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    MILAGROS SOCORRO: Si solo fuera Toli

    ¿Cuántos escolares han pasado a
    2º grado sin saber leer ni escribir?

     

    Las dos primeras preguntas que se le hacen a un muchacho de 12 años siempre son las mismas: cómo estás y cómo van esos estudios.

    -Mal ­me dice Toli, en respuesta a la segunda-. No sé leer.

    Toli estudia cuarto grado en una escuela oficial. Viene por mi casa un par de veces al año. Su madre lo trae y, mientras ella cumple con su trabajo de mantenimiento doméstico, vamos a las tiendas a reponer su uniforme. Ese día la edición de El Nacional abría con un título cuyo primera palabra era “Caracas”. Dos horas me llevaría lograr que Toli leyera el nombre de su ciudad (se trababa en la última sílaba, de 3 letras). Pero eso no es lo peor, para reforzar su confianza en sí mismo le hice una pregunta facilísima: Qué es Caracas, Toli.

    -Un país ­dijo con el tono de quien palpa la orilla de la certeza.

    Ya se imaginarán el diálogo posterior. No, no, Toli, a ver, otra vez, qué es Caracas… A los 12 años, todos de residencia en Caracas o en el borde de miseria de Caracas, que para el caso debería ser lo mismo, Toli ignora el nombre de su país y la correspondiente capitalidad. Aún hay algo más desolador: no sabemos cuántos escolares han pasado a segundo grado sin saber leer ni escribir. No hay manera de tener un estimado porque el gobierno aplicó el SINEA, Sistema Nacional de Evaluación de los Aprendizajes, hasta 2003… y ocultó los datos recabados. Desde 1998 no se publican los resultados de la medición de provecho educativo. Ese año, el SINEA divulgó los resultados de pruebas de comprensión de la lectura, matemática y valores, a una muestra representativa de los alumnos de escuelas oficiales y privadas, de 3ero, 6to y 9no grados.

    En 2003 se aplicaron de nuevo las pruebas, pero el entonces ministro de Educación, Héctor Navarro, prohibió la difusión de los numeritos y decidió no instrumentarlas más. Venezuela es, además, uno de los pocos países del mundo que no está adscrito al Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes (PISA por sus siglas en inglés y en francés), organizado por la OCDE, que practica las pruebas y elabora un informe por encargo de los gobiernos y sus instituciones educativas. En el informe consta un análisis del rendimiento de estudiantes de 15 años de edad, a partir de exámenes mundiales que se realizan cada tres años y que tienen como fin la valoración internacional de los alumnos en 3 áreas: competencia de lectura, matemática y ciencias naturales.

    La propaganda del gobierno afirma que Venezuela es el aula más grande del mundo. La verdad es que esa aula tiene las paredes cuarteadas, el techo caído en partes, los baños fuera de servicio desde hace años, los recursos pedagógicos fueron robados o nunca llegaron. Es un aula a la que muchas veces los docentes no acuden. Eso explica la cantidad de niños que vemos en oficinas y establecimientos comerciales, sentados en un rincón emborronando hojas, escorados hacia la madre, que ha tenido que llevar el niño al trabajo “porque la maestra no fue”. Y no hay autoridad que garantice una suplencia.

    Con el cuento tramposo de los “casi 10 millones de ciudadanos cursando estudios en la actualidad” se encubre una crisis educativa, expresada en las crecientes cifras de desescolaridad y deserción, estampida que desmiente la cacareada cobertura.

    Las misiones han constituido un sistema educativo paralelo al sistema institucionalizado. Sirven para inflar las cuentas y elevar los indicadores que el gobierno usa para la propaganda y para los informes internacionales. Muchos observadores se detienen a considerar las buenas intenciones que insuflaron su fundación, pero el hecho es que han crecido a expensas de la educación formal y con un énfasis sospechosamente clientelar. Además, el número de egresados de las misiones educativas es muy bajo y nada podemos decir de su calidad puesto que no hay manera de medirla. Lo que sí sabemos es que es común la incidencia de bachilleres que no leen de corrido ni entienden qué dice ahí.

    El descenso en la calidad de la educación en Venezuela es moralmente inaceptable. La debacle se asienta en una distribución muy desigual, en perjuicio de quienes más la necesitan. Toli dista mucho de constituir un caso aislado: en su salón hay muchos niños que no saben leer. Y, como su lado dominante es el izquierdo, dice que es zuldo. ¿Cuántos habrá como él?


    Por: MILAGROS SOCORRO
    msocorro@el-nacional.com
    Política | Opinión
    EL NACIONAL

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