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    El Editorial: El general y su Asamblea

    “la marina tienen un barco y
    la aviación tiene un avión…”

     

    No hay forma ni manera de que la claque civil bolivariana se despoje de esa perversión íntima que le produce un general uniformado y con medallas colgándole en el pecho. Se parecen a esas quinceañeras a las cuales les cantó Billo Frómeta y su orquesta con aquella letra ripiosa de “la marina tienen un barco y la aviación tiene un avión”.

    Pues bien, la nueva Asamblea Nacional, en su parcial versión roja rojita, ahora tiene su propio general, que cuando le habla en Ciudad Bolívar hace que se le mueva el corazoncito con furiosa euforia.

    El problema parece radicar en el uniforme porque cuando habla un general vestido de civil no es lo mismo ni produce el mismo efecto entre la arrobada tropa de diputados chavistas. De manera que el fenómeno tiene su raíz freudiana y debe estudiarse a fondo y con minuciosidad para ayudar a comprender la psiquis de la nueva Venezuela socialista que lleva doce años en el poder pero que aún no encuentra su verdadera identidad en este mundo de ensueño.

    Claro que la bancada de la oposición en la Asamblea Nacional no quiso por “conservadora y retrógrada” acudir a la cita en Ciudad Bolívar, aduciendo que en nada le parecía conveniente que el orador de orden fuera un general en jefe, de cuyas lustres poco conocemos los ciudadanos comunes y corrientes. Pero algo debe tener ese señor para que lo escogieran sus fans rojitos en la AN.

    Lo cierto es que fue una actitud correcta y sensata que la oposición no acudiera a ese sarao que, en verdad, no parecía una sesión especial de la AN sino un baile en algún Círculo Militar, tal era el número de uniformados que rodeaba el escenario. De manera que lo mejor hubiera sido escenificar una batalla o algo por estilo para aprovechar la movilización de los oficiales y la tropa.

    Lo que no se entiende es por qué se escogió a ese general en cuestión, que carga consigo una larga lista de supuestos señalamientos nacionales e internacionales que no son precisamente los que deben adornar a un alto oficial.

    Sea lo que fuere, mal intencionadas o no las acusaciones, la actitud del Gobierno no ha sido la más correcta porque lo que se impone es abrir una investigación seria y exhaustiva que permita despejar cualquier duda o infundio en la hoja de vida de un general de la república, para proteger de esta manera su reputación y, por extensión, la de la Fuerza Armada.

    Cuando irresponsablemente se le coloca, como ha ocurrido ahora, bajo la intensa luz de la opinión pública, se le hace un flaco favor tanto a él como a la directiva oficialista de la Asamblea Nacional. Pero el daño es aún mayor cuando se utiliza a un alto oficial para provocar, con toda la mala intención, una crisis parlamentaria que rompe con la propuesta del Presidente de abrir un diálogo sincero con la oposición. No hay que ser una biblioteca andante para darse cuenta de que un orador como el escogido iba a levantar ronchas y desaires en ese acto protocolar.


    Por: Redacción
    Política | Opinión
    EL NACIONAL

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