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    Los humoristas son nuestros intelectuales

    Entrevista// Isabel Palacios, música “El silencio es una gran protesta”.

    “Creo que los intelectuales están complicados,
    en caos, que no hay mentes claras…”

     

    Isabel Palacios no se considera una intelectual, pero parece coincidir con la definición que hizo Elías Pino Iturrieta hace dos semanas en estas páginas. El historiador dice que los intelectuales tienen dos orientaciones: “un pensamiento universal y, si se quiere, aséptico, determinado esencialmente por la necesidad de saciar un saber y de crear conocimientos relacionados con ese saber; y un pensamiento comprometido con la realidad de la cual forman parte, tras el cometido de cambiarla o de evitar que cambie”.

    La directora de la Camerata Barroca de Caracas, quien condujo por ocho años el programa Clásicos Dominicales por RCTV y fue directora de música de Fundarte por otros ocho años, confiesa de entrada que esta no es la entrevista que le hubiese gustado conceder hoy en día; que prefiere referirse a la celebración de los 25 años de la institución que dirige, la cual presenta este fin de semana las famosas Vísperas de Monteverdi en el Colegio de Enfermería de Sebucán. Sin embargo, suelta algunas ideas en torno a la intelectualidad venezolana.

    Afirma que probablemente los grandes intelectuales de la Venezuela de hoy son los humoristas que responden a la necesidad de los venezolanos de reírse, “a la gente le parece que los intelectuales son muy serios, entonces son aburridos”. La viuda de José Ignacio Cabrujas, intelectual emblemático de la Venezuela contemporánea, piensa que de estar vivo, éste estaría escribiendo principalmente comedias.

    -Para muchos, los pensadores han asumido dos actitudes en la polarización: o callan de manera cómplice o se vuelven reactivos ¿Cree que es así?

    -Los músicos siempre han guardado silencio. En la historia del arte en Venezuela recuerdo de niña una protesta de los pintores tirados en el sueño de la plaza Morelos, pidiendo la ampliación del Museo de Bellas Artes. Recuerdo las protestas de escritores y novelistas… pero esa no es la característica del músico. Aunque Eduardo Plaza me contó que una vez el maestro Vicente Emilio Sojo, que pedía mejoras para la Escuela Superior de Música, como no le daban unos pupitres y otras cosas, puso su renuncia y se hizo contratar como pintor de brocha goda en una iglesia y ahí estuvo pintando hasta que le llegaron sus pupitres.

    -¿Y el silencio es por apatía o por una característica esencial del músico?

    -Es una característica inherente. Creo que como nuestro vocabulario es distinto, nosotros no nos manejamos con las palabras, sino con los sonidos, aprendemos una escritura distinta, tenemos que aprender a leer música y vivir sumergidos en un mundo que es completamente diferente, todo eso ha hecho que el músico tenga esas características en Venezuela y el mundo. Es rarísimo el músico que es considerado un intelectual, generalmente porque es músico y doctor, músico y filósofo, pero músico puro, no.

    -Dice que usted preferiría seguir guardando silencio, pero ya que tiene un grabador al frente ¿Qué opinión tiene de la intelectualidad venezolana?
    -Está sumergida en una situación caótica. Creo que los pensamientos, lo que se está diciendo, publicando, declarando, a veces cae en un marasmo tan complicado y en una situación tan inestable, que yo no sé si eso produce algo. Creo que los intelectuales están complicados, en caos, que no hay unas mentes claras diciendo las cosas, a lo mejor es que la situación no está para que las mentes estén muy claras. Hay contradicciones muy fuertes. Hay temor, ira, parcializaciones. Es una situación sumamente angustiosa.

    La comedia primero:

    Palacios cree que “hablan los que quieren hablar y los que no quieren, tienen todo el derecho a permanecer callados. Creo que el silencio es una gran protesta. Yo sigo trabajando que es en lo único que creo, en el trabajo serio, en el apoyo consistente. Creo que hay cosas que valen la pena y gente comprensiva e interesante en cualquier bando”.

    La entrevistada piensa que “el venezolano como que no quiere ver para adentro seriamente, entonces se ríe, se ríe y se ríe. Hacemos comedias de la tragedia”. La artista opina en torno a la situación cultural venezolana, en la que no hay salas para propuestas como la de la Camerata, pero sí para el teatro “chistoso”, un ambiente en el que no hay políticas y donde el artista está en el último plano. “Me puedo sentar a escribir cuatrocientos artículos sobre la cultura pero no va a pasar absolutamente nada”.

    -¿Y no será eso lo que piensan muchos intelectuales?

    -Probablemente.

    -Pero Cabrujas escribía a pesar de todo…

    -Pero José Ignacio murió hace 15 años, Venezuela ha cambiado totalmente. De todas formas, José Ignacio se la pasaba peleando con todo el mundo. Él escribía, pero no todo el mundo lo escuchaba. Como siempre pasa, uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde: ahora la gente sueña con que José Ignacio estuviese, pero él muchas veces escribió, protestó, rezongó, y no le hicieron caso.

    -¿Y no será que muchos intelectuales de hoy en día estarán en las mismas?

    -Quizás, no sé. Yo creo que hoy en día hay una situación en la que muchos se preguntan ‘¿Para qué?’. Hay apatía, hay miedo… ¿por qué voy a perder mi tiempo enemistándome? ¿con quién? ¿quién me va a ayudar? ¿quién me va a abrir la puerta? ¿dónde voy a conseguir algo? Aquí hay gente que te ofrece la ayuda y una semana después se echan para atrás. La palabra ha perdido valor, te dicen que no, que no se puede, que la situación del país no lo permite, y tú tienes que irte con una sonrisa y un dolor en el alma.

    -¿Cómo hacerle entender al público, a los gerentes y patrocinantes, que es tan importante una obra de Monteverdi como un paquete de harina de maíz?

    -Después de la Segunda Guerra Mundial, cuando Alemania quedó destruida económica y moralmente, lo primero que se reconstruyó fueron tres cosas: los hospitales, las escuelas y los teatros. Por algo sería. Yo creo que el ser humano necesita de estas cosas para mantener con vida su espíritu, porque sin eso no hay nada. Puedes tener una gran situación económica, trabajar tales cosas, pensar mucho en eso, pero definitivamente si estás seco, si por ti no corre la savia que debe correr, hasta eso te va a salir mal.


    ÁNGEL RICARDO GÓMEZ | EL UNIVERSAL
    agomez@eluniversal.com
    lunes 22 de noviembre de 2010

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