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    El Editorial: Revolución hundida, Las penurias de Cuba

    Las penurias de Cuba

     

    Ayer los cubanos salieron a las calles a celebrar el año nuevo y también el 52 aniversario de una revolución que está boqueando, martirizada por medio siglo de errores garrafales en la economía y de innumerables sacrificios en nombre de un futuro mejor que jamás llegó. En verdad, si algo se hubiera podido celebrar genuinamente es el inicio de un periodo obligado de rectificación que de ahora en adelante permitirá darle dinamismo a la propiedad privada, que es inherente a la creación de riqueza y prosperidad.

    Si bien a estas alturas nadie le quiere comprar a los hermanos Castro ni la mitad de una promesa, lo cierto es que a este par de fracasos ambulantes no les queda otro camino que abrir el régimen cerrado que le impusieron a la isla durante más de medio siglo y aceptar a regañadientes que la propiedad privada es la única vía que puede salvar a Cuba de una hambruna, de la miseria generalizada, del desplome del sistema de salud y de la caída brutal en la calidad de los servicios que se prestan a la población.

    La perversidad de la economía comunista es tal que esclaviza las necesidades y los sueños de los seres humanos a una serie interminable de enfrentamientos propagandísticos y, desde luego, a crisis políticas permanentes, que en nada se vinculan con una mejora de las condiciones en que vive el pueblo. Esa esclavitud ideológica reduce todo a la voluntad de una élite política y a veces familiar que exige el sacrificio de una generación para que la próxima pueda vivir mejor. Luego de 52 años, ese argumento se degusta en la boca como una galleta rancia que induce al vómito entre los jóvenes cubanos.

    Nada le vino mejor a Raúl Castro que la enfermedad de su hermano Fidel. Prácticamente le cayó del cielo porque, al ser menor en edad y pensamiento, sabía que su puesto en la historia no pasaría de la segunda fila. Hoy, Raúl recoge alegremente los frutos inesperados de una mala práctica de los “mejores médicos del mundo”. Esa operación gastrointestinal sorpresiva por la crisis que hizo Fidel en un vuelo interno hacia La Habana cambió el curso de la historia, más que la invasión de Bahía Cochinos y todos los intentos de la CIA por mandar al otro mundo al barbudo.

    Claro que, como lo ha vivido cualquier cirujano, operar a una personalidad relevante es un reto que nadie quiere y que puede ser una pesadilla. Pero operar a Fidel Castro va más allá: es un reto histórico y un boleto directo a las prisiones del régimen.

    Por fortuna para esos médicos cubanos, la intervención superó, luego de ciertos desaguisados, las expectativas y salieron medianamente ilesos, aunque el círculo íntimo de Fidel llamó a un reconocido médico español para que “diera fe” de que todo estaba bien hecho. Hubo un OK y todos respiraron tranquilos.

    Pero la verdadera operación quirúrgica fue la de Raúl Castro, cuando extirpó el socialismo puro y ordenó eliminar “medio millón de puestos de trabajo estatales”.


    Por: Redacción
    Política | Opinión
    EL NACIONAL

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