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    Lo que dice El Palestino

    Gran revuelo causó el documental que ofrece pruebas de la presencia de ETA y las FARC en el país.

    La historia de un infiltrado buscando terroristas en Venezuela

     

    La noticia causó un revuelo mediático que despegó en España. Se supone que ofrece pruebas contundentes, pero hay mucho efecto. Pero el libro en el que se basa evidencia lagunas entre lo prometido y lo que realmente se encontró.

    Que le den 60 mil bolívares fuertes en efectivo. Y si se tardan mucho, podría pedir 100 mil. Eso es lo que quiere -medio en serio, medio en broma- Alberto Carías para dar su versión sobre las cosas que cuenta el supuesto periodista español Antonio Salas en su libro El Palestino: “Me han llamado mucho por eso del video, pero yo no voy a hacer más ricos a tus jefes ni a ninguno: si quieren que les cuente, paguen”.

    Chino Carías, con arma de juguete, junto a directivo del PC sueco.

    A Carías le llaman “el chino”. Fue jefe de Seguridad Ciudadana de la Alcaldía de Caracas y es el líder del movimiento Tupamaro que hace vida en el 23 de Enero. Carías conoció de cerca a Salas. Mejor dicho, a Muhammad Abdallah, el personaje que se inventó para infiltrarse entre colectivos políticos y grupos armados que apoyan al gobierno de Hugo Chávez en busca de conexiones con la guerrilla colombiana y la banda separatista ETA.

    Y ahora que vio el documental que hizo su antiguo “camarada” como abrebocas del libro, poca gracia le hace el asunto: “Me rayó en medio mundo con ese video de los campamentos donde ese mamag… me grabó. Yo soy internacionalista y tengo que viajar mucho y eso me ha afectado. Pero bueno, eso es lo que dice él. Quien quiera la exclusiva me tendrá que dar 60 mil bolívares”. Tampoco guarda el mejor recuerdo del barbudo “palestino” que lo expuso de esa manera: “Ese es un homosexual maniaco depresivo que trabaja para los servicios de inteligencia española y el Mossad. Ya sabemos quién es: se llama Manuel Caballal”.

    Con la madre y un hermano de Ilich Ramírez nuestro terrorista más insigne, Carlos El Chacal.

    La mala fama:

    Antonio Salas, como se sabe, es el seudónimo de un periodista que se ha infiltrado entre grupos neonazis y redes de prostitución en España. De esas experiencias ya surgieron dos libros: Diario de un skin y El año que trafiqué con mujeres.

    Cuando el terrorismo de corte islamita golpeó a Madrid el 11 de marzo de 2004, Salas tomó la decisión de conocer desde adentro al monstruo. Y de ese afán salió este libro de 671 páginas y esta historia de un español que se hizo pasar por un palestino con aspiraciones de combatiente, que se inventó una vida en el Islam y un pasado de sufrimiento, que invirtió 6 años y su capital en este proyecto y que, entre otras cosas, terminó convertido en el webmaster de nuestro terrorista más insigne, Carlos El Chacal. Una historia que, faltaba más, mucho se ha explotado en la televisión española.

    Pero, ¿por qué Salas, devenido ya en Muhammad Abdallah, terminó pasando tanto tiempo en Venezuela? ¿Qué lo trajo por acá? En principio, cuenta en su libro, la figura de Ilich Ramírez Sánchez, “el terrorista más famoso y más buscado de la historia antes de Ben Laden”.

    A esa “distinción” nacional se le sumó la fama que ha ganado la administración Chávez como receptora y simpatizante del terrorismo internacional.

    Una de las cosas que interesó a Salas fue la declaración hecha a través de una televisora de Miami (octubre de 2005) por el ex comisario de la Disip, Johan Peña, en la que aseguraba que “el cerebro” de los atentados de Madrid, Mustafá Setmarian Nasar estaba oculto en Venezuela. Eso reforzó la impresión que, como extranjero, ya tenía sobre el mismo país acerca del cual, por ejemplo, el general James T. Hill, entonces jefe del Comando Sur estadounidense, señalaba como refugio de terroristas de Medio Oriente que venían a mejorar sus tácticas en campos de entrenamiento en la isla de Margarita. Acumulando datos como ese y otros como la existencia de una supuesta célula local de Hizbullah liderada por un tal Teodoro Darnott, llegó a una conclusión: “Todo apuntaba a que Venezuela era el mejor lugar para seguir la pista del terrorismo yihadista”.

    Y así fue como Abdallah resultó ser venezolano, hijo de palestinos y criado en España.

    Apoyado por dos ex prostitutas venezolanas radicadas en España y por una “fuente de la CIA” pareja de un diplomático criollo, Muhammad Abdallah llegó a Caracas en 2006 con planes concretos: contactar a la familia de Carlos, “localizar e intentar ingresar en los campos de Al Qaida en Isla Margarita. Tercero, contactar con los terroristas de Hizbullah en Venezuela”.

    Alumno solitario:

    Dos de sus primeros objetivos fallaron: en Margarita no encontró ni a los peligrosos terroristas ni los famosos campos de entrenamiento de los que tanto se habló y de los que nadie nunca dio prueba alguna.

    La pista de Mustafá Setmarian Nasar tampoco era cierta: fue detenido en Pakistán.

    El Hizbullah venezolano resultó ser una especie de delirio sin verdadera conexión con la organización islamita y -asegura- sin apoyo por parte del Gobierno. El enlace con Carlos tomaría algo más de tiempo. Mientras, empezó su relación con medios de la comunidad árabe-venezolana y más tarde con medios alternativos simpatizantes de la revolución, que le ayudaron a consolidar la credibilidad de su personaje.

    Toda la promoción del libro y del documental El Palestino refuerza la idea de que Salas visitó campos de entrenamiento terrorista (o paramilitar) en las cercanías de Caracas y que, de hecho, recibió allí enseñanzas sobre el manejo de armas de guerra y explosivos.

    Uno de los artífices de este “hallazgo” habría sido el “chino” Carías a quien identifica como responsable del “aparato militar” del Movimiento Túpac Amaru en Venezuela. De su relación con él dice: “me adoptó como si fuese su hijo”.

    Tal como se ve en el video, Carías le concedió una larga entrevista. Pero, además, dice el libro, le ofreció armas, le llevó a reuniones clandestinas en la Disip, le presentó a algunos históricos de la lucha como José Bastardo -el “viejo Bravo”-, a Issan S, un supuesto oficial de las milicias de Hizbullah, y le prometió ayudarlo a contactar a gente de las FARC y de ETA.

    También menciona a Carlos Alberto Ríos, alias Sidi o el musulmán -miembro de los Tupamaros- , como otro nombre “decisivo para mi adiestramiento paramilitar”.

    Recién en la página 470 aparece el relato de ese entrenamiento que tanto se explota en el documental. Es 2008, ya se ha leído unos cuantos manuales sobre armas, ha visto frustrados sus acercamientos a las FARC y finalmente recibe la llamada. El relato indica que “el palestino” fue llevado a un campo sobre el cual deduce que era una instalación oficial. Allí fue instruido en el uso de armamento y otras técnicas de combate por Manuel Esteban A.T., a quien identifica como coronel del Ejército.

    Pintas en la embajada de España hechas por simpatizantes de ETA.

     En algunos momentos parece que el asunto fue un solo día, en otros que se prolongó durante varias jornadas, pero no sabe dónde. Tampoco se encontró allí con terroristas de ETA o las FARC. Al parecer, fue el único alumno.

    Y si ese es el momento cumbre de su historia en términos audiovisuales, no menos importante es el pasaje en el que acompaña a Carías y su gente a grabar comunicados “terroristas”: la imagen del asesor de la comisión de medios de la Asamblea repartiendo armas es fulminante.

    Carías acepta que sí conoció al “palestino”. Y termina por digerir que fue engañado: “Es que existe un combatiente llamado Muhammad Abdallah en Medio Oriente. Cuando apareció por Caracas ‘el palestino’ se hicieron algunas llamadas a varios países para verificar su identidad y nos confirmaron que sí existía Muhammad Abdallah. Lo que él hizo fue suplantar al verdadero Abdallah”.

    Sobre esas secuencias en las que se ve entregando armamento de guerra a la gente que aparece en el comunicado, hace un desmentido: “El del video no soy yo. Yo no estoy en esa vaina. Ese es un montaje de los servicios secretos españoles para desprestigiar a la revolución y al comandante Chávez. Ellos saben que el peso político del Presidente está en los grupos de base sociales, que somos nosotros quienes movilizamos al pueblo. Por eso nos atacan”.

    Promesas:

    El Palestino es un libro escrito aplicando la receta del best seller con mayor o menor acierto según se vea. Y ofrece una visión bastante simplista de la realidad local. Su autor insiste en algunas cosas: en que el lector conozca el enorme esfuerzo que significó este trabajo, en que es un simple periodista sin apoyo de organismos policiales, en que muchas veces sintió que su vida estaba en peligro y en que su experiencia le condujo a una sincera conversión al Islam.

    Sin pretender desmerecer su labor, la lectura del libro no llega a cumplir algunas de las promesas que hace el documental transmitido originalmente por Antena 3.

    Ciertamente es gravísimo que su personaje haya llegado al punto de ser entrenado en el uso de diferentes armas por un supuesto oficial del Ejército. Lo grave es que a los venezolanos tal cosa ya no nos sorprenda. Pero en ningún momento logra establecer de manera firme -más allá de sus suposiciones- que sea en ese lugar desconocido por él mismo donde los terroristas de ETA y las FARC afinen su puntería.

    Hay pasajes en los que incluso se permite cierta “ligereza”, como cuando dice “me ponía a estudiar los manuales de armamento que me habían entregado los coroneles bolivarianos”, sin denunciar la identidad de esos militares.

    Y no hay exageración al decir que algo de esa ligereza se cuela en sus menciones a la presencia de etarras activos en el país (ver recuadro) y el trato “familiar” que le da a las personas con las que se topó durante su infiltración.

    Su intento por cruzar a algún campamento de las FARC se vio frustrado y la única oportunidad más o menos clara que se le presentó fue un encuentro en una pizzería con un supuesto enlace de la guerrilla en “una ciudad situada a unos 160 kilómetros de Caracas, hacia el oeste, en dirección a la frontera colombiana”.

    En todo caso, Salas logró engañar a más de uno. Su gran triunfo fue, no cabe duda, ganarse la confianza de El Chacal y la de sus hermanos y familiares. En más de una oportunidad afirma que fue él quien le dio impulso al Comité por la Repatriación de Ilich Ramírez y conectó de tal forma con el viejo terrorista preso en Francia que se convirtió en su webmaster y mano derecha en asuntos comunicacionales.

    ¿Qué fue entonces lo que encontró Salas? Lo que conocemos, lo irregular que ya se ve como normal: colectivos armados apoyados o “tolerados” por el Gobierno y líneas poco claras de simpatías con organizaciones que unos ven como luchadores sociales y otros como terroristas.

    De la ETA poco:

    Aunque El Palestino aporta la única fotografía reciente de Arturo Cubillas, salvo opiniones de otros nada revela sobre su supuesta actividad con ETA en suelo venezolano. Es cierto que el libro hace buen recuento de su trayectoria en el etarra Comando Oker y resume su “carrera” dentro de la administración pública. Pero de lo otro, nada.

    En más de un pasaje el autor asegura que tuvo acceso a la gente de ETA en Venezuela, pero hasta la última página lo que el lector encontrará es: un diputado al parlatino -Vidal C, ¿Vidal Cisneros?- quien le cuenta que conoce a etarras; un grupo de simpatizantes venezolanos que hicieron pintas en la sede de la embajada de España vestidos con camisetas con el emblema de ETA; la ikurriña (bandera vasca) pintada en un patio público de la sede de la Coordinadora Simón Bolívar; la mención del Café del Museo (en Parque Central) como centro de reunión de etarras recién llegados y la historia del fugaz momento en que “estrechó” la mano de Cubillas.

    Salas relata que Juan Contreras, director de la Coordinadora Simón Bolívar y hoy diputado suplente de la AN, le ayudó a “encontrar” a Cubillas. De hecho, califica a la CSB como “la mayor alianza de ETA en Venezuela”. En la CSB nunca han ocultado su simpatía con la causa nacionalista vasca, incluyendo en eso manifestaciones de apoyo a ETA. Pero Contreras, con quien Salas dice haberse reunido más de una vez, tiene otra versión: “Aquí vino una muchacha llamada Martha acompañada de un tipo al que le presté poca atención. Vinieron a preguntarme si los podía relacionar con las FARC y con ETA y lo que les dije fue que yo no conozco a nadie de esas organizaciones. Fue la única vez que los vi y ella era la que llevaba la voz cantante. El tipo ni habló”.

    Y resultó que lo estaban grabando. Contreras vio el documental y leyó partes del libro: “Ese es un refrito que insulta a la inteligencia del venezolano y desprestigia al periodismo. Parece una cuestión de los servicios de inteligencia extranjeros metiéndose en Venezuela y presentando ese supuesto triángulo con las FARC y ETA para enlodar al Estado bolivariano. Incluso lo de Cubillas no es más que otra excusa para presentar a Venezuela como un Estado forajido”.

    Contreras fustiga la presentación de la sede de la CSB como una suerte de “fortaleza” con alambradas: “Esas imágenes son de otro lugar”. Y deplora la “mala intención” de Salas: “La CSB tiene 17 años de fundada, pero en busca del amarillismo nos utilizan para decir que el Chacal, los vascos, las FARC, somos todos aliados y confundir a la gente. Ese tipo está al servicio de una causa: la de la derecha española, la causa del odio”.


    Por: Oscar Medina
    Internacional | Política
    EL UNIVERSAL

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