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    HomeElecciónesARMANDO DURÁN: Cambio de gobierno o de régimen

    ARMANDO DURÁN: Cambio de gobierno o de régimen

    ¿qué meta aspiramos con
    las próximas elecciones?

     

    En el curso de los últimos días, ante la indiferencia de los funcionarios del Gobierno y la indignación de los millones y millones de venezolanos que las padecen, se han venido agudizando la crisis eléctrica, la crisis del abastecimiento, la crisis de la inseguridad, la crisis del agua, la crisis de los servicios públicos, la crisis social y pare usted de contar. Consecuencia natural de esta crisis general, que no es de gobernantes sino consecuencia del nuevo sistema de gobierno que se trata de implementar definitivamente en Venezuela, es que a medida que se agrava la crisis crece la esperanza de un triunfo electoral opositor en las elecciones de 2012. Hasta el extremo de que, ahora, hasta los chavistas se apartan de Miraflores, como si dentro de las paredes antisísmicas del viejo palacete viniera incubándose el germen de una enfermedad que ha terminado por hacerse casi incurable.

    Por supuesto, dentro del actual proceso político venezolano, desde hace 11 años ha sido difícil transformar este malestar de la población en derrota electoral de Hugo Chávez. A partir del referéndum aprobatorio de 1999 y del revocatorio de 2004, las sucesivas convocatorias electorales realizadas por nuestro rojo rojísimo CNE nunca han sido una alternativa real para escapar del callejón sin salida que representa el chavismo. De ahí que Chávez se haya hecho adicto sin remedio a este jueguito de las formalidades electorales, y que desde entonces, ganando o perdiendo, las matemáticas y la electrónica también sirven para remediar cualquier error involuntario de la población a la hora de fijar un rumbo, esos votos y esas urnas le hayan permitido legitimar una y otra vez un poder obsesivo y sin límites, tal como él solía afirmar ver allá, en la línea del horizonte.

    La diferencia ahora es que su situación política, y por tanto electoral, es más grave que nunca. Una debilidad que sin la menor duda le proporciona a más de la mitad del país la confianza, en tantas ocasiones malograda, de hacer valer por las buenas su decisión de darle a sus votos fuerza suficiente para impedirle a Chávez conservar el poder más allá de una derrota electoral. Si alguna vez la oposición ha estado cerca de alcanzar su meta sin alterar los mecanismos falsamente democráticos que astutamente ha sabido armar Chávez para crear una falsa ilusión de normalización política, es esta.

    Ahora bien, cuando en 2002 millones de venezolanos tomaron las calles de Venezuela para exigirle cívicamente a Chávez su renuncia a la Presidencia, aquel propósito colectivo no respondía a la convicción de que era un mal gobernante, o al hecho de que sus políticas no se correspondieran con las que debían ser. La verdad es que en ningún caso se trataba solamente de sustituir a un Presidente malo por uno mejor, ni a cambiar unas políticas públicas por otras. Simplemente se pretendía impedir que Chávez, recurriendo a su voluntad y a la fuerza contundente de sus cañones y sus aviones, como quedó claramente en evidencia con el rechazo popular en el referéndum convocado en 2007 para reformar la Constitución y convertir a Venezuela en un Estado socialista a la cubana, pudiera concretar su proyecto manifiesto de consolidar los cimientos inaceptables de un régimen, la llamada quinta república, política y existencialmente ajeno por completo a los fundamentos éticos e institucionales de una forma de vida democrática.

    Durante las próximas semanas trataremos de analizar la naturaleza, las opciones y los mecanismos de las próximas elecciones presidenciales. Ahora quisiera formular, punto de partida de cualquier debate sobre el tema electoral, una pregunta que me parece decisiva. ¿A qué meta aspiramos con las próximas elecciones? ¿A promover el cambio de un pésimo Presidente y elegir a otro que lo haga mejor? ¿Bastará con un sencillo y tradicional cambio de nombres y de políticas para salvar a Venezuela? ¿O más bien hará falta tener una nueva y moderna concepción política del Estado? ¿No será preciso, además de sustituir a Chávez, ir más allá y entender al fin que en este punto crucial de la historia nacional se impone la necesidad política y existencial de aprovechar la oportunidad que nos brindan estas elecciones, sin la menor duda la última antes de que sea demasiado tarde, para convocar a todos los venezolanos a luchar unidos, pero no exclusivamente para derrotar a Chávez y al PSUV en los términos electorales de antaño, sino para extirpar de raíz, electoral y pacíficamente, la perversidad de un régimen totalitario, el de la quinta república, como paso previo y necesario para emprender la tarea de restaurar la institucionalidad democrática del Estado venezolano?


    Por: ARMANDO DURÁN
    Política | Opinión
    EL NACIONAL

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