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    HomeActualidadEmigración: Retrato de una diáspora

    Emigración: Retrato de una diáspora

    La comunidad venezolana ha crecido vertiginosamente en el sur de La Florida, tomando como sectores preferidos Weston y El Doral para radicarse.

    Miami un pedacito de
    Venezuela en EEUU

     

    ■ La inseguridad y la inestabilidad política y económica son las principales causas de la emigración.

    En los últimos 10 años aumentó en 135% el número de venezolanos que se mudó a Estados Unidos: de 91.507 en el año 2000 a 215.000 en 2010, según el último censo de ese país.

    Es profesional, tiene entre 25 y 54 años de edad, vive en familia, trabaja en el sector privado y gana más de 51.000 dólares al año. Ese es el perfil ­a trazos gruesos­ del inmigrante venezolano que dibujan el censo de Estados Unidos y las estadísticas del Departamento de Seguridad Nacional.

    La comunidad venezolana en ese país registró un incremento de 135% en la última década, al pasar de 91.507 personas, en el año 2000, a 215.023 en 2010.

    Sólo 3 de cada 10 tiene ciudadanía estadounidense y hay, al menos, 60.000 indocumentados, de acuerdo con el Centro Hispano Pew, instituto de investigación con sede en Washington.

    Es el grupo más grande de coterráneos en el exterior y, aunque representan sólo 0,4% de la población latina en Estados Unidos, para Venezuela este éxodo significa 1% del total de sus habitantes; es decir, 1 de cada 100 venezolanos ha emigrado a ese país de Norteamérica.

    De lejos les siguen destinos como Colombia, Panamá, Perú o España.

    La colonia no pasa inadvertida en Miami, donde calculan que casi 20% de la población de la ciudad de Doral, por ejemplo, es de origen venezolano.

    En el sur de Florida la cadencia del habla de este lado del Caribe contrasta con la cubana, la puertorriqueña y la dominicana, otras de las emigraciones que registra ese estado.

    Presencia creciente:

    Desde que Aimara Betancourt, venezolana de 54 años de edad, se instaló con su esposo y sus tres hijos en Miami, ha visto crecer a la comunidad de coterráneos. Corría febrero de 1998 cuando la familia llegó a Estados Unidos por una propuesta de trabajo del padre. Durante los primeros años en Doral era difícil conseguir paisanos, pero hace aproximadamente 8 años ­dice Betancourt­ la localidad experimentó un vertiginoso crecimiento residencial y comercial.

    Cerca de 70% de los venezolanos que habitan en Estados Unidos vive en Florida, detalla el censo. A Doral la llaman Doralzuela. Al igual que Weston (Westonzuela), un suburbio a 30 minutos de Miami, que fue el primer gran enclave de los emigrantes del país en Florida, Doral recibe el sufijo que lo identifica con estas tierras. En esa zona, 10 de los 257 locales de comida que existen son venezolanos, de acuerdo con un reporte del diario Mercado de Dinero , publicado en abril. El vecindario de Betancourt se llenó de coterráneos. “Doral creció gracias a venezolanos y colombianos. Muchos corrieron la voz. Los venezolanos ubicaban casas, las alquilaban o compraban”, señala.

    Carlos Lovera cuenta que Doral se convirtió en el plan alternativo de los venezolanos. “Tengo 15 años acá y he visto cómo se han venido familias enteras.

    Es gente que deja atrás a sus familiares, sus bienes, su estatus, por buscar una vida más segura y con mejores oportunidades.

    Primer concejal venezolano en Miami:

    Somos tantos venezolanos que hasta tenemos un concejal”. Se refiere a Luigi Boria, un empresario caraqueño de 52 años de edad que fue elegido el 2 de noviembre del año pasado al Concejo Municipal de esa ciudad del condado de Miami-Dade, el primer venezolano que ocupa un cargo político en Estados Unidos.

    Desde su despacho en Miami, Boria señala que la crisis política es el principal motor de la inmigración. “No sólo por la libertad de expresión sino por el sistema de seguridad. La gente se siente desprotegida porque el Gobierno no defiende las condiciones básicas del venezolano y por eso buscan mejores lugares; Miami es el más cercano”, asegura el concejal.

    Betancourt indica que, entre sus vecinos más recientes, el denominador común es el temor a la inseguridad de las calles venezolanas. “Mucha gente me dice que se vino por sus hijos, para que se críen en mejores ciudades, en un sitio más tranquilo. Creo que mis hijos fueron afortunados al crecer aquí”, dice con el tono resignado de quien se entera por las noticias que la tasa de homicidios en Venezuela es la segunda más alta de América Latina, después de Ciudad Juárez.

    Plan B.

    Una pedrada que lanzaron unos ladrones a la ventana del copiloto, para hacerles perder el control del carro y robarlos, fue el detonante para que Daniela Martucci y su esposo decidieran irse del país hace cinco años. “Ese incidente fue en La Urbina, en Caracas; terminé en la clínica y me cosieron puntos en la cabeza. Mi esposo me dijo que eso estaba fuera de nuestro control. Ya nos habían robado un carro, pero al ver la agresión física decidimos irnos”, relata.

    “Intentaron secuestrarme cuando llevaba a mi hijo a la escuela un martes antes de las 7:00 de la mañana. La familia vivía atemorizada; mi esposa no tenía paz, me llamaba todo el tiempo para saber si estaba bien. La convivencia se había vuelto insoportable y todo por el miedo”, relata Luis Vieira, que cerró su local de comida en Barquisimeto, vendió la casa, los muebles y la camioneta, y se fue hace dos años a vivir a Atlanta con su familia.

    Historias como éstas son comunes entre los inmigrantes venezolanos, afirma Ernesto Ackerman, presidente de Independent Venezuelan American Citizens (IVAC), organización que agrupa a venezolano-estadounidenses en esa nación. “La inseguridad, la inestabilidad política y económica son las principales causas por las que salen del país”, indica.

    A Luis Daniel Hurtado, un abogado corporativo y traductor de 39 años de edad, la inseguridad jurídica lo llevó a instalarse en Miami. “El Estado deja cada vez menos libertad económica. En Caracas trabajaba para varias empresas y entre enero y junio de 2010 cerraron a mis principales clientes, que eran dos instituciones financieras. Con esa medida mi campo laboral se redujo. Conseguí empleo en otra compañía, pero tuvo problemas económicos y cerró antes de que me viniera. Desde marzo de 2011 estoy acá”.

    Calificados:

    Desde Washington, Mark López, director asociado del Centro Hispano Pew, pone la lupa en otro hecho: los venezolanos siguen la tendencia de crecimiento de los peruanos y colombianos en Estados Unidos, una inmigración con características similares. Jóvenes y bien formados, quienes emigran desde estos países buscan mejores ofertas de empleo y generación de ingresos. “La población de suramericanos se duplicó la década pasada.

    Como pasa con casi todos los países de la región, los venezolanos vienen porque quieren tener crecimiento económico.

    Hay mejores oportunidades aquí para quienes tienen un título universitario”, afirma.

    El perfil de los venezolanos que trazan los datos de la Oficina del Censo de Estados Unidos lo confirma. De acuerdo con la más reciente Encuesta sobre la Comunidad Estadounidense, de 2009, 73% de los venezolanos que viven en ese país entran en el mercado laboral. Un alto porcentaje de ellos (44%) trabaja en puestos gerenciales o profesionales y de ventas y oficinas (25%).

    Los profesionales jóvenes, como Martucci y su esposo, integran ese grupo. La asesora en comunicaciones y el contador, ambos rozando la treintena, dispusieron todo para irse del país en 2006. La primera opción fue Australia, pero estar a más de 24 horas de vuelo de la familia los amilanó. Su esposo logró que la compañía para la que trabaja lo transfiriera a Miami. “Vinimos con mucha suerte. La empresa nos ayudó a tramitar la visa”, relata Martucci. Con la certificación laboral, un trámite que lleva a la expedición del permiso de residencia, ella también pudo asentarse y ejercer su profesión.

    En Estados Unidos, 8 de cada 10 venezolanos percibe un salario en el sector privado. Las industrias de servicios educativos, cuidado de la salud y asistencia social, científicos, gerenciales, administrativos y manejo de residuos, entretenimiento, comida, finanzas, seguros y bienes raíces concentran a la mitad de ellos.

    Camino empedrado. En 2004, Juan Montilla, de 39 años de edad, llegó a Nueva York con 2.500 dólares que le prestó su hermano. “Me vine porque allá no conseguía trabajo”, recuerda. Llegó a casa de un familiar en Brooklyn y su primer trabajo fue de ayudante de cocina en un restaurante. En Valencia, donde vivía, quedó su experticia como trabajador de la cristalería. “Aprendí a comer en las tiendas, en las que todo es a 99 centavos. Trabajaba como 12 horas diarias y sólo tenía un día libre”.

    Llegó como turista y se quedó trabajando ilegalmente:

    Los tres hijos y la esposa se le sumaron al poco tiempo. Desde entonces, no ha podido salir de Estados Unidos y hace dos años empezó un lento proceso ante las autoridades de inmigración para regularizar la situación familiar. De la cocina pasó a limpiar bares por las mañanas, hasta que hace poco una cristalería lo contrató.

    “Aquí trabajas, puedes pagar tus rentas y todavía te queda algo para ahorrar. En Venezuela todo lo que me ganaba en una semana lo tenía que gastar en el mercado”, expresa.

    Para Ackerman existe la idea equivocada de que todo el que emigra a Estados Unidos tiene dinero. “Muchos padres han movilizado a sus familias a Estados Unidos, pero siguen atendiendo sus negocios en Venezuela. Esa es una parte de la inmigración, la que cuenta con recursos para tener empresas aquí, pero los perfiles son variados: hay profesionales y también gente sin una carrera que se viene a buscar trabajo. Hay venezolanos ­incluso profesionales­ limpiando carros o trabajando en almacenes”, señala.

    El año pasado, por causa de la crisis, cerró la clínica que por 7 años tuvieron los venezolanos en Doral. El presidente de IVAC señala que allí se atendía a quienes no tenían seguro médico, por lo general, venezolanos en condición ilegal. Calcula que puede haber hasta 100.000 conciudadanos en esa situación. El censo señala que 34% de los venezolanos en Estados Unidos carece de un seguro médico y 11% de esta comunidad es pobre, de acuerdo con los parámetros estadounidenses.

    “Vimos a gente que dormía en sus carros, que no tenían para pagar un alquiler. Si no tienes papeles, es difícil conseguir trabajo. Las multas para el empleador son muy altas si lo descubren”, agrega Ackerman.

    Los trámites para lograr la residencia, además, son costosos. Montilla calcula que al final de ese camino burocrático habrá gastado entre 18.000 y 20.000 dólares para sacar sus papeles y los de su familia. Teme por su trabajo porque la crisis económica que atraviesa Estados Unidos ha afectado a la empresa de construcción que lo empleó.

    Pero el de Montilla es uno de esos casos que escapan de la medición oficial. A los “balseros del aire”, mote con el que comienzan a referirse a los venezolanos en Estados Unidos, los registros oficiales los muestran como una comunidad pujante, muy diferente a los balseros cubanos, que pisan tierra estadounidense para comenzar de cero. “La gente se está viniendo de Venezuela por la inseguridad y la disminución de los derechos democráticos.

    Ahora que es más marcada la esencia del gobierno dictatorial, la tendencia a emigrar ha aumentado”, concluye Boria, el primer concejal venezolano en Miami.

    El asilo como salida:

    El año pasado, Venezuela fue el cuarto país con el número más alto de asilados políticos en Estados Unidos: en 2001 se le concedió protección a 11 personas y en 2010 a 479

    Con las noticias de concesión de asilo político al banquero Eligio Cedeño, se reparó en un hecho que para las autoridades de inmigración de Estados Unidos se hizo notorio en los últimos 5 años: cada día cientos de venezolanos solicitan este estatus ante el Gobierno de esa nación. Los reportes del Departamento de Seguridad Interna señalan que en 2001, sólo 11 conciudadanos lo lograron, pero en 2010 la cifra trepó a 479. Venezuela fue el cuarto país con más asilados políticos al cierre del año pasado, después de China, Etiopía y Haití.

    Políticos, periodistas, militares, banqueros. La población de asilados políticos venezolanos ­asentados principalmente en Florida­ crece cada año. La revisión de los datos anuales muestra que la concesión de asilos se disparó en 2004, cuando se celebró el referéndum revocatorio, y en 2006, cuando Hugo Chávez fue reelecto como Presidente.

    José Antonio Colina, teniente que se pronunció en 2002 en contra del Gobierno en la plaza Francia de Altamira, preside en Miami la organización Venezolanos Perseguidos Políticos en el Exilio, creada hace tres años. “En Venezuela se usa el Poder Judicial para perseguir a la disidencia”, denuncia el militar, a quien el Gobierno acusa de perpetrar atentados con bombas en la Embajada de España y el Consulado de Colombia en Caracas en febrero de 2003. El teniente está protegido desde 2006 por la Convención de las Naciones Unidas contra la Tortura.

    “Después del 11 de abril de 2002, y en la medida que Chávez radicalizó su gobierno, la gente ve que en cada proceso electoral se afianza y que no hay nada que hacer dentro del país. Se van para encontrar tranquilidad, pues en Venezuela el uso del sistema judicial y las expropiaciones hacen que la gente huya”, señala.

    Dice que el proceso de solicitud de asilo es engorroso y que las autoridades se mostraban renuentes a otorgarlo hasta que, a mediados de 2010, el Congreso de Estados Unidos aprobó una certificación que reconoce al exilio venezolano, un argumento que ahora engrosa los expedientes de quienes solicitan la protección.

    Colina indica que, en vista del incremento de venezolanos, los alcaldes de Doral y de Miami decretaron la celebración del Día del Exiliado Político Venezolano cada 13 de abril.

    Terreno para estafas:

    A la organización Venezuela Awareness Foundation, presidida por Patricia Andrade, llega a diario al menos una solicitud de información de venezolanos interesados en pedir asilo político en Estados Unidos.

    Andrade dice que, desde que llega a Estados Unidos con visa de turista, la persona cuenta con un año para solicitar el asilo. Por la vía administrativa, el interesado debe llenar la planilla de petición en una oficina de inmigración; luego lo llamarán a una entrevista. “Es un proceso rápido que tarda como máximo mes y medio. Si no te lo conceden, debes ir a la corte con un abogado y se complica el caso”, asegura Andrade, a quien las cortes de Miami reconocen desde hace cuatro años como testigo experto en casos de asilos políticos.

    Agrega que hay dos tipos de solicitantes de asilos: políticos y figuras públicas y personas de más bajo perfil, venezolanos comunes, que hacen trabajo en organizaciones y partidos. “Hay gente que no es pública, a quien el Gobierno comenzó a someter a una persecución política a través de la policía y el Sebin.

    Los hostigan, les escuchan las llamadas, los amenazan. Son personas que hacen trabajo político y social, que están alrededor de esas grandes figuras”, asegura.

    Quienes se acogen al asilo político no pueden regresar a su país de origen. Por eso, asegura Andrade, muchos prefieren otros caminos que le permitan huir de Venezuela sin necesidad de ampararse en esta figura. “El proceso no es fácil, Inmigración se ha vuelto estricta. Hay venezolanos que han hecho fraude con esa figura, llamándose perseguidos políticos cuando en realidad no lo son. La persecución debe comprobarse en el expediente y eso es difícil.

    ¿Cómo demuestras que te seguía el Sebin?”, expone.

    El trámite del asilo es gratuito, pero si se llega a la corte es necesario contratar abogados, cuyas tarifas suelen ser muy altas. “Aquí hay un mercado de abogados detrás de los venezolanos, que están solicitando asilo en masa; hay algunos que ni abogados son y muchos venezolanos han sido estafados. El problema es que el profesional debe dominar el tema de la política en Venezuela. De lo contrario, presentará solicitudes débiles y a la gente le negarán el asilo por la vía administrativa”.

    A finales del mes de mayo, organizaciones de exiliados venezolanos ­a las que se sumaron las de cubanos­ pidieron al gobierno de Barack Obama, a través de un comunicado público, detener la ola de deportaciones de conciudadanos. De acuerdo con datos del Departamento de Seguridad Nacional, en 2000 sacaron de territorio estadounidense a 261 venezolanos.

    Para 2009, la cifra se ubicó en 434, el quinto lugar entre los suramericanos. “Hay venezolanos en las cárceles de inmigración, que se han venido ilegalmente o han fracasado en su solicitud de asilo. Nos preocupa que el Gobierno de Estados Unidos los devuelva sin tomar en cuenta que sus vidas corren peligro al regresar a Venezuela”, expresa Andrade.

    ¿Quiénes y cómo se van?

    Los venezolanos que quieren emigrar a Estados Unidos, jóvenes y profesionales en su mayoría, buscan a un empleador en ese país que les patrocine una visa de trabajo, participan en loterías de green card o buscan oportunidades de estudio para luego pedir la residencia.

    Es casi un reflejo biológico. Los venezolanos que buscan emigrar sacan la brújula, ubican el norte y se lo trazan como una meta. En los últimos 10 años la población nacida en el país que reside en Estados Unidos se ha duplicado. Esther Bermúdez, fundadora y directora de la página web Mequieroir.com, lo sabe bien.

    Desde 2001, el portal digital ofrece información gratuita para los interesados en emigrar sobre los diversos trámites, requisitos y oportunidades que ofrecen Estados Unidos, Canadá, Australia y España. De acuerdo con sus cálculos, más de 30% de los usuarios que entran a la página tiene el país del Tío Sam como primera opción.

    Y casi todos, agrega, responden al mismo perfil.

    Bermúdez confirma que un alto porcentaje de las personas que se van a Estados Unidos corresponde a jóvenes de clase media, de entre 24 y 45 años de edad. “Muchos tienen profesiones técnicas o universitarias, cuentan con experiencia laboral, han estudiado inglés y han logrado acumular ahorros o tienen propiedades que pueden vender”. Indica que estos emigrantes se dividen, básicamente, en cuatro grupos según la metodología con la que tratan de obtener la visa o la green card.

    La mayoría se vale de sus estudios y su condición de profesional capacitado. Consiguen un empleador en Estados Unidos que les patrocine una visa de trabajo o, si están contratados por una transnacional, piden un traslado. De acuerdo con Bermúdez, la opción ha sido especialmente popular entre ex trabajadores de Pdvsa que han conseguido empleo en las empresas petroleras de Texas y entre jóvenes profesionales que acumulan experiencia durante algunos años para luego emigrar.

    Otra opción importante es la lotería de green card que realiza anualmente el Gobierno de Estados Unidos. Los últimos cálculos de Mequieroir.com indican que más de 3 millones de venezolanos participaron en la de 2010, de los cuales resultaron ganadores 500. El tercer camino más popular es el de estudiar en Estados Unidos.

    Muchísimos jóvenes lo hacen y luego intentan conseguir empleo para poder cambiar la visa de estudiante por una de trabajador y, eventualmente, por la residencia.

    Hasta hace poco esas eran las tres formas más utilizadas por los venezolanos que querían comenzar una vida en Estados Unidos. Pero la directora de Mequieroir.com coloca otra sobre la mesa. “Existe una nueva categoría de visa, llamada la EB-5, que está dirigida a empresarios. Para poder aplicar, se debe realizar una inversión mínima de 500.000 dólares y generar al menos 10 empleos.

    Es una visa muy atractiva para los venezolanos, que la ven como una oportunidad de sacarle ganancia a su dinero en Estados Unidos, además de que les permite conseguir una visa de inmigrante para sí mismo y su familia”.

    La nueva visa no es el único cambio que se ha registrado en el campo de la emigración hacia Estados Unidos. Bermúdez asegura que antes de 2006 era indiscutible que los jóvenes profesionales, solteros o casados pero sin hijos, constituían el grupo mayoritario que solicitaba los servicios de su página. Pero desde ese año en adelante ha habido un cambio significativo. “Antes recibíamos su fa muchas más visitas de jóvenes solteros o parejas sin hijos, pero ahora son familias completas que evalúan la posibilidad de migrar, según ellos mismos nos dicen, para darles un mejor futuro a sus hijos y para alejarse de la inseguridad. Desde hace cinco años lo estamos viendo y el crecimiento de este segmento ha sido tan grande que ahora son dos grupos equitativos que buscan irse de Venezuela”.


    Por: ADRIANA RIVERA
    ÁNGEL ZAMBRANO
    ARIVERA@EL-NACIONAL.COM
    Política | Economia
    EL NACIONAL

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