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    HomeElecciónesIGNACIO ÁVALOS: Dame tu pin

    IGNACIO ÁVALOS: Dame tu pin

    El blackberry se ha convertido en un artefacto de moda.

    El robo de blackberrys ya parte
    del paisaje urbano nacional

     

    I.

    No lo uso, debido a razones asociadas a neurosis particulares que algún día, supongo, habré de ventilar en el diván clínico. Pero sé, desde luego, que se trata de un aparatico mágico que hace de todo y difícilmente haya otro dispositivo técnico que exprese más claramente a la sociedad de la información y, si se quiere, a eso que podría llamarse la ciudadanía digital, con sus cosas muy buenas y también con las malas, que también las tiene, según asoman algunas investigaciones científicas.

    De acuerdo con los números, nuestro país es un gran consumidor de blackberrys, a pesar de que su precio oscila entre 395 y 1.534 dólares y no guarda, por tanto, relación con las magnitudes dentro de las que se mueve la economía doméstica del venezolano promedio. Las ventas se han triplicado en los 2 últimos años y las cifras nos ponen en el tope latinoamericano, donde nos codeamos con algunos países industrializados. El pin se nos ha convertido en información indispensable para la relación social.

    Las razones deben ser muchas y variadas y, conforme indican los estudiosos del tema, tiene que ver con el “consumismo venezolano” (elevado a la categoría analítica para explicarnos), vinculado al hecho de ser una sociedad cuyo guión de desempeño viene estructuralmente redactado por la renta petrolera, un hecho que nos ha marcado desde hace largo rato y el cual no se puede soslayar ni siquiera ahora que, conforme se nos predica, vamos en camino hacia el socialismo del siglo XXI, incluido “el hombre nuevo”, supuestamente más austero y frugal en su modo de vida, al menos eso decía el Che Guevara.

    II.

    El otro día asesinaron (a estas alturas ¿nos debería extrañar?) a una muchacha para robarle su blackberry. No es la primera víctima ni, me temo, la última, aunque otros han corrido mejor suerte, les han quitado el aparato, pero no han pasado del susto, si acaso de algún empujón. No sé si haya estadísticas al respecto (en algunas cosas importantes, como ésta, el país no suele saber dónde está parado), pero el robo de celulares y blackberrys ya es un dato normal del paisaje urbano nacional, constatado por cualquiera.

    Obvio, pues: hay robos porque es posible el mercado negro de blackberrys, allí se encuentran a precios más asequibles para los compradores-cómplices. Cualquiera se pregunta, entonces, a punta de puro sentido común, si no podrá el Estado concertar con las correspondientes empresas un menú de medidas legales y técnicas, a fin de que estos aparatos no puedan ser revendidos por quienes los roban.

    ¿Cuántas víctimas nos está representando esta inexplicable omisión? Como ciudadano uno siempre tiene la impresión de que nuestros gobernantes, inmersos como se encuentran en la estratosfera de la épica revolucionaria, rompiendo paradigmas a diestra y siniestra, suelen carecer de la mirada necesaria para ver las cosas que gobiernan nuestra cotidianidad.

    Paradoja: nuestro Estado crece y crece, abarca y abarca, mientras se vulnera cada vez más el ámbito de lo público, en donde transcurre la vida de la gente.

    Harina de otro costal Paul Krugman escribió hace algunos días que no iría a la reunión mundial de Davos.

    Dicho en cristiano expresó que no le interesaba, que no tenía nada que buscar en los Alpes suizos, encima tan fríos. Él sabrá por qué lo dice, desde luego, pero a uno, que no es premio Nobel, ni nada que se le parezca, se le antoja, sin embargo, una reunión importante.

    Es una ocasión, pareciera, para ver la crisis económica de los últimos años admitiendo que se trata de una crisis medular del sistema capitalista y analizar como éste ya no implica un modelo único e infalible, el fin de la historia, según dictaminó Fukuyama, sino que ahora se expresa según otras variantes que integran un combo que lleva consigo rasgos políticos autoritarios de diversa especie. Analizar, pues, cómo hizo agua el binomio invencible de capitalismo y democracia, en el marco de una globalización que sigue dejando a muchos del lado más oscuro.

    Lamentable, de paso, que esto ocurra al tiempo en que a cierta izquierda política le cuesta reinventarse y aún sucumbe a las reminiscencias del socialismo real, el que se deshizo con el muro alemán.


    Por: IGNACIO ÁVALOS
    iavalosg@cantv.net
    Política | Opinión
    EL NACIONAL

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