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    Falleció Guillermo García Ponce, director del diario Vea

    Trascendió que habría sido víctima de un cáncer avanzado. García Ponce destacó como cuadro político en organizaciones de izquierda.

    Duelo oficialista

     

    Falleció Guillermo García Ponce, director del diario Vea. El político de larga trayectoria, hizo su carrera militando en diferentes organizaciones de izquierda.

    El dirigente de izquierda fue miembro de la Junta Patriótica quien fue señalada como la que liderizo el movimiento que daría al traste con el dictador Marcos Pérez Jiménez.

    Este sábado también falleció el diputado Luis Ceballos Lobo, representante venezolano del Parlamento Latinoamericano.

    Antonio, Servando y Guillermo García Ponce, tres conocidos hermanos comunistas, de la época de los 60, a los que en la Juventud Comunista, los seguían con “admiración y con fervor”.

    ¿Quién fue Guillermo García Ponce?

    Guillermo García Ponce es una de las figuras históricas de Venezuela. Fué el único sobreviviente de la Junta Patriótica, organismo formado en 1956 con la misión de concretar acciones en favor de incentivar la lucha popular y la agitación política en contra del gobierno del general Marcos Pérez Jiménez.

    Cómo autor, intentó explicar la realidad y la lucha venezolana por la igualdad, y entre sus obras figuran: Las Armas de la Guerra de Independencia, Política y Clase Media y La Insurrección.

    Fue fundador del diario VEA, medio del que se mantuvo desempeñando el cargo de director hasta sus últimos momentos.

    Escape del Cuartel San Carlos:

    Teodoro Petkoff, Pompeyo Márquez y Guillermo García Ponce se fugaron del Cuartel San Carlos a través de un túnel que fue construido desde una abasto ubicado en las esquinas de Macuro y Jabonería hasta el cuartel. Este hecho ocurrió el 5 de febrero de 1967. El túnel, de 28 metros de largo, tardó tres años en ser construido.

    El 5 de febrero de 1967 ocurrió una de las fugas más célebres de la historia política venezolana. Teodoro Petkoff, Pompeyo Márquez y Guillermo García Ponce ­tres presos políticos de entonces­ se evadieron del Cuartel San Carlos por un túnel que los comunicaba con un abasto cercano.

    La noticia sorprendió a los venezolanos. Un comunicado firmado por el entonces ministro de la Defensa, general Ramón Florencio Gómez, daba cuenta del episodio. “El ministro de la Defensa informa a la colectividad que en las primeras horas del día de hoy se dieron a la fuga los procesados militares identificados como Guillermo García Ponce, Teodoro Petkoff Malec y Pompeyo Márquez, quienes se encontraban detenidos en el Cuartel San Carlos. La fuga de los procesados militares se efectuó a través de un túnel construido expresamente en dirección Norte-Sur, desde un abasto situado entre las esquinas de Macuro y Jabonería hasta el Cuartel San Carlos. Se han tomado las medidas conducentes a la captura de los fugitivos y abierto las averiguaciones del caso. Oportunamente se informará al respecto”.

    Fue la culminación de un plan sin fisuras que se preparó durante varios meses. Desde mediados de 1962, cuando fueron inhabilitados el Partido Comunista de Venezuela (PCV) y el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), varios de los militantes de la izquierda más radical se habían ido a la montaña a hacer la guerra de guerrillas o estaban presos. Bajo custodia militar estaban el senador Jesús Faría y los diputados Gustavo Machado, Eduardo Machado, Jesús María Casal y Jesús Villavicencio Entre aquellos que aún no habían podido ser detenido estaban los diputados Domingo Alberto Rangel, Simón Sáez Mérida, Pedro Ortega Díaz, Guillermo García Ponce y el senador Pompeyo Márquez. “Cuando los detienen a ellos, yo no caigo porque estaba semiclandestino. Caigo preso el 15 de enero de 1964”, recuerda Pompeyo Márquez, quien confiesa que había participado en la rebelión militar que el gobierno denunciaba como argumento para encarcelarlos.

    Pompeyo Márquez resguardada su identidad con el seudónimo Santos Yorme, hasta que se descubrió quién era en el momento de su captura. La noticia comenzó a difundirse en todas las emisoras de radio como el gran acontecimiento. Márquez, quien había participado en el derrocamiento de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez y desde 1950 era el secretario general encargado del Partido Comunista, estaba siendo conducido a la cárcel más segura del momento, el Cuartel San Carlos.

    Otro líder político y muy amigo de Márquez, Guillermo García Ponce, ya había sido llevado al mismo recinto. En su libro La fuga del Cuartel San Carlos relata todos los hechos en relación con este episodio. Su primera impresión del cuartel fue: “la fortaleza ha sido dividida internamente en varios sectores a fin de lograr un mayor dominio sobre los prisioneros. Cada sector está separado de los otros por construcciones especiales y el severo acecho de soldados armados de fusiles FAL y subametralladoras. Me entero que somos custodiados por trescientos efectivos militares”. También se fijó en los vehículos blindados que rodeaban la zona para controlar al tránsito: “más de un transeúnte ha sido acribillado a balazos por no atender con rapidez las señales de los centinelas de turno”.

    A García Ponce lo encerraron en “la Cueva del Humo”, que él mismo calificó como “un cajón estrecho, inhóspito, a donde no llega ni el sol, ni la brisa, ni hay más nada que mirar que las paredes sucias”. Al grupo de Pompeyo Márquez lo metieron en un calabozo mucho más amplio llamado F1. Cuenta éste último que más adelante “Guillermo (García Ponce) se las ingenió para que lo trasladen a nuestro calabozo”. Lo mismo ocurrió con Teodoro Petkoff, que aún no había sido detenido.

    Desde antes de la captura se habían prometido hacer todo lo posible por fugarse en caso de ser encerrados. Una película de nombre “El gran escape”, los había inspirado. Y el plan comenzó a desarrollarse.

    Un gran ayudante:

    El plan, que clandestinamente lo llamaban “el libro”, se basó en la construcción de un túnel. Para llevarse a cabo fue indispensable la participación de Nehemet Chagin Simón, mejor conocido como “Simón el árabe”, un joven de 28 años de edad, de origen sirio, que había sido preso político en Damasco y al ser liberado partió para Venezuela en busca de mejores oportunidades. Habían transcurrido seis años desde ese entonces.

    Al conocer el plan, Simón se mostró muy entusiasmado. Le dijo a sus compañeros de la parroquia San Juan que abandonaba la lucha política por un tiempo “para ocuparse de otros negocios”, según relata García Ponce en su libro. Simón era una persona que no causaba desconfianza, incluso se llevaba muy bien con los guardias y su siguiente paso era conseguir un sitio cerca del cuartel para poder desarrollar el plan.

    No tardó mucho en arrendar un local y abrir la bodega “Abastos San Simón”, que posteriormente se convirtió en la puerta de salida hacia la libertad. Debido a las labores de construcción del establecimiento, Simón obtuvo un salvoconducto para transitar por la zona y estacionar una camioneta en la parte de atrás del cuartel.

    El 17 de junio de 1964, Teodoro Petkoff fue encarcelado en una de las celdas de la Cueva del Humo. García Ponce escribió sobre él lo siguiente: “Petkoff ha sido autor de una de las más sensacionales fugas del Hospital Militar. Estaba detenido en el Cuartel San Carlos y logró ser conducido al hospital al simular una gravísima dolencia. No fue nada fácil por ser considerado como un preso “peligroso”. La escena consistió en beber medio litro de sangre para luego vomitarlo y aparentar sufrir una “hemorragia por ruptura de ulcera gástrica”. Logró su objetivo, terminó fugándose del Hospital Militar.

    A medida que pasaba el tiempo, las esperanzas de libertad crecían y la cárcel se iba llenando cada vez de más presos. El 30 de diciembre de ese mismo año, Gonzalo Barrios, ministro de Relaciones Interiores, declaró a la prensa que había 916 presos políticos en las cárceles del país. En enero de 1967 comenzó la excavación del túnel.

    En plena logística:

    El equipo ya estaba armado. Bajo la dirección de Antonio José Urbina, Simón atendería la bodega que servía de fachada legal junto a dos ayudantes: Carlos, encargado de la excavación, e Ibrahím, quien sería el ayudante detrás del mostrador. Socorro Negreti de Márquez, esposa de Pompeyo, sería una pieza fundamental para la “edición del libro”, al igual que Néstor López, quien participó en la excavación. Poco después fue asesinado por un funcionario del Servicio de Inteligencia de las Fuerzas Armadas (SIFA).

    Guillermo García Ponce describe así el inicio de la construcción del túnel: “Carlos comenzó a romper el piso de granito del garaje con un cincel. Al lado, Simón e Ibrahím despachan a los clientes de la bodega. Procuran disimular el ruido. Los golpes del martillo no son continuos sino lentos y mezclados con los chillidos de un radio a todo volumen. También usan una sierra manual de picar granito. Deben abrir un boquete cuadrado de 0,65 centímetros por lado, de tal manera que después no presente ningún inconveniente para colocar una tapa del mismo granito, a fin de ocultar la entrada y no ser descubierta cuando se produzcan las requisas”.

    Muchas veces el trabajo les causó problemas respiratorios, náuseas, mareos y hasta pérdida de peso debido al calor, el olor de la tierra y el cansancio. La tierra que iban sacando la metían en un saco, luego esos 50 ó 60 kilos de peso debían llevaros hasta la camioneta para que Simón los desechara. En varias oportunidades debieron ingeniárselas para evadir a los guardias que se presentaban inesperadamente o que hacían requisas en los alrededores.

    Recuerda Pompeyo Márquez: “Cuando iba a recibir visitas, yo iba midiendo el paso del F1 al salón. Simón medía por la parte detrás, para lo cual inventó un juego de fútbol donde marcaba la cancha desde la bodega hasta la garita. Simón es un hombre clave en todo esto porque además establecía contacto con todos los oficiales del Cuartel San Carlos y hasta comía en el comedor con los oficiales”. La otra medida que tomó Simón fue a través de un hilo que ató a un trozo de madera hasta llegar a donde estaba Ibrahím, donde el túnel debía doblar. En total fueron 28 metros de largo.

    Alrededor de tres años tuvieron que transcurrir para dar fin al plan. Fue un domingo de Carnaval, 5 de febrero de 1967.

    El gran día:

    Pompeyo Márquez describió su estadía en el Cuartel San Carlos como una “convivencia”; la comparó a una oficina por todo lo que escribían y leían. Incluso se mantuvo publicando sus escritos en la prensa, firmaba en su columna diaria como Oscar Calles, otras veces como Carlos Valencia (Car los por el Cuartel y Valencia por “la ciudad que no se rendía”), tenía varios seudónimos.

    “Como anécdota adicional puedo contar la forma como saqué los borradores y las fichas en el momento de la fuga. Utilizando unas medias para várices ordené el conjunto de cuartillas, aproximadamente 180, y las fichas, más de 200, dentro de ella. A duras penas pude ponerme el pantalón. Mientras me preparaba para internarme en el túnel que nos conducía a la conquista de la calle, Guillermo y Teodoro no aguantaban la risa. La cuarentena que tuvimos que guardar después de la operación la utilicé para pasar en limpio este borrador”, continúa Márquez.

    Antes del día de la fuga el grupo planificó toda la partida, pese a que tuvieron que cambiar varias veces de fecha por la cantidad de requisas. A las 7:00 de la noche debían estar todos listos dentro del calabozo esperando a que Néstor López rompiera las baldosas y abriera la entrada al túnel. Mientras tanto, Freddy Muñoz y Alonso Palacios, quienes conocían los planes, organizaron una fiesta con el fin de llamar la atención de los guardias.

    Al pie de la letra se cumplió el cometido. En silencio lograron llegar a la bodega, subirse a la camioneta de Simón y esconderse debajo de muchas cajas. Un par de encuentros con guardias causaron cierta tensión, pero por la buena reputación de “el árabe” pudieron pasar desapercibidos. Cada quien tomó su camino, había una camioneta esperando a cada uno de los fugitivos. “Simón el árabe” tenía todo preparado para irse del país; primero fue a Cúcuta, Colombia, y de ahí partió a la Unión Soviética, donde aprendió ruso y se convirtió en traductor trilingüe. Años después murió en Siria.


    Por :Alejandra Otero
    EL NACIONAL/EL UNIVERSAL
    sábado 11 de septiembre de 2010

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