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    HomeEconómiaEl Editorial: Miedo y gasolina, Derroche rojo rojito

    El Editorial: Miedo y gasolina, Derroche rojo rojito

    Miedo y gasolina

     

    En su presentación ante la Asamblea Nacional, el ministro de Energía y Petróleo descartó que se previera un aumento en el precio de la gasolina. Añadió que no tenían pensado imponer un racionamiento: “Lo que hemos dicho es que se debe hacer un uso racional porque no podemos seguir en una actitud derrochadora de nuestros recursos naturales”.

    No admitió el ministro que un precio que -según él mismo- es el más bajo del mundo, es en sí mismo la principal fuente de despilfarro. El presidente Chávez sí parece comprenderlo a veces, como cuando ordenó un aumento que nunca se hizo efectivo.

    “En verdad es una grosería venderla a ese precio, mejor sería regalarla”, dijo en esa oportunidad.

    Ahora, cuando no le cuadran las cuentas y se ve precisado a endeudar más a Pdvsa para evitar la quiebra, ha vuelto a acordarse de ese viejo problema. Pero tiene muchísimo miedo de tomar medidas para enfrentarlo.

    Sabe que un incremento de los precios de la gasolina provocaría protestas y le daría el golpe de gracia a su muy menguada popularidad. De paso, provocaría un aumento insoportable en una inflación que ha desbordado a su gobierno. Por lo que al final no hace nada, salvo proponer campañas publicitarias.

    El ministro, entre tanto, para justificar los temores de su jefe y echar una jaladita, desempolvó viejos argumentos según los cuales un pueblo al que la providencia dotó con grandes reservas de petróleo tiene el derecho de consumirlas. Esto es, de derrocharlas.

    Este razonamiento de tener precios bajos porque somos productores lo utilizaron Rómulo Betancourt y Juan Pablo Pérez Alfonso en la década de los 40, cuando el precio de la gasolina en Venezuela era mayor que en Estados Unidos y lo fijaban las transnacionales. Entonces era válido. Pero ahora el precio en Estados Unidos es 37 veces mayor que en nuestro país. Sólo por la necesidad de ahuyentar el pánico rojo rojito a tomar decisiones y la infinita capacidad de adulancia de quien lo esgrime, se le ha querido adaptar a nuestra época.

    Lo peor es que el consumo indiscriminado de los combustibles no sólo es derroche, sino pérdida. Porque se les expende a un precio menor al de su costo, y para pagar el subsidio se debe desembolsar dinero que pudiera destinarse a la construcción de viviendas, por ejemplo.

    Estas pérdidas crecerán aún más si no se enfrenta el problema porque, con la inflación desbocada y las devaluaciones crónicas, mantener el precio de la gasolina significa reducirlo en relación con otros bienes. Hoy, llenar un tanque de gasolina de un automóvil pequeño cuesta casi lo mismo que un chocolate Toronto.

    Del subsidio quienes obtienen mayores beneficios son los adinerados, debido a sus patrones de consumo, como también ya lo espetó alguna vez el presidente Chávez. El pueblo, mientras tanto, disminuye su consumo de energía porque no tiene carro y porque ni siquiera encuentra bombonas de gas para cocinar sus alimentos. ¿Es esto un uso racional?


    Por: Redacción
    Política | Opinión
    EL NACIONAL

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