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    SEXO SIN TABÚ: Hacer el amor con sida

    Hay mayor cantidad de virus en el semen de un hombre infectado que en
    los fluidos vaginales de una mujer con VIH

    El condón vaginal garantiza el
    coito con personas con VIH

     

    Gisela sabe cuidarse a la hora del sexo con Carlos. No fue fácil disfrutar ese breve instante de felicidad. Tras una angustiante sesión de ambos con el terapeuta, la pareja accedió a mantener relaciones, a pesar de que esta mujer, de 36 años de edad y con hijos, forma parte de los 167.000 venezolanos tocados por el virus de inmunodeficiencia adquirida.

    “No es fácil que alguien, por más que te ame, acepte hacerte el amor a sabiendas de que estás marcada por una enfermedad altamente contagiosa”, explica la trujillana, que acude con regularidad a la Maternidad Concepción Palacios para recibir los antirretrovirales que les aseguran una existencia plena, a la que tiene derecho.

    Vidas compartidas:

    La de Gisela y Carlos es una historia de amor sedimentada sobre un cruel destino. Tras una relación matrimonial anterior, que abandonó porque mediaban las golpizas y los maltratos, ella decide rehacer su vida en pareja con Carlos, aquí en Caracas. Como tantas parejas que se levantan en medio de las penurias, tratan de sobreponerse a los problemas económicos, hasta que en 2007, luego de un año de estar juntos, Gisela queda embarazada y acude a la Maternidad Concepción Palacios, donde le hacen todas las pruebas para saber cómo evoluciona su organismo y cómo está el niño.

    “Cuál es mi sorpresa cuando me hacen la prueba Elisa y me diagnostican sida. ¡Dios mío! Estoy infectada de VIH; pero, además, tenía sífilis y hepatitis B. Los médicos veían que no estaba bien. Lloré, lloré, lloré desconsolada, y me preguntaba por qué a mí, después de haber estabilizado mi unión con Carlos, un hombre tan bueno”.

    Gisela confiesa que cuando se entera de que tiene sida, una de las cosas que no podía comprender era por qué a ella, mujer, cuando daba por sabido que el VIH sólo contagiaba a los homosexuales, a las trabajadoras sexuales y mujeres promiscuas.

    El drama alcanza el punto más crítico cuando Carlos se somete a la prueba y no resulta seropositivo. Gisela vio encima una catástrofe: “¿Si no fue él, quién me había contaminado a mí?”.

    “Carlos, que hasta ese momento era bello conmigo y teníamos relaciones sexuales normales, no quiso hacerlo más, ni siquiera con protección. Se descontroló, realmente no supo reaccionar a la noticia”, recuerda Gisela. Hasta que tras unos meses, con la ayuda de psicólogos que los trataron en la maternidad, Carlos franqueó la puerta del miedo y aceptó el desafío de prolongar su amor a Gisela en la cama.

    Salvo una prohibición: cero sexo oral, cero sexo anal.

    Salvado por el condón. Se sabe que el segundo impacto que golpea a la persona a la que el médico le acaba de revelar que es portadora de sida es la imposibilidad de consumar el sexo. La primera, obviamente, es que con la noticia de que padece de VIH surge la idea de la cercanía de la muerte. La tercera: la pérdida de su mundo social.

    Si hay un elemento simbólico que soporte con extraordinaria lucidez la valentía de los pacientes de sida es el deseo de sobrellevar sus vidas, como cualquier persona que espera en la acera a que pase el autobús. Gisela no se rinde, y cuando el deseo, que permanece intacto aun con sus quebrantos, le exige acostarse con Carlos, acude al condón vaginal, funda de poliuretano que le brinda más control en protegerse a sí misma y a su pareja.

    El poliuretano no presenta efectos secundarios ni es afectado por cambios de temperatura, además de ser más fuerte que el látex. El condón vaginal es más amplio que el de los hombres y tiene dos anillos: uno abierto y otro cerrado.

    El condón femenino protege más contra ETS porque cubre gran parte de los genitales femeninos y la base del pene.

    Gisela y Carlos luchan con optimismo contra la tragedia, a sabiendas de que no resulta cómodo explicar a familiares y amigos que uno de los dos porta el virus que ha matado en el planeta a más personas que una guerra.

    “Yo me pongo mi condón vaginal y lo hacemos tal y como nos lo enseñaron, y hoy en día hacemos el amor muy bien.

    Tengo dos hijos, uno del primer compañero que me golpeaba y ahora este bebé hermoso de él, que tiene dos años y es una bendición de Dios”, dice Gisela, en un breve intento por mostrarse feliz. Recuerda: “Lamentablemente tengo sida, pero soy una mujer de pocos recursos y por lo tanto en la Maternidad Concepción Palacios me suministran los antirretrovirales. Ya disminuí mi sífilis y se me quitó la hepatitis B”.

    Diana Irazábal, perteneciente a la ONG Red de Mujeres en positivo, explica que en las relaciones sexuales, el virus del VIH se transmite de hombre a mujer mucho más fácilmente que de mujer a hombre porque hay mayor cantidad de virus en el semen de un hombre infectado que en los fluidos vaginales de una mujer con VIH. En la mujer, el tejido de la vagina y el recto es mucho más vulnerable a contraer infecciones que el tejido que cubre el pene. De manera que durante el coito, la vagina mantiene un contacto extendido con los fluidos seminales, lo que conlleva a más oportunidad de infección. “Tener sida no es una lucha, es un revivir”, enfatiza Diana quien carga encima su VIH.


    Por: ELIZABETH ARAUJO
    Salud | Sexo
    EL NACIONAL

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