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    ARMANDO DURÁN: Crisis eléctrica y futuro nacional (II)

    “Ominoso panorama…”

     

    El pasado martes, en un punzante tweet, Simón Alberto Consalvi advertía que la dirigencia política de los partidos opositores “no hacen oposición, pero le dedican la vida a las primarias”. Pocas horas después, en la sesión de la Asamblea Nacional convocada por el PSUV para denunciar los sucesos del 11 de abril, los diputados chavistas insistieron en la mentira oficial de descalificar aquella inolvidable jornada de protesta ciudadana definiéndola como un execrable golpe de Estado.

    Lo llamativo de este falso debate parlamentario no fue la pretensión del régimen de seguir manipulando la verdad de lo que ocurrió aquel día. En definitiva, reescribir la historia es un objetivo ineludible de cualquier régimen que aspire a ser totalitario. Lo inaceptable del episodio es que dos diputados de la oposición, William Ojeda y Juan José Caldera, en lugar de rechazar de plano un engaño que en su desmesura llegó al extremo de borrar la reveladora intervención en cadena de radio y televisión de Lucas Rincón Romero sobre la renuncia de Hugo Chávez, solicitaron que la condena parlamentaria a los hechos del 11 de abril se extendiera a las acciones golpistas de febrero y noviembre del año 1992.

    De este sinuoso modo, destacados representantes de la oposición dejaban de actuar como opositores y tranquilamente le daban la espalda a la sociedad civil al identificar así como así las sangrientas asonadas militares del comandante presidente con la rebelión civil de centenares de miles de venezolanos que aquel día inolvidable tomaron las calles y autopistas de Caracas armados exclusivamente de anhelos de libertad, pitos y banderas de Venezuela, con la democrática finalidad de salirle al paso a la dictadura en ciernes.

    Esta postura de diputados de la oposición que prefieren coincidir con la falsa interpretación oficial de la historia constituye una clara señal de alarma, pues más que posiciones individuales recogen el argumento empleado dos semanas antes por Henry Ramos Allup para informarnos que al menos un sector de la oposición ha decidido que lo que en verdad importa no es hacer sino evitar a toda costa poner en peligro la “normalidad política” del país, tal como la entiende y práctica Chávez a su antojo.

    Sin duda, la crisis eléctrica es la expresión más directa y emblemática del gran disparate nacional. Pero la madre de todas las crisis, digan lo que quieran muchos presuntos dirigentes de la oposición, causa de los males presentes y futuros, es la crisis política que asola al país desde hace 12 años.

    Una crisis cuya resolución, sea la restauración de la democracia o la implantación definitiva de una dictadura sin mayores disimulos, dependerá del desenlace de las elecciones presidenciales de 2012.

    Sin duda, cada día que pasa se hace más evidente que esa será una oportunidad propicia para impulsar un vuelco del proceso político venezolano. Sin embargo, los diversos y oscuros enigmas que rodean la convocatoria de las elecciones primarias de la oposición nos hacen temer lo peor. Por ejemplo, ¿qué se aspira a elegir ese día, un candidato presidencial a la antigua usanza de las cúpulas partidistas, o un líder capaz de armar y dirigir la transición de Venezuela hacia la democracia? ¿Serán estas primarias una consulta abierta a todos los ciudadanos, o la MUD pretende limitar la participación a quienes estén inscritos en los partidos que la integran? Por otra parte, ¿se le pedirá auxilio al CNE rojo rojito actual o en cambio denunciarán su composición, la del REP y la aplicación sistemática de normas electorales redactadas para pulverizar a la oposición? ¿Y, en definitiva, cuál será la actitud que va a asumir la MUD sobre la injerencia cubana y sobre el papel de los milicianos armados del chavismo como garantes de la transparencia en el desarrollo de los próximos eventos electorales? Por ahora, queda claro que la aplanadora de la MUD como mecanismo nada democrático fue el recurso utilizado para fijar como fecha de las primarias el distante 12 de febrero del año que viene.

    Sin tomar en cuenta la opinión de la sociedad civil. Tanto, que tras este anuncio inesperado, en su editorial del pasado viernes, este diario fijó una firme posición de rechazo al hecho de que los dirigentes de la oposición, “apoltronados y silenciosos”, pusieran de manifiesto “…la estridencia del sectarismo que tanto se repele y se combate… Lamentable y dolorosamente, los partidos de la oposición no están dando la talla ante el histórico esfuerzo y sacrificio que la sociedad venezolana tiene por delante”.

    Ominoso panorama del que seguiremos escribiendo después de Semana Santa.


    Por: ARMANDO DURÁN
    Política | Opinión
    EL NACIONAL

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