban el Hospital por nada del mundo y seguían el caso del hombre mocho como si fuera un acontecimiento de mayor importancia, haciendo que toda la nación estuviese pendiente de la suerte de Darío.

    Cuatro horas duró la operación y tan solo había que esperar que los flujos Sanguíneos y el sistema nervioso se comportaran de la mejor manera posible ante un caso difícil y poco común en la cirugía medica nacional.

    III

    Rosa fue enviada a la cárcel del Inof, en Los Teques.

    No podía ser de otra manera. Después de un agitado movimiento de tribunales, caracterizado por asociaciones de mujeres feministas que celebraban la acción de Rosa contra su marido y la violencia machista; el juez decidió con premura darle a Rosa tres años de sentencia por la agresión que le hizo a su marido con un arma blanca.

    Sin embargo, no pasaron los tres años completos cuando se pudo leer en los medios de comunicación el siguiente titular: “ Es absuelta la mujer que le mutiló por celos el pene a su marido”


    LUIS ALFREDO RAPOZO
    luisrapozo@yahoo.es
    @luisrapozo

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