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    SEXO SIN TABÚ: Cuando los deseos se salen del cauce

    “La afección no debe confundirse
    con la adicción sexual…”

     

    Considerada por los expertos como un trastorno, el impulso carnal excesivo es frecuente en 6 de cada 10 personas en el mundo.

    Discretos y casi sin dar los buenos días, Jessica y Santiago se deslizan en la antesala del consultorio ante otras parejas, que esperan también ser llamadas por el sexólogo. Es probable que, puertas adentro, los otros expongan al médico preocupaciones comunes, como la falta de deseo, ausencia del orgasmo o la antipática eyaculación precoz. Pero en el caso de este matrimonio, ambos con 34 años de edad, la cosa es diferente.

    “Mi problema son las incontenibles ganas de hacer el amor a cada instante”, confiesa esta oficinista cuyo “trastorno” debería al menos garantizarle al esposo una sonrisa permanente de felicidad. Pero es otra la realidad. “Lo mío es un deseo desesperado por tener sexo de día y de noche… Eso a él le molesta”, dice señalando con la boca a su marido, al tiempo que se encoge de hombros.

    Durante años se ha dicho que el impulso sexual excesivo es un desorden psicológico caracterizado por una libido muy activa en mujeres y hombres. Un desorden que, con el tiempo, pasó a llamarse hipersexualidad o incapacidad para estar satisfecho sexualmente o, dicho de otra manera, la necesidad incontrolable por el sexo.

    Hasta hace poco, el Manual Diagnóstico y Estadístico de Enfermedades Mentales lo incluía como “desviación sexual”; luego, el DSM (por sus siglas en inglés) III lo denomina “dependencia sexual”, capaz de influir en la vida cotidiana de la gente; pero en la versión IV se elimina el trastorno de la lista, y la OMS lo denomina “impulso sexual excesivo”.

    “El impulso sexual es una manifestación de la salud integral y puede verse afectado cuando se asocia a condiciones clínicas indicativas de perturbación, como ocurre con la adicción sexual”, explica el siquiatra y sexólogo Rómulo Aponte, que cita como condiciones clínicas: la incapacidad para ejercer el control sobre el impulso sexual y una conducta sexual descontrolada con efectos negativos para el individuo en su relación con la pareja.

    El interruptor en “on”. Aponte ilustra el impulso sexual excesivo con la imagen del bombillo que no se puede apagar.

    Como experto, dice que el paciente experimenta abundantes e intensas fantasías sexuales y la necesidad in crescendo de sexo, porque “el trastorno se asocia a cambios en el estado de ánimo, como la depresión, la ansiedad y la rabia”.

    “La persona invierte mucho tiempo en lograr la satisfacción del impulso y en la recuperación de los episodios descontrolados de practicar el sexo. De ese modo, el trastorno interfiere con las conductas adaptativas al trabajo, a las relaciones interpersonales y hasta el cuidado personal”.

    En un esfuerzo por convencernos de que no es una Tiger Woods venezolana, Jessica advierte: “En mi caso, no es la típica adicción sexual, esa fijación por ver porno o mirar de soslayo la entrepiernas a mis compañeros de la oficina”.

    Rómulo Aponte advierte que en el caso de la adicción sexual pueden haber desbalances en el equilibrio neuroquímico del circuito del refuerzo y del placer en el cerebro, mientras que en la compulsividad sexual puede haber un déficit de un neuroquímico en la serotonina, en las regiones del cerebro responsables de la saciedad sexual.

    De sátiros y ninfómanas. Aponte aclara que los términos satiriasis y ninfomanía son formas coloquiales de referirse a la afección del impulso sexual excesivo, cuando afecta a hombres y a mujeres respectivamente.

    “Las personas generalmente asisten a consulta traídos por familiares, atendiendo a las consecuencias negativas que el trastorno le provoca al afectado. En ambos casos, adicción y compulsividad, está presente el placer, y en el caso de la compulsividad el sexo tiene un efecto en el alivio de la ansiedad. Para ellos el sexo es tranquilizante”.

    Otro detalle es que esas personas se arriesgan a salir lastimadas ya que, en su desesperación, suelen tener encuentros sexuales con desconocidos y se exponen a contraer una enfermedad por no saber con quién se relaciona o salir lastimados, si el otro es violento.


    Por: ELIZABETH ARAUJO
    Salud | Sexo
    EL NACIONAL

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