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    Eli Bravo: “La perversión del poder ha trastocado por completo a Hugo Chávez”

    Va por la segunda edición de una novela en la que mezcla una travesía por el Caribe, la decisión de emigrar y la política en Venezuela.

    Eli Bravo, exiliado en Miami

     

    El canal donde el joven periodista se hizo famoso con Sonoclips, una revolución en la pantalla nocturna venezolana, ya no existe: el presidente bolivariano cerró Radio Caracas Televisión en mayo de 2007. “Entre la autocensura, el agotamiento de la audiencia y algunas persecuciones como las que recibe Globovisión, se ha bajado dramáticamente el tono de oposición”, dice. “Los medios venezolanos se han vuelto muy cautelosos.”

     Bravo ha presentado la novela Una ola tras otra en Miami, donde vive. La historia del libro es, en parte, la decisión de esa mudanza y una crónica de la agitada vida política en su país de origen. Mientras el presidente Chávez ascendía en 1999, Bravo preparaba el lanzamiento al año siguiente de Radio Global, que desde Miami se transmitió en vivo a 14 ciudades en su país. Y el 11 de abril de 2002, mientras un levantamiento militar y una manifestación masiva sacaron a Chávez del poder por 47 horas, Bravo ponía proa a su país en un velero, el mar Caribe menos revuelto que su vida interior.

    “Se había acabado mi trabajo, me había divorciado: ¿qué iba a hacer en Miami? Fui a Venezuela porque allí iba a seguir mi vida. Pensaba que iba a llegar a un sitio, pero cuando llegué el sitio era otro y yo era otro también. No nos entendimos. Pensaba que algo me estaba esperando en Venezuela, y no era así.”

    –El predicador Chávez, la polarización y el odio

    –Los tres cuadernos de bitácora de aquel viaje inspiraron Una ola tras otra (ver nota relacionada). ¿Cómo ingresó a la trama la política?

    -No era el tema pero me parecía importante. En primer lugar, porque define mucho lo que sucede con el personaje, y lo que hubiera sucedido conmigo también, quién sabe… En el fondo, traté de contar el grado de compromiso y obligación que los inmigrantes tenemos con un país en el que ya no vivimos. Arde Troya y no vivo en Troya pero soy troyano: ¿me quemo o no?

    Ojalá de todas las cosas que han pasado en Venezuela puedan surgir muy buenas novelas que cuenten este momento histórico. Todavía quizá hace falta que el proceso decante para que se pueda escribir sobre la polarización y las divisiones.

     –En su descripción, Chávez parece un orate. ¿Cómo lo ve hoy?

    -Manipulando medias verdades se ha envuelto cada vez más en el poder, hasta el punto de que la perversión del poder lo ha trastocado completamente. Quizás en los orígenes existió allí un idealista revolucionario romántico, con un afán de justicia social y de cambios en un país que ciertamente estaba cargado de inequidades y que encerraba un conflicto interno que no había aflorado. Chávez aprovechó el descontento, agitó las tensiones, polarizó, captó mucho capital político pero no transformó eso en un movimiento realmente de desarrollo.

    –¿A qué atribuye ese fracaso?

    -A las contradicciones de las revoluciones, que destruyen un orden para instaurar uno nuevo y al final ese nuevo orden traiciona sus ideales iniciales. No es una situación nueva, pero en su cabeza creo que él sigue pensando que es demócrata. Él es un tele-evangelista de primera.

    Se ve muy claro en The Chávez Show, un programa de la serie Frontline, de PBS [http://www.pbs.org/wgbh/pages/frontline/hugochavez/espanol/view/]. El documental trabaja con el programa dominical Aló Presidente y retrata a este hombre que gobierna a través de los medios, con este discurso de predicador que cautiva a las masas. Es un tipo tremendamente carismático, súper inteligente, un animal político y un hombre que sostiene las riendas del poder con fuerza: ha aprendido a manejarlas y no las quiere soltar.

    –¿Qué pasa con la sociedad civil venezolana?

    -Se dice que el 60% de la población no está con la oposición ni con el gobierno. Creo que hay una gran desmoralización. Y cuando la gente cree que no tiene escapatoria se adormece, se hace más dócil. Pensaba que esto iba a ser un proceso corto, pero ahora me doy cuenta que no, que va a ser muy largo. Chávez va a estar en el poder por décadas.

    –¿Eso es posible dada la dinámica de polarización actual?

    -Las encuestas dicen que Chávez es un hombre todavía popular, aunque va a empezar a afectarle la situación económica, y esa misma conflictividad. Pero ha desmoralizado a sectores importantes. Si bien hay una sociedad civil democrática que es muy batalladora y logra victorias como obtener un porcentaje importante en la Asamblea Nacional o ganar algunas gobernaciones, llega a un terreno minado por la Ley Habilitante y el marco que desactiva la institucionalidad.

    Y aquí entra un componente de odio, que está muy presente y se ha exacerbado. Ya no hablamos del debate democrático sino que empieza a haber un revanchismo y un enfrentamiento muy agrios. Eso me duele mucho cuando voy: hay un odio (justificable o no: eso es otra cuestión) tremendo. La gente no habla de los chavistas ni de los antichavistas, sino de los otros. Se ha creado una barrera y Chávez lo ha sabido capitalizar.

    Elogio de la cursilería:

    Inicialmente Bravo quiso hacer una crónica de viajes. Ya había escrito ficción (los relatos de Tan insaciable como la muerte) y periodismo (Caldo de cultivo) y se proponía utilizar de modo narrativo los datos reales de la travesía. “Al mes me di cuenta que no había pasado de una semana del relato y tenía 50 páginas. Me dije que eso no tenía sentido”, dijo. De ese problema nació Una ola tras otra.

    -Así creó a Andrés, un alter ego que le permitió lograr “el distanciamiento y las licencias necesarias para recrear, ajustar, aderezar, endulzar. Me resultó más fácil poner la experiencia en su voz y que el lector no me relacionara tan directamente. Si bien uno no debe pensar en el lector, imaginaba que la gente que conoce mi trabajo se preguntaría qué me había pasado a mí”.

    –¿Le resultó liberador?

    -En un sentido sí, porque me permitió escribir más sobre mí, utilizar mi experiencia como una buena excusa para hablar de otras cosas. Me permitió indagar más en mí y no tener miedo a contar las cosas. Y, sobre todo, no tener miedo a ser cursi cuando uno las cuenta.

    –¿Defiende la cursilería?

     -Ser cursi es lo máximo si sabes ser honesto y sabes dosificar, porque tampoco hay que empalagar. Pero cosas que noto, y la respuesta que recibí a este libro me ha permitido comprobarlo, es que todo el mundo es muy cursi. Hay gente que lo disfraza mejor que otra, o gente que se niega a vivir ciertos sentimientos por miedo a lo que van a decir de ella. Pero cuando uno cuenta las cosas de manera honesta inevitablemente va a rozar la cursilería, porque hay cosas que no se pueden contar de otra manera.

    –Su relato apela a la simbología clásica del viaje pero la interviene con anomalías: el personaje usa unGPS y se marea al navegar. ¿Por qué?

    -El viaje es un elemento narrativo muy poderoso, aunque la idea se ha distorsionado mucho: creemos que es el tour de siete días por ocho ciudades. Eso es un traslado, un itinerario; yo inicié este viaje con la fantasía de navegar a Venezuela desde Miami, sin prisa y abierto a la transformación interna. En La Odisea no vemos sólo el deseo de Ulises de regresar a Ítaca, sino el viaje que lo transforma.

    Pero, claro, mi viaje tenía características peculiares: yo no soy marinero, sin GPS no hubiera llegado; mi estómago es muy cobarde; hice una travesía muy cómoda, en un velero por un trayecto donde pasan miles de personas cada día. Por eso metí elementos contemporáneos. No fue la gran aventura, ni el Caribe es el Estrecho de Magallanes… Pero no importaba qué tan grande fuese la aventura: era la mía.

    Migración: los hispanos y los Estados Unidos

    Bravo comenzó su carrera en Radio Capital y Circuito Unión Radio, y sobre el éxito de su programa matutino Cualquier cosa, favorito de la audiencia, viajó a los Estados Unidos para ser imagen de People + Arts.

    “Llegué con la idea de quedarme un año. ‘Esto está bien -decía-, pero ya tú sabes: yo estoy por un rato. Primero fue un año, luego dos, y así cuatro, sin terminar de echar la raíz”, recuerda. Trabajó para Discovery Communications y presentó a diez millones de hogares en América Latina la serie Vidas, de BBC.

    Luego llegó a Radio Global y en breve comienza, en Actualidad 1020, Una acción a la vez, un programa que se combinará con la web de estilo y calidad de vida. Mientras prepara el lanzamiento sigue con sus columnas en el diario El Universal de Caracas.

    De un proyecto a otro, antes de que se diera cuenta llevaba una década de inmigrante en Miami. El tema aparece en su novela y es el centro del nuevo libro en el que trabaja ahora.

    “Creo que es el gran tema contemporáneo: la marea humana, un fenómeno que nunca se había visto. Si alguien nos observara como un entomólogo a los insectos, advertiría que el fenómeno migratorio está redimensionando la identidad del ser humano. El tema de la creación de la identidad del inmigrante me pareció fabuloso.”

    –¿Cómo fue su experiencia?

    -Luego del shock que me produjo el viaje a Venezuela creyendo que allí seguiría mi vida, entendí que en la medida en que tú creas tu identidad como inmigrante puedes plantarte en el lugar donde estás. En los cuatro años previos había estado en un mientras tanto eterno.

    –Sin arraigarse en el nuevo territorio.

    -Creo que los inmigrantes de hoy no terminamos de echar la raíz, a diferencia de la migración de mi abuelo libanés y canario: él dejó todo atrás, no tuvo cómo saber siquiera lo que pasaba en los lugares que dejó. Hoy en día no terminas de echar las raíces: empiezas a ser bi-cultural.

    Creo que la relación se hace sana cuando superas la nostalgia y estableces una relación en términos más reales con el país que has dejado. Venezuela es para mí una geografía que siempre va a estar allí, una cotidianidad que ya no me pertenece, un mundo ajeno donde tengo sin embargo el cariño de mis amigos y mi público. Eso me ha permitido plantarme acá y entenderme como un inmigrante.

    –¿Cómo observa a los hispanos en los Estados Unidos actuales

    -Está el hispano nacido acá y el inmigrante, y entre ellos están el recién llegado y el que está instalado hace años. El tema del extrañamiento es fuerte en nuestras comunidades, sobre todo cuando son inmigraciones que han sido parcialmente forzadas, que ha sido el caso de la venezolana: gente que por la inseguridad o las condiciones han tenido que dejar el país y conserva la idea de regresar. En cambio, el latinoamericano que lleva diez años ya se paró en los dos pies acá. Y los hispanos de segunda generación, más.

    –¿Producimos una transformación de la sociedad?

    -No creo que los Estados Unidos se vayan a hispanizar: encuentro exagerada esa idea. La tasa de crecimiento de los hispanos es más grande en la segunda generación, es decir en los hijos de latinoamericanos, que son estadounidenses. Con su flavor, sí, pero de corazón estadounidense.

    Más que se hispana, creo que la nueva identidad que se está creando en los Estados Unidos es multicultural. El término quizá está pasado de moda, pero es un hecho que el país está cada vez más impactado por la integración y el entendimiento de la diversidad.




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