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    FAUSTO MASÓ: Imperialismo suavecito

    Tiempos de cambio…

     

    El Financial Times aprecio los acuerdos comerciales de Brasil y desde este año el principal inversionista extranjero. China invita a Brasil a la reunión de los grandes países emergentes. Brasil quiere que China no le compre sólo acero, soya y otras materias primas, aspira a venderle también aviones, productos industriales. Venezuela le vende materias primas a China y le compra productos manufacturados, una relación de intercambio colonial con una gran metrópoli.

    Según los teólogos, comprobamos siempre tarde la astucia más peligrosa del diablo, convencernos de que no existía y sólo cuando ardimos en una paila del infierno salimos del error.

    Ahora el imperialismo del siglo XXI avanza suavecito, imperceptiblemente hasta que ya no sepamos cómo liberarnos de su abrazo asfixiante: nos colonizan poco a poco los brasileños.

    Por los años setenta la izquierda temía al Brasil, afirmaba que ese gigante nos abrumaría, por esa razón surgieron otros bloques en el continente para compensar la cercanía de un vecino tan poderoso.

    Hasta que el socialismo del siglo XXI olvidó las enseñanzas de la historia, supuso que el poderoso vecino lo apoyaba en su lucha a muerte con Estados Unidos, acabó con el pacto de los países andinos y con el Grupo de los Tres, se volvió un suministrador de materias primas, un país que depende de China, Brasil y Estados Unidos, y que cae en el terrible, ingenuo y tonto error de creer que su política internacional se reduce a oponerse a Estados Unidos y entregarse a China y a Brasil.

    Ahora, en Perú a Ollanta Humala lo asesoran los expertos del expresidente brasileño Lula. Perdió la elección anterior porque Chávez no aguantó las ganas de proclamar a gritos su apoyo a Humala, quería que le atribuyeran el triunfo a su influencia: Humala aprendió una lección: arrimarse a Brasil y olvidarse de Caracas. Algo similar ocurrió en México con López Obrador.

    Chávez lee mal los periódicos. Confundió los abrazos de Lula con la política internacional de Brasil, no ha querido enterarse de que Itamaraty se está convirtiendo en el interlocutor privilegiado de Washington en América Latina, el país al que le confía el continente. Ahora, en las elecciones peruanas, vuelve a aparecer la influencia brasileña.

    Chávez mantiene con China una triste relación de deudor y acreedor. Supuso en algún momento que Pekín respaldaría la revolución chavista, confundió a un buen comerciante con Mao Tse-tung. En cambio, Brasil trata a China de igual a igual. A Chávez no lo invitan a reunirse con Suráfrica, la India, Rusia y China.

    Dilma Rousseff viaja a Pekín porque quiere aprender del gigantesco desarrollo industrial chino.

    La acompañan 300 grandes empresarios privados, Chávez, en cambio, se ha dedicado a asfixiar las industrias nacionales.

    Lula y Dilma Rousseff siguen políticas del pasado, la gran industria del etanol nació en Brasil bajo gobiernos militares. Hay una continuidad entre Cardozo y Lula.

    Brasil se está convirtiendo en el hermano mayor, la metrópoli del continente. Por ahora impulsa un imperialismo suavecito. Brasil tiene un plan a largo plazo.


    Por: FAUSTO MASÓ
    fausto.maso@gmail.com
    Política | Opinión
    EL NACIONAL

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