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    HomeElecciónesRubén Monasterios: ¿Tendremos mariposas rojas?

    Rubén Monasterios: ¿Tendremos mariposas rojas?

    En la extinta Unión Soviética y Cuba, en pleno paraíso socialista, floreció el negocio de la prostitución a la sombra del Estado. ¿pasará lo mismo en Venezuela?

    INTRUSO EN LA INTIMIDAD

     

    En su Runrun de esta semana Nelson Bocaranda hace referencia a “la mafia de los custodios en los hoteles” cubanos… estos sujetos “cobran 40 CCU (Peso Cubano Convertible) por permitir que las jineteras suban a los cuartos de los huéspedes”… El comentario me activó recuerdos lejanos.

    En mi primera estada en la Unión Soviética, me desentendí de guías y programas oficiales, y por mi cuenta me lancé a recorrer Moscú. Perdido por un barrio de suburbano, siento hambre; localizo un establecimiento equivalente a un comedor popular y ahí decido saciar mi necesidad; la concurrencia era, evidentemente, gente de la clase trabajadora; vale decir, de los verídicos dueños del Paraíso. Por algo más de un rublo (la anécdota es los setenta) me dan una bandeja con la más deplorable comida jamás servida a este viajero: un caldo aguado con un miserable pedazo de pellejo de algún animal herbívoro, es de suponerse; una rodaja de pan negro; una papa; un vaso de agua teñida de sabor dulzón. Comida de preso, diríamos por aquí; aunque sería mejor caracterizarla como comida que ni a mi perro le daría. Me pareció poco congruente con la idea del Paraíso de los Trabajadores; más aún cuando por la noche, en el hotel, vería a miembros de la nomenklatura, en envidiable compañía, hartándose de caviar regado con vinos espumantes en bullicioso jolgorio, pleno de risas, besos, canciones y nalgadas; tan solo una fiesta habitual, aunque muy al estilo ruso. Y esa misma noche, otro asombro; bajo un frío de no-sé-cuantos grados bajo cero, una incontable cantidad de mujeres formadas en fila a la puerta del hotel. Indago y alguien me explica: son putas a la espera de clientes que las lleven a su habitación; siendo ciudadanas soviéticas tienen impedido ingresar al establecimiento, excepto si alguien las contrata; porque para hacer un trabajo la ley del Paraíso lo permite.

    “¡Coño!” -pensé-. “¡Como si no fuera suficientemente duro tener que ganarse la vida como puta, las infelices también están condenadas a congelarse!” Me pareció inhumano, y tuve ganas de protestar cívicamente ante alguna autoridad -no perdamos de vista que yo provenía de lo que entonces era una democracia- mediante una carta en la que, como “amigo de la Unión Soviética”, que en ese entonces era, expresara mi desaprobación por la cruel imposición. “Mejor te callas”, me aconsejaron. Y me callé.

    En mi segunda estada en la Unión Soviética, resquebrajada por los sacudones del glasnot y la perestroika, aprecio cambios favorecedores de las mariposas nocturnas; ahora las admiten en el hotel, y por todas partes deambulan ellas, preciosas, impecablemente maquilladas, vestidas con ropa de firma italiana y francesa, y ornamentadas con bisutería fina; nunca había visto tal cantidad de putas en tan extensa variedad étnica: caucásicas, nórdicas, asiáticas de diferentes países del Lejano Oriente, alguna que por su fogosidad, parece latina y por allá, una negra espigada…

    Una colega de la agencia española de noticias, con la que he trabado amistad, me ayuda a comprender. Esas son las chicas “de planta”, vale decir, asignadas a este hotel por las autoridades; ella al principio tuvo problemas para entrar a los hoteles; dado su aspecto atractivo y elegante, la confundían con una meretriz ajena al patio rebuscándose disimuladamente; sólo las prostitutas autorizadas para ejercer en cierto hotel, pueden estar ahí; y hacer la rabiza pateando las aceras es muy riesgoso; además de los delincuentes, deben contar con los policías, “que son peores”, porque no detienen a las callejeras para someterlas a la ley, sino para despojarlas y violarlas. Me ha llamado la atención la diferencia del vestir de las mujeres de los hoteles y el de las vistas en la calle: modestas y ripiositas las últimas. “¿Los trapos? ¡Oh, sí! Ellas ganan bien y pueden darse esos lujos. Si tú vez a una mujer bien trajeada en la URSS, es porque es puta, o la esposa de un miembro de la nomenklatura; y es muy fácil diferenciarlas: las primeras son bellísimas, y las otras gordas y feas”.

    Discretamente averiguo el precio del amor: ciento veinte dólares, cash. ¿Rublos? ¡Ni de propina!: sólo se acepta la moneda asquerosa del Imperio. Si con una chica de buen corazón logra un varón tramar un romance, quizá ella estaría dispuesta a cobrar la mitad por irse a la cama con el afortunado; su entrega amorosa sería gratuita, los sesenta dólares recabados irían al bolsillo del custodio que la controla: uno de los tantos sujetos de aspecto patibulario que rondan por doquier en los sitios públicos. “No son chulos, en sentido estricto; cierto que controlan a las putas, pero comisionados por el Estado. El rigor, el chulo es el Estado” -explica mi informante, conocedora del ambiente.

    Y con esto regreso al punto de partida. Me pregunto si los de la “mafia de custodios” de Cuba son delincuente oficiales, comisionados por el Estado cubano, o delincuentes privados; viene a lugar, por cuanto la URSS fue el modelo de la Cuba castrista, y entre otras cosas, copiaron de ella el sistema de control de la prostitución. Sea dicho al desgaire, esta forma de explotación de la mujer genera a Cuba pingües ingresos en inmundos dólares y despreciables euros, y en la actualidad la isla es una de las referencias principales del turismo sexual mundial, al lado de Tailandia. Y hay motivo de preocupación para los venezolanos, porque hoy la Cuba castrista es modelo para la Venezuela chavista; así que no es descabellado suponer que el gobierno acaricie la posibilidad de establecer aquí un sistema análogo. Disponemos de los recursos indispensables para convertirnos en otro punto de referencia del turismo sexual -si es que acaso ya no lo somos-: un gobierno inmoral, ávido de divisas, mujeres hermosas por carretadas, jovencitas que son las ideales a tal efecto, y hambre suficiente como para incitar a una muchacha a meterse a puta. ¿Bogaremos a toda vela hacia ese destino en este Mar de la Felicidad… equivalente caribeño al fracasado Paraíso de los Trabajadores?


    Por: Rubén Monasterios

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    1 COMMENT

    1. porque no hablas de las miserias del capitalismo.seguro que tu eres uno de los privilegiados del sistema, puto fascista.

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