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    HomeMundo & America LatinaLa Habana: “En Cuba el que no roba, no vive”

    La Habana: “En Cuba el que no roba, no vive”

    Antes de exiliarse, Lissette Bustamante fue una periodista del poder. Habló sobre el libro en el que retrata íntimamente al presidente cubano Raúl Castro.

    “Aquí han dicho que
    soy una comunista”

     

    Cuando se presentó en la última Feria del Libro de Miami, un compatriota la increpó: “Tú vives a costa de los Castro. Tú siempre has lucrado con los hermanos Castro”. El silencio duró apenas segundos, rasgado enseguida por la ironía de la mujer que dejó la isla hace 19 años: “Lamento no formar parte de ese grupo. Desde que llegué aquí me gano la vida cuidando los niños y limpiando la casa de una familia de millonarios en South Beach”.

    A continuación se desató la batahola habitual en esta playa cuando los cubanos -casi 800.000 habitantes que han hecho de la zona un espacio latino: hay que ir hacia los callos en el sur o Fort Lauderdale en el norte para escuchar inglés- pronuncian la palabra que empieza con C -y no es el nombre de su país sino el de los hermanos gobernantes desde 1959.

    “Aquí han dicho que soy una comunista”, comenta Bustamante (ver nota relacionada) en un café de Harding Avenue y 71st Street. “Estoy harta de la censura y la intolerancia. Sin leer mi libro, opinan: ¿hasta dónde puede llegar la ignorancia?”.

    En aquel momento las autoridades cubanas le negaban la entrada a su país. Al día siguiente del episodio en la Feria del Libro, su madre recibió un llamado en su casa de La Habana. “Le dijeron que si yo quería me podía repatriar. ¡Al día siguiente, a las 8 de la mañana! Le quiero dar gracias al que informó de lo que pasó”, dice con ironía. “Pero no acepté. La repatriación son palabras mayores. Me tendrían que respetar muchas cosas: que vuelva a escribir de política, por ejemplo. Lo que tampoco puedo hacer en Miami. Escribo en medios españoles”.

    Testigo directo de los Castro:

    “La muchachita preguntona”, la llamó el hombre fuerte de la Revolución Cubana cuando se conocieron. Ella era una periodista joven y desubicada que le preguntó por qué Pablo Milanés y Silvio Rodríguez sufrían censura. Todavía no eran las figuras oficiales de la música cubana; inclusive Milanés había pasado por las Unidades Militares para la Ayuda de Producción (UMAP), los campos de trabajo para rebeldes, hippies y homosexuales que reemplazaban el servicio militar.

    El actual mandatario, en cambio, la comparaba con la célebre italiana Fallaci: “Nuestra Oriana cubana”. También la bautizó “jenjidilla”, mezcla de jején con ladilla. Bustamante saca una cartulina de su escritorio y la extiende. “A Lissette”, se lee en la tarjeta. “Con mi admiración por tu constancia, entre otras cosas. Afectuosamente.” La firma tiene una R dentro de la C de Castro.

    Esa proximidad es el eje de Raúl Castro: a la sombra de Fidel: más que una biografía, como presume la editorial, es un testimonio sobre el presidente cubano desde la ubicación privilegiada de Bustamante como periodista del poder.

    El texto muestra a un hombre del que se sabe mucho menos que del extrovertido hermano mayor. Fuera de sus años en la Sierra Maestra, su matrimonio revolucionario con Vilma Espín, su inclinación por el trabajo en equipo en lugar del brillo estelar del hermano mayor y su récord mundial a cargo de un Ministerio de Defensa, poco se conoce sobre la personalidad del actual mandatario.

    Querido ministro:

    “Desde que llegué a Madrid en 1992 -dice Bustamante- empecé a escribir sobre los problemas entre él y Fidel. Sucede que antes Raúl era un personaje gris y era muy difícil que alguien quisiera publicar algo sobre el hermano de Fidel. Mucho menos sobre cómo él había intentado cambiar las cosas.”

    Entonces el destino la alejó de su trabajo en un periódico español y le dejó tiempo para escribirle una carta (ver nota relacionada) al mandatario. El texto creció hasta convertirse en el prólogo para Raúl Castro: a la sombra de Fidel. “Empieza como algo privado, que le iba a enviar. Cuando mi libro anterior, Jineteras, tuvo mucho éxito en España, el editor de Martínez Roca me preguntó si tenía otro proyecto. Le enseñé mis fotos con Raúl. Y empecé a escribir el texto tal como salió.

    –¿Cómo es Raúl Castro en el trato cotidiano?

    -Campechano, chistoso, cálido. Eso quise mostrar en el libro: el lado humano de Raúl Castro.

    –¿Y en el ejercicio del poder?

    -Un mal necesario.

    –¿Más necesario que una apertura política?

    -¿Y por qué no? ¿Porque asumió sin elecciones? ¿Porque los Castro parecen una monarquía? Hablamos de un pueblo que no conoce la libertad: ¿qué pasa si le abres la mano? En los países del Este europeo se montó un sálvese quien pueda y las mafias se consolidaron sobre la corrupción del sistema comunista. En Cuba viene un periodo muy duro.

    Diferencias entre Fidel y Raúl Castro:

    –¿Qué papel juega en ese período su retratado?

    -Raúl quedará en la historia como el hombre que inició los cambios en el poder. Él se llama a sí mismo “el bellaco de los Castro”, pero sabe que tiene poco tiempo y que hasta ahora su presencia a nivel popular no ha sido todo lo que hubiese podido ser. En el discurso del 26 de diciembre reconoció que no queda mucho tiempo. Por eso ha comenzado con las reformas de la economía, que es lo fundamental. Pero esto recién comienza. Después vendrá la apertura informativa.

    –¿En qué debería consistir?

    -Dice Raúl que las cosas se deben decir en el momento correcto y en el lugar oportuno: eso no puede seguir. La transparencia no acepta condiciones. No puede ser que a alguien como Yoani Sánchez se le clasifique como una disidente porque tiene un blog y emite opiniones.

    –¿Y la apertura política?

    -Raúl está enfocado en lo económico. En lo político no creo que dé pasos grandes. No es el momento. Cuba necesita del esfuerzo de todos, incluso de la disidencia interna, que debería apostar por ayudar en los cambios necesarios sin dejar de plantear la necesidad de que se respeten los derechos humanos. La disidencia en Cuba está tan vieja como el gobierno.

    –Su retrato de Raúl Castro es más benévolo que el de Fidel Castro. Inclusive dice que se cansó de entrevistarlo. ¿Por qué?

    Fidel me agotó. Si hasta el mismo Raúl, cuando le insistía en que me diera una entrevista -que me la sigue debiendo- me decía: “¿Para qué, si tu entrevistas a Fidel?”. Además, si le preguntaba por verde, Fidel respondía que amarillo; si volvía a insistirle en el verde, él volvía al amarillo o iba al rojo. Pasar por eso con tanta frecuencia y durante tanto tiempo se lleva toda motivación.

    –Usted habla también de la rivalidad entre los hermanos.

    Por ejemplo: ¿por qué no se establecieron una serie de sistemas productivos del ejército en la vida civil, el llamado perfeccionamiento? Porque Fidel le dijo a Raúl: “Tú en tu parcela y yo en la mía”. Y la parcela de Fidel era mucho más grande que la de Raúl. Ahora Raúl tiene el país.

    Los temas en la isla hoy:

    ¿Cómo ve la situación de los presos políticos cubanos?

    -No estoy de acuerdo con el destierro. Me parece muy doloroso obligar a que la gente se vaya de Cuba. No quiero ser cándida, pero no sé hasta qué punto Raúl es el de la idea. Fidel no admitiría que toda esa gente se quede en Cuba. Hay ciertas cosas que se hacen para complacer el ego de Fidel. Si aguantó hasta ahora como un bellaco, Raúl no va a aplastar a su hermano definitivamente. Ya los discursos que está haciendo son duros para una persona que gobernó a golpe de caprichos.

    –¿Cuáles son los temas de la agenda ciudadana que tarde o temprano tendrá que enfrentar Raúl Castro?

    -La libertad de viajar. Que el problema sea de los consulados, si les dan las visas o no. Que los que hayan ganado sus premios salgan y los cojan. ¿No dicen que la revolución es tan fuerte? Pues que lo demuestren. ¿O una persona va a acabar con todo dando un discurso de aceptación de un premio? Además el pueblo cubano ya no idealiza a los Estados Unidos: sabe que este país no es perfecto, que aquí no hay seguro médico universal, que la mejor educación hay que pagarla, que hay trabajos en los que no se respeta a la gente, que impera el capitalismo salvaje.

    –¿Qué opina de los recortes a la libreta de abastecimiento?

    -En un discurso Raúl habló de “la mentalidad de libreta”: es el hábito de considerar lo que me toca. En los Estados Unidos, por ejemplo, a nadie le toca nada: si el esfuerzo no lo hago yo, nada alcanzo y nada tengo. La libreta está desde 1962 y todos los que la critican, la tienen. El desafío de quitarla es cambiar esa mentalidad.

    –¿Cómo ve la eliminación de puestos de trabajo?

    -Es una medida desesperada para tratar de hacer rentable un gobierno que no lo ha sido nunca. Hay que aplaudir porque se está moviendo algo, pero quién sabe cómo saldrá el experimento, cómo puede terminar esa masa de gente en las calles, si se dedicarán más al comercio o a la corrupción. Porque hace demasiado ya que en Cuba el que no roba, no vive. El verbo resolver, que tanto usan los cubanos, es sinónimo de robar: “Voy a resolver” quiere decir que voy a ver dónde consigo alguien que me venda lo que falta, y ése lo robó en algún sitio.





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