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    HomeElecciónesLuis Alfredo Rapozo: Ensalada de gallo »

    Luis Alfredo Rapozo: Ensalada de gallo »

    “Se habían pasado todo el año
    peleando como perros y gatos..”

     

    Prácticamente se les fue el tiempo en una sola disputa. A no ser por las travesuras que se hicieron el uno contra el otro, ambos no realizaron juntos nada positivo: Es como si el tiempo hubiese transcurrido solo para cada cual, en un mundo individualista, dando la idea, que la realidad de cada uno era insalvable e impenetrable. Pero, se hicieron la vida incómoda con perturbaciones y juegos de mal gusto.

    Tan solo quedaban ellos dos. Pancho, un hermoso y rosa cerdo criollo y Julián un gallo rojizo que más bien parecía una mascota y que tal vez el trato que le daba el señor Agapito, le hacía sentir alejado de la mesa o dentro de un caldo acompañado con vituallas y algunas mazorcas de maíz. Jamás le pasó por la mente a Julián, que algún día terminaría su regencia como el gallo que correteaba gallinas y picaba el mejor maíz. Mas bien, Julián pedía mas tiempo para seguir cantando, montado en lo alto del gallinero; cuidar las gallinas y dejar cría como si estuviese en el paraíso, sin nada que cambiara su hegemonía.

    Esa noche era fin de año y el señor Agapito no tenía nada qué comer en la despensa. Para colmo de males, las inusuales lluvias inundaron todo y hasta las hortalizas se habían perdido; muchos animales se ahogaron, otros huyeron aterrados por la tempestad o fueron víctimas del pillaje que exige el sobrevivir.

    Cuando Agapito vio la salida del sol la mañana del último día del año, le dijo a su hija Isabel: ”Me temo que sacrificaremos a Pancho”. Entonces, buscó sus herramientas y su cuchillo que usaba exclusivamente para desmembrar los animales y sacarles el cuero.

    En ese momento, Julián cantaba anunciando la salida del sol y vio el movimiento característico que describía la operación por venir. Y le dijo a Pancho con frases burlonas: “Esta noche comen pernil en casa, “pajarito” –mientras se reía y pasaba la punta de su ala por el pescuezo-, así que prepárate, je,je”.

    -Yo siempre he sabido-le respondió Pancho-, que no seré eterno y que mi final no es otro que servir de alimento al amo algún día y sobre todo en fecha de celebración. Esa es la regla del juego. Allá tu, que te crees eterno y piensas que no te llegará tu hora de entregar cuentas..

    El señor Agapito se acercó a Pancho y lo tomó por las patas traseras levantándole en “medio giro”, terciándole sobre su espalda para proceder a darle el vil garrote cochinero. Desde la espalda de su amo, Pancho pudo ver la olla hirviendo de agua sobre el fogón- que custodiaba Isabel-, y algunas papas, zanahorias, vaínitas, y cebollas que estaban sobre el mesón.

    Girando la cabeza hacia el gallo y abriendo la boca en un gran esfuerzo, Pancho alcanzó a gritarle a Julián mientras lo llevaban a su destino final: “Oye “pajarraco”, esta noche comerán pernil en casa, pero también habrá ensalada de gallo”.

    De esta manera, ambos animales que se pasaron todo su vida en discusiones improductivas , terminaron en la mesa el último día del año, mientras Agapito e Isabel daban gracias a Dios por el alimento recibido y pidieron que sus bienes fueran sustituidos, por algo mejor en el próximo año.


    LUIS ALFREDO RAPOZO
    luisrapozo@yahoo.es
    @luisrapozo

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