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    El Editorial: Misión (in) Cultura, Inocencia rojita

    Misión (in) Cultura:
    Inocencia rojita

     

    El Presidente de la República concurrió el lunes en la tarde a uno de los íconos de la cuarta república como es el Teatro Teresa Carreño, convertido por su decisión personal en una especie de sede cinco estrellas del PSUV.

    La revolución bolivariana se ha apoderado de innumerables bienes nacionales, incluidos grandes hoteles como el hotel Alba, que es el viejo Hilton.

    El objeto de la visita presidencial fue presidir la graduación de 850 licenciados en Desarrollo Cultural. En su discurso encadenado, dijo que en total los licenciados en esa especialidad sumaban 11.040. Valdría la pena preguntarse qué especialidad es esta y para qué sirve, y en dónde van a trabajar los venezolanos que han visto en un título universitario una esperanza de futuro.

    Quizás consciente de esta cuestión, el jefe de la revolución salió del paso con rapidez: “Estoy pensando -le dijo a los graduandos-, en crear una nueva misión”. Obviamente, una misión para darles empleo a los 11.040 licenciados en Desarrollo Cultural.

    Si en el gobierno bolivariano hubiera alguien que se detuviera a pensar 5 minutos, descubriría que lanzar más de 11.000 venezolanos a un mercado de trabajo que no existe un disparate descomunal.

    Algo que no estaba en la agenda ocurrió en el “Teresa Carreño-PSUV”. El Presidente se había mantenido más o menos discreto frente a la catástrofe de Libia, con alguna declaración de la Cancillería, medio ambigua, apelando siempre al estribillo de la soberanía. Pero el mandatario nacional no resistió tanta cautela, y en el teatro de los jolgorios oficiales se lanzó al ruedo en defensa del viejo amigo Muamar Gadafi.

    Repitió que “no le constaba” que Gadafi fuera un criminal, que la realidad era otra y no la que pintan los medios conjurados contra el coronel libio. Desmiente así a los canales Al Jazeera TV y Al Arabiya TV, tan elogiados por Telesur y el bobo de Izarrita.

    Y por supuesto, repitió sus conocidos ataques al imperio y a los países europeos. “Están detrás del petróleo de Libia”, exclamó, como si viviéramos en el siglo XVIII.

    El Presidente refrendó la aclamación al dictador árabe llevada a cabo por la fracción oficialista de la Asamblea Nacional y por los ministros que presumían de rendir cuentas. Aquellos aplausos fueron una expresión tan irresponsable y grotesca que la noticia le dio la vuelta al mundo.

    Pues bien, el Presidente dice que no le constan los crímenes de los que el mundo entero acusa a su viejo “amigo y camarada”.

    Está tan mal informado que desconocía que el Consejo de Seguridad de la ONU había votado una resolución que sanciona al personaje, y que esta resolución fue suscrita por China y Rusia.

    Esto no le dijo nada al Presidente. No sabemos cuánto tiempo demore para informarse de los crímenes del coronel que deshonra la espada del Libertador. Todavía resuenan sus exclamaciones de “¡Viva Bolívar, Viva Gadafi!”, cuando le hacía entrega. ¿Estaba, acaso, también mal informado entonces?


    Por: Redacción
    Política | Opinión
    EL NACIONAL

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