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    Blandín: “Soy dos veces damnificada y perdí todo, hasta la cédula”

    Todo Blandín es de alto riesgo y ya no hay sitio para dar refugio a los
    damnificados, que pasan de 3.000

    Los habitantes de Blandín hacían esfuerzos
    para salvar sus pocas pertenencias

     

    De Alcabala a Puente Rojo, en Blandín, en la carretera vieja de La Guaira, todavía quedan rastros de las casas que se cayeron en septiembre. Con cada aguacero la situación empeora. Las viviendas fueron construidas sobre terrenos poco firmes que también han sido socavados por las aguas negras. En cualquier momento el cerro se viene abajo.

    Eneida González cumplirá 62 años el 31 de diciembre y en poco menos de 40 días se ha quedado damnificada 2 veces. La primera vez fue el 24 de septiembre, a las 6:00 de la tarde, cuando regresaba a su casa pensando en preparar arepas para ella, su esposo y su hijo. A pocos pasos de la puerta sintió el ruido estremecedor. La vivienda que estaba un poco más arriba se hundió y arrastró la suya. La cobija con la que se arropaba todavía está ahí, entre el barro: “Aquí tenía mi casa, esa es mi escalera, esa era mi mesita, ese es mi libro y eso es lo que quedó de la nevera y de la cocina. Lo perdí todo, hasta la cédula”.

    Desde esa noche vivía en casa de unos amigos, pero ayer en la madrugada debió afrontar otra vez la pérdida de sus pertenencias. “Siempre alerté que esas casas se iban a caer, pero no me hicieron caso”.

    Poco más allá, en el callejón Genoveva, Mery Eulate, vocera de la comunidad, muestra signos de cansancio. Pasó la noche ayudando a los vecinos.

    De la parte alta evacuaron 103 familias y faltan 22: “El terreno se hunde, y mientras más llueve más peligroso se pone”.

    En la curva de Los Cedros un derrumbe impedía el paso tanto de vehículos como de peatones. Un habitante del sector, conocido como el Gordo Cachapa, que le alquila maquinaria pesada a la Corporación de Servicios de Libertador para recoger basura, comenzó a despejar la vía por su propia cuenta y sin esperar ayuda oficial. A mediodía el paso seguía cerrado, pero sus vecinos lo consideran un héroe. Lo aplaudían.

    En el sitio conocido como La Victoria, Ana Labrador llora. A las dos y media de la madrugada, una masa de piedras y tierra cayó sobre su cama. Se salvó porque estaba sentada en el mueble, desvelada. Los llantos de sus dos perritos no la dejaban dormir. Casi todos los enseres quedaron inservibles, igual que los muebles, incluido el escaparate con toda su ropa.

    Juan González vive en el sector desde hace 43 años y dice que la zanja que afectó la vivienda de la familia Labrador tiene más de 20 años, pero que las autoridades han permitido la construcción de viviendas, a pesar de lo obvio del peligro.

    En Macayapa, Solianyi Estrada no puede contener las lágrimas ni la rabia. Una casa de cuatro pisos se acaba de desplomar y los funcionarios de la Policía Nacional no la dejan pasar. En la madrugada fue hasta la plaza Catia a pedir ayuda en el módulo de seguridad. La respuesta la desconcertó: tenía que llevar un documento firmado por los vecinos y fotos de la vivienda que evidenciaran su mal estado. “Éramos veinte familias, todas con niños pequeños y no dijeron que si no llenábamos los procedimientos legales no nos podían ayudar, que nos fuéramos para la casa, que ahí estaríamos más seguros. Mi casa se partió en dos y no le he tomado la foto. Ahora mis cinco hijos están con la abuela en la calle, con las pocas cosas que pudimos salvar”.

    Mientras estuvo cerrado el paso, los funcionarios de Protección Civil trataron de convencer a los habitantes de las casas vecinas sobre la conveniencia de que desalojaran las viviendas. Ninguno quiso hacerlo, a pesar de que una gran grieta anunciaba tragedia. “Yo tengo 45 años viviendo aquí y nunca ha pasado nada”, dijo un señor, que guardó silencio cuando se le preguntó el nombre.


    Por: RAMON HERNÁNDEZ
    rhernandez@el-nacional.com
    LLUVIAS | Noticias
    EL NACIONAL

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