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    SEXO SIN TABÚ: Los adornos íntimos atraen pero son riesgosos

    Algunos consideran que los Piercing
    y ornamentos un acto de rebeldía

     

    Piercing y tatuajes se han convertido en marca de identidad sexual de las nuevas generaciones.

     Zaida sonríe cuando observa como atormenta a los hombres cada vez que se desnuda, contornea las piernas y muestra los aretes de oro que cuelgan de los labios menores de su vagina.

    Casada, 26 años de edad y un cuerpo exuberante que se negó a probar suerte en Miss Venezuela, esta morena que alguna vez fue abogada y ahora se dedica al baile erótico ­gana tres veces más que su último empleo­ asegura que, además de la dieta, el gimnasio y los “mimos” que brinda a su piel, guarda un secreto que la convierte en preferida de los hombres que orbitan cada noche en clubes donde se ejercita el placentero goce de la mirada.

    “Sí, es mi piercing, que a veces me da la impresión de que los hipnotiza”, responde la joven, mientras se cambia de atuendo en el vestuario de un club del Centro Plaza, conocido por los voyeristas de Caracas.

    Miradas indiscretas. Tan antiguo como la humanidad, el piercing erótico no responde solamente al cometido sexual de resaltar los atractivos íntimos durante el acto amoroso.

    El sexólogo José Luis Gerardi añade otra función a la presencia de tatuajes y objetos extraños en zonas sensibles del cuerpo: la marca de identidad de los jóvenes de una generación. Se hizo moda en 1994 cuando la supermodelo Christy Turlington desfiló con un piercing en su ombligo, pero quien la popularizó fue Naomi Campbell.

    “Para algunos, tanto el piercing como el tatuaje se asocian a la práctica sadomasoquista porque actúan como potenciador sexual, a veces mejor que cualquier sustancia afrodisíaca; para otros, constituye parte de una moda, un acto de atrevimiento y hasta de rebeldía, como en la década de los sesenta lo fue para los varones dejarse crecer la melena”.

    Cualquiera sea la explicación, Gerardi admite que el body piercing no deja indiferente a nadie cuando se exhibe en lengua, ano, pezones, clítoris, glande y otros puntos erógenos donde la sexualidad le gana terreno al erotismo.

    “En mi caso, esos aretes excitan a mi marido y a los hombres que van al show; por eso, todas las chicas se han puesto argollas, anillos, bolas chinas, y cuando salen al plató sienten las miradas de quien no se atreve a mirar”, resume Zaida su experiencia.

    Del capuchón al príncipe Alberto:

    Para Gerardi, hay más de fantasía sexual y deseo de mirar y ser mirado que la tesis de que las terminaciones nerviosas multiplican la excitación.

    Pero Johnny Segovia, el caraqueño que más sabe de piercing genital porque los coloca, afirma que sus accesorios garantizan “explosiones de orgasmos”, tanto en hombres como en mujeres.

    Tras la exigencia de que no citar donde queda su “consultorio” (“La gente sabe cómo buscarme”, dice con aire de suficiencia), este barbudo cuya edad está cerca de los 40, que se inició en el oficio haciendo tatuajes, afirma que son pocos los que asumen esa labor debido a los riesgos de salud que comporta.

    Su trabajo impecable es certificado por chicas que han requerido de su mano experta. Segovia coloca el piercing de capuchón, que consiste en atravesar, vertical u horizontalmente con barra o aro, el capuchón que cubre el clítoris. Quienes lo usan dicen que produce gran placer cuando el piercing frota el clítoris.

    Otro es el piercing en labios mayores o menores: inserción de uno o más aros en esa zona.

    Según Segovia, ambos piercing aumentan la excitación y son de rápida cicatrización. La horquilla es un piercing relativamente nuevo mediante el cual se perfora la zona donde los labios menores se unen bajo la vulva.

    En cuanto a los genitales masculinos, se limita a pene y testículos. Raras veces un hombre se inserta accesorios en las tetillas y ano. El más común es el llamado “príncipe Alberto”, que atraviesa el glande. Su nombre se debe al esposo de la reina Victoria de Inglaterra. Alberto se perforó el pene desde afuera del frenillo hacia dentro de la uretra, según dicen para unir dolor al placer.

    Además del glande, el hombre se los inserta en la membrana que recubre los testículos, en el orificio uretral y en la región del perineo.

    Los objetos pueden ser desde un simple aro, bola metálica o los más sofisticados objetos, como cadenas, cuerdas y pinzas que se utilizan para estirar la piel desde donde está realizado el piercing.

    La clave es el atrevimiento. Como dijo la actriz porno Nikki Tyler: “He luchado contra mentalidades cerradas, y el piercing me ha ayudado a expresar mi personalidad”.


    Por: ELIZABETH ARAUJO
    Salud | Sexo
    EL NACIONAL

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