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    SEXO SIN TABÚ: El deseo se baja de la cama

    La falta de apetito carnal y el miedo al coito afectan a quienes
    padecen en silencio la disfunción.

    Calculan que 4 de cada 10 matrimonios
    se abstienen de las relaciones

     

    Carlos y Zoila esperan ser atendidos por el sexólogo. Con 32 años de edad y 3 de casados, acuden al especialista para exponer uno de los asuntos matrimoniales más comunes que afectan a 4 de cada 10 parejas, al menos en Venezuela: la falta de deseo sexual.

    “No es que ya no nos amemos, sino que cada vez pasamos más tiempo sin tener relaciones, y eso parece no importarnos”, afirma ella, que recuerda con nostalgia las noches que pasaban largas horas “como unos locos desatados, haciendo el amor”. Taciturno, en la esquina del sofá, Carlos asiente y sigue cada una de las palabras de su esposa. Sólo atina a preguntarse ­como si viniera de escuchar a Rocío Jurado­ “¿Será que se nos rompió el amor de tanto usarlo?”.

    “Aclaremos. La respuesta sexual no es la misma en todas las personas, ni siquiera en la misma persona a lo largo de su vida”, explica Froilán Sánchez, al ser abordado en el 15° Congreso Latinoamericano de Sexología y Educación Sexual, celebrado la semana pasada en Alicante, España.

    Para el coordinador del Grupo de Sexología de Semergen (Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria) y miembro de la Academia Española de Sexología y Medicina Sexual, el deseo es un impulso relacionado con la necesidad de realizar una actividad sexual, propia o en pareja. “Más que un impulso, es una necesidad; no tanto como las ganas de comer, pero el deseo es muy importante para la autoestima y el equilibrio psíquico de la persona y más aún de la pareja”, señala en su ponencia Nuevas Aportaciones en Disfunciones Sexuales Femeninas.

    Víctimas y victimarios:

    Tradicionalmente, la falta de deseo sexual se ha asociado a la mujer. Tanto es así que el término “frigidez” encaja perfectamente con el deseo sexual inhibido (nombre técnico de la disfunción) de ella; mientras que para el hombre la traducción en términos masculinos es: impotencia.

    “La frígida nace, el impotente se hace”, es lo que se dice sobre este fenómeno, que lleva la connotación de deseo presente que no puede ser consumado en la impotencia, en tanto que la frigidez se etiqueta como un problema individual consustancial con el género”, afirma la psicóloga Rosa Mijares, quien recuerda que en Venezuela 4 de cada 10 parejas presenta o ha pasado por esa situación.

    La especialista describe tres fases en el desarrollo de la actividad sexual: interés, excitación y consumación, y enfatiza que cuando aflora un déficit en el interés sexual (falta de deseo) es bastante probable que la actividad no progrese adecuadamente a lo largo del resto de las fases.

    Deseo sexual inhibido:

    De acuerdo con los expertos existen tres disfunciones visibles.

    El deseo sexual inhibido es una de ellas. Se define como la carencia de apetito sexual; la persona no se siente atraída por el sexo ni por la posibilidad de poder llevar a cabo conductas sexuales. En este caso, la persona no busca interacciones sexuales, pese a que puedan ser accesibles y a que su capacidad de respuesta sexual no esté afectada.

    Esa falta de deseo no sólo se refiere al coito, puede incluir la masturbación, las fantasías y pensamientos de naturaleza sexual; incluso puede haber una pérdida de capacidad de percibir aspectos atractivos en aquellos posibles compañeros sexuales.

    “La repetición rutinaria de actividades estereotipadas muchas veces viene condicionada por una insuficiente, si no perniciosa, educación sexual, en la que la sexualidad se restringe a la normalidad genital y priva a la persona de desarrollar algo tan valioso como la imaginación y la sensualidad en su vida afectiva”.

    Frecuencia e insatisfacción:

    Otra disfunción tiene que ver con la velocidad de potencia sexual que necesita ser descargada para buscar el equilibrio.

    Es el típico caso de parejas en la que a uno de sus miembros le apetece tener sexo con mayor frecuencia, y el otro acude al “esta noche no, me duele la cabeza” de las series de televisión.

    Es aquí donde los sexólogos encienden las alarmas, porque si la comunicación de la pareja está deteriorada, esa diferencia de ritmos se vivirá de forma desagradable por ambos miembros. Uno de los dos no le encontrará suficiente atractivo al sexo, mientras el otro reclamará que no es bien atendido sexualmente. De allí a los insultos degradantes y a la separación y el divorcio no hay más que un paso.

    Aversión sexual:

    Esta disfunción es la prueba de fuego de los consejeros sexuales. Consiste en una evitación completa e irracional de todo lo relacionado con el sexo, incluso en la imaginación. Ese trastorno también se denomina fobia al sexo. La respuesta al estímulo sexual, por mínimo que sea, puede incluir síntomas fisiológicos como náuseas, incremento de la tensión muscular, de la tasa cardiaca o sudoración.

    La fobia suele tener su origen bien en una educación completamente inadecuada o bien en la vivencia de experiencias traumáticas como abusos, incesto, violación o la persistente presión de la pareja para realizar conductas sexuales consideradas subjetivamente como aberrantes.


    ELIZABETH ARAUJO ALICANTE
    Salud | Sexo
    EL NACIONAL

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