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    Zenair Brito Caballero: “Quién vela por los niños y niñas de la patria” (I)


    Alcanzados por la indolencia gubernamental

     

    No me canso de escribir sobre este tema y cada vez que lo hago es porque el problema va en aumento en el mundo y Venezuela no es la excepción. Los noticieros están colmados de informaciones sobre el abuso infantil. La asociación Niños por un Nuevo Planeta registra cifras alarmantes: en Venezuela, por ejemplo, cada media hora diecisiete niños son abusados, en la mayoría de los casos por sus padres, tíos, primos, vecinos, amigos de la familia; esto conforma un cuadro difícil de desentrañar por el silencio cómplice de los unidos por lazos de sangre.

    ¿Por qué ese ensañamiento con los niños, con las niñas y con los adolescentes?, ¿qué les pasa a algunos hombres?, ¿por qué ese desafuero con los más tiernos, con los que comienzan alegres a recorrer su camino?, ¿qué le pasó al inclemente padre desnaturalizado que abusó de su niña que era toda ternura, si en sus ojos estaba espléndido el misterio de la vida y la embarazó varias veces cuando entre sus brazos debería arrullar una muñeca?, ¿qué sucedió con el tío cuya noticia en un diario regional me llenó de ira, al leer que el calavera se atrevió a ultrajar a la sobrina a la que embarazó y ella tuvo que someterse a un aborto por su culpa, y perdió la etapa más agradable de su vida al pasar por experiencias tan dolorosas y traumáticas hasta para una mujer adulta?

    ¿Qué pasa con esos hombres enfermos y pervertidos sexuales que se atreven a destruir la ternura, el cariño, el afecto, la bondad?

    Sólo hay una explicación: no les gustan las mujeres hechas y derechas, y bueno, tampoco les gustan los hombres adultos porque su ensañamiento es con menores desvalidos. Aquejados de patologías sexuales o monstruos lujuriosos que rompen el equilibrio universal, el orden natural. Esos mal llamados hombres a los que “no les gustan las mujeres hechas y derechas” están en las iglesias, en las escuelas, en el ejército, en los hogares, en las calles, en los entrenadores deportivos, en los gimnasios, en tantos lugares, en los que usted menos piensa. Se esconden en el propio escondrijo de sus conciencias, ¿será que acaso la tienen?, para saltar sobre una vida que comienza. Inquieta la sociedad venezolana desvalorizada y desmoralizada que vamos dejando para las generaciones que vienen empujando, donde la indolencia es el sentimiento reinante, indolencia pura, porque quien no se conmueve ante el sufrimiento de un niño, de una niña o de un adolescente no se puede comparar ni con las bestias, ellas defienden con sus vidas a sus crías. Pobres niños y niñas tristes que les tocó el lado oscuro, el de los desafueros de la vida; pobres niñas y niños solos que se quedaron con sus manitas extendidas sin que una madre o un padre las apretara para darles fuerza, pobres niñas y niños puros que ven manchada su inocencia con el tufo morboso de los que los toman como juegos para sus anhelos horripilantes; pobre niños y niñas del alma que no tuvieron un defensor en el momento del dolor, del asombro.

    ¡Qué ira debe sentir una madre, cuando piensa en el momento en que un salvaje se atreve a escandalizar a un niño o a una niña y lo aplasta hasta llevarlo a una sumisión tal que no son capaces de hablar, de gritar, de pedir auxilio o ayuda! ¡Qué cobardes, gallinas y ruines son esos “seres”! Los niños son eso, simplemente niños, hijos de la inocencia pura. No nacieron para ser ultrajados y convertirlos en adultos enfermos con traumas psicológicos antes de tiempo y hacerles parte de una sociedad podrida, resquebrajada e indolente como la nuestra, sin sólidos principios morales, éticos, de respeto, de dignidad, de amor.

    Ya lo dijo mi amado Jesús Misericordioso: “Es imposible que no vengan escándalos; pero, ¡ay de aquel por quien vienen! Más le vale que le pongan al cuello una piedra de molino y sea arrojado al mar, que escandalizar a uno de estos pequeños. Cuidaos de vosotros mismos”. Todo el mundo, todos los países, llevan a cuestas este problema que se volvió resistente a todas las soluciones que se esgriman, sólo existe uno que puede ser efectivo según la Asociación Niños por un nuevo Planeta: LAS MADRES.

    Sólo ellas pueden escudar a sus criaturas del zarpazo del monstruo acechante, pero al parecer la mayoría no está interesada en defender lo que fue fruto del milagro que se realizó en sus entrañas.

    Por: Zenair Brito Caballero
    britozenair@gmail.com

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