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    MILAGROS SOCORRO: Makled como oportunidad

    A la memoria de Orel Sambrano

     

    Walid Makled debía ser juzgado en Venezuela.

    El actual Gobierno tiene la mentira por blasón y los recursos públicos por botín.

    Está integrado, en sus vetas visibles, por gente sin honor cuya palabra no vale nada (por eso las autoridades colombianas se permitieron humillarlo retrasando la entrega del capo hasta tener “garantías” de que se le trataría con apego a la legalidad). Pero Venezuela no es Chávez ni sus cómplices. Es un país con tradición jurídica. Y si un nacional ha cometido delitos en el territorio debe ser juzgado aquí, con independencia de que en su momento los gobernantes cuenten entre sus amistades a las FARC y otras asociaciones irregulares.

    Si el acusado hubiera sido despachado a Estados Unidos, donde también se pedía su extradición por el supuesto envío de 10 toneladas mensuales de cocaína, no sólo la justicia de Chávez hubiera recibido una bofetada (que últimamente las cosecha diariamente), también el país se hubiera visto desmedrado en su buen nombre, que rebasa en mucho el de los dueños de La Chavera. Pero lo más importante es que el juicio a Walid Makled en tierra venezolana emplaza a los tribunales a indagar en la intrincada maraña de asuntos locales involucrados en las actividades del reo.

    El Gobierno tiene la oportunidad estelar de demostrar que no ampara mafiosos, que no protege corruptos, que no sirve de tapadera a malandros y que está dispuesto a colaborar para que las revelaciones de Makled sean investigadas “hasta las últimas consecuencias”, como dicen los voceros más encumbrados. Hasta ahora, el magnate se ha despepitado lanzando acusaciones de inmensa gravedad a través de los medios de comunicación. Y el Gobierno se ha hecho el sordo. Esa actitud no podrá mantenerla cuando las confesiones se hagan en el escenario judicial.

    Nadie le pide al Gobierno ni a los jueces que den por buena la palabra de un individuo de conducta dudosa, por decir lo menos. Makled, próximo a ser acusado formalmente de los delitos de tráfico ilícito de drogas, lavado de dinero, asociación para delinquir y homicidio, tendrá que ser sometido a muchas horas de interrogatorios (y ya conocemos su elocuencia).

    Muchos datos serán aireados, cuántos nombres saldrán a relucir, qué de conexiones, cuántas serán las raíces del narcotráfico que han de retorcerse ante la cara abogados y magistrados, dónde encontraba Makled sus aliados, sus socios, sus validos y protectores. Quiénes estaban, realmente, en su nómina millonaria. Qué gobernadores le hacían los mandados. Cómo se llaman los oficiales que arrastraron su apellido pactando con tipos de esa calaña.

    Por ejemplo, Makled era dueño de Aeropostal y, para vender una línea aérea en Venezuela es preciso contar con autorización del Estado, ¿nadie averiguó los antecedentes del comprador? ¿Cómo es que un hombre señalado en los corrillos de ser un capo de la droga, se hace de una aerolínea y ninguna institución le pone obstáculos? Todo eso deberá ser analizado en el estrado.

    Un general de estos, de los tiempos de Chávez, declaró públicamente la existencia de un grupo de periodistas que son “objetivo militar”. Un exabrupto que ha expuesto a su jefe al escrutinio de los guardianes de derechos humanos en el mundo, una vez más.

    Lo que debería saber ese señor con adornitos dorados es que los militares son objetivo periodístico. Siempre lo han sido. Siempre lo serán. Makled se ha cansado de inculpar a altos oficiales, que tendrán que ser objetivo de la justicia.

    El país quiere saber si es cierto lo que el deportado ha vociferado; y, si es así, quién los ha cubierto con el manto de la alcahuetería y por qué… queremos saber qué tan alto llegan los vapores de la perversión.

    Ninguna nación tiene tanto interés en escuchar a Makled como lo tenemos nosotros. La sociedad, porque son muchos los agravios que en su contra podrían haberse perpetrado, comenzando por el asesinato del veterinario Larrazábal. Los políticos, porque el reo ha barrido los pisos con la reputación de unos cuantos. Y los periodistas, porque, tal como aseguró Luisa Ortega Díaz, “hay una persona que admitió los hechos” y eso “compromete la responsabilidad de Walid Makled” en el homicidio del periodista Orel Sambrano.

    Exigimos que el Gobierno de Venezuela haga lo que esté en sus manos para establecer la verdad y castigar a los culpables.

    Con Makled en la jaula, no tiene excusa.


    Por: MILAGROS SOCORRO
    msocorro@el-nacional.com
    Política | Opinión
    EL NACIONAL

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