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    El Editorial: Marcha necesaria, El 23 de enero

    La oposición está convocando para una gran marcha 
    que se realizará este domingo 23 de enero en Caracas

     

    Nada más conveniente para el país que, con motivo de esta fecha que recuerda y celebra la caída de la dictadura del general Pérez Jiménez, se reúnan los ciudadanos para invocar la democracia como la más perfecta forma de gobierno y la que expresa mejor el sentir de libertad de todos los venezolanos.

    Es justo recordar que en enero del año 1958 gobernaba el país una peste militar que, tal como hoy, había reunido en torno a la figura presidencial todos los mecanismos del poder, dejando a un lado cualquier institución que hiciera contrapeso a las arbitrariedades que se cometían desde Miraflores. Para desgracia de Venezuela, los mandos militares actuaban a su antojo en los distintos ámbitos de la república y, como sucede ahora, los civiles eran apenas un atajo de focas que marchaban en la dirección que dictaban los generales de la dictadura.

    El general Pérez Jiménez estaba convencido de que gobernaba en nombre del pueblo, y que el manejo de los asuntos del Estado estaba en buenas y pulcras manos. Se daba el lujo de organizar desfiles cívico militares para recibir los aplausos de los caraqueños, y mostraba las novísimas adquisiciones de su maquinaria de guerra. Caracas se veía conmovida por el vuelo de bombarderos, cazas, aviones de transporte. Los paracaidistas constituían una de las joyas emergentes de las fuerzas armadas.

    Pero mientras el dictador mostraba su circo en Los Próceres, en el resto del país se acumulaban los problemas producto de una corrupción rampante que convertía los dineros del tesoro público en fuente inagotable de riqueza para los militares y los particulares vinculados al poder. Al igual que hoy, los familiares cercanos al presidente, a sus ministros y a las fuerzas armadas copaban los cargos públicos y desde allí operaban para arrimar dineros públicos a sus bolsillos privados.

    Quienes se atrevían a denunciar estos hechos, o se entregaban de lleno a la acción política para restaurar la democracia y la decencia en Venezuela, eran perseguidos, torturados y encarcelados. Muchos debieron salir como exiliados, en precarias condiciones de salud y de dinero para subsistir en el extranjero.

    Fueron años de oscuridad, desesperanza pero también de luchas incesantes. Fue una gran sorpresa para el régimen dictatorial que desde todos los barrios y urbanizaciones, desde los sindicatos y desde las universidades se levantara una rebelión que no pudo ser contenida jamás.

    El actual gobierno debería verse en ese espejo si sigue cerrando las puertas a la expresión política de la oposición democrática, si quiere insistir en administrar los dineros públicos sin planes ni controles, si no persigue la macro corrupción en Pdvsa y en las empresas del Estado, si se empeña en mantener presos a civiles y militares que están tras las rejas por juicios amañados.

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