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    HomeElecciónesMILAGROS SOCORRO: Los objetivos no fueron logrados

    MILAGROS SOCORRO: Los objetivos no fueron logrados

    Chávez se escondió en el Museo Militar a las 00: 15 am Esta hora es ratificada por el coronel Marcos Yánez Fernández, director del Museo Militar.

    Chávez fracasó el F4. Y desde
    entonces no deja de fracasar

     

    No atendamos al hecho de que un gobernante que celebra 12 años en el poder está festejando la evidencia continuista. Suspendamos la obligada recordación de que, en esa eternidad, la represión ha venido en ascenso: en Venezuela, casi 2.500 personas están sometidas a procesos por protestar. El punto es que Chávez fracasó. Los 12 años de su hegemonía no sólo no han traído reales beneficios para el país, sino que lo han deteriorado en muchos aspectos y francamente devastado en tantos otros.

    Chávez fracasó el 4 de febrero de 1992. Y desde entonces no ha dejado de fracasar, aun cuando haya tenido triunfos electorales, en cuyos ribetes ventajistas y tramposos (como el barajeo de circuitos) tampoco nos vamos a parar. Lo que sí resaltaremos es que esos tantos electorales que se anotó revelaban unas expectativas que el inepto no hizo sino traicionar una y otra vez. Lo dicho: es un fracasado. Es su naturaleza, su sino, su condena.

    En 12 años de mandato autoritario, con dominio de todos los poderes e instituciones, el país cabecea en un pantano de atraso, corrupción e impunidad. No tracemos comparaciones con el país que encontraron Chávez y sus cómplices cuando irrumpieron en Miraflores, según observó Juan Barreto, “como una patota”. A la vista están la destrucción que traían en las botas, y la voracidad en las faltriqueras. Pensemos en lo que Venezuela podría ser si no hubiera tenido por 12 años la tenaza chavista impidiendo su crecimiento y desarrollo. Basta echar un vistazo a lo que han logrado nuestros vecinos del continente, en su mayoría dotados con menos recursos.

    Hoy Venezuela tiene más de lo malo y menos de lo bueno, que cualquiera de los países latinoamericanos. Tenemos más inflación, desempleo, embarazo adolescente, homicidios por cada 100.000 habitantes, deserción escolar. Mayor desmantelamiento de la infraestructura civil, vial y cultural. Más secuestros express, presencia inédita de grupos irregulares en el territorio, dispendio como nunca de los recursos del país entre el pillerío foráneo. Presencia humillante ­y sin precedentes, como no fuera durante el yugo español­ de extranjeros en instancias de decisión, incluida la militar.

    Más desabastecimiento, depauperación de la agricultura y la agropecuaria, más fuga de talentos, más controles económicos, mayor inestabilidad jurídica, mucha más pobreza, ya no digamos cuán multiplicados la corrupción, el burocratismo y la ineficiencia… (el montón restante, por favor, agréguelo el lector).

    Tenemos menos crecimiento económico (el ministro Giordani, más inútil que un cenicero en una moto, ha llegado al extremo de felicitarse cuando Venezuela se acerca al punto de crecimiento cero, ¡porque así se endereza del decrecimiento!). Menos empleo formal y construcción de viviendas. Casi ninguna política social que garantice los derechos de los ciudadanos desde el momento de su concepción, menos instalaciones educativas de calidad, menos porcentaje de adolescentes inscritos en liceos, porque no hay liceos en número suficiente, porque están muy lejos del lugar de residencia del educando o porque éste es pobre y, por tanto, sustraído a la oportunidad de hacerse bachiller, indispensable para salir de la pobreza.

    Menos vergüenza: frente a este desastre, el régimen difunde una propaganda para decir que “Venezuela es una potencia educativa”.

    Tenemos una institucionalidad pública mermada, lo que se refleja en el trapiche por el que han pasado los servicios de salud, nutrición, electricidad, transporte, agua, deporte masivo y medios de comunicación orientados a las necesidades de las comunidades.

    Y, encima, las misiones, esas franquicias mezcla de paños tibios, improvisación, botadera de plata, ideología, condescendencia y ardid electoral, no sólo no llegaron nunca a atender, en promedio, ni a la tercera parte de la población, sino que desde hace tiempo están en franca desaparición…

    con un reguero de presupuestos manejados con absoluta discrecionalidad.

    Eso es Chávez. No da para más. Ha llegado la hora de enrostrarle sus propias palabras, tras su golpe de Estado del 92: “Ya es tiempo de reflexionar.

    Vendrán nuevas situaciones y el país tiene que enrumbarse definitivamente hacia un destino mejor”. Así será. Chávez fracasará también en su afán de impedir ese amanecer que ya destella en el horizonte.


    Por: MILAGROS SOCORRO
    msocorro@el-nacional.com
    Política | Opinión
    EL NACIONAL

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