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    SEXO SIN TABÚ: La lengua como templo de placer

    Una maraña de miedos y prejuicios impiden a las parejas explorar una práctica antigua.

    Muchas mujeres ignoran los
    misterios del cunnilingus

     

    Daniela llega al consultorio para soltar una inquietud que le asalta en las noches, inmediatamente después de haber librado una batalla placentera: oculta una preferencia absoluta hacia la lengua de su marido en detrimento de su pene, lo que le ha traído conflictos y discusiones.

    “Me excita tanto, que tenemos que tapar las rendijas de la puerta y ventanas de la habitación para que los vecinos no crean que me están matando”, refiere esta comerciante, de 29 años de edad, blindada con un gran sentido del humor que le permite describir ­hasta poner la piel de gallina a quienes oyen su relato­ las sensaciones que de esta manera le prodiga su pareja.

    “A uno le extraña que esta técnica de obtención de placer sea tan antigua y al mismo tiempo tan desconocida”, responde Carmen Nieves Tremont, médica y sexóloga, cuya especialidad desde hace 18 años -escuchar a parejas con conflictos-, la dota de una paciencia que pasa por encima de los asombros.

    Cierto. Hay quienes la utilizan para insultar y hablar pistoladas en cadenas televisivas, pero los más privilegiados saben que la lengua representa, además del compañero de primera fila a la hora de comer, un instrumento infalible para brindar y alcanzar placer.

    Bésame, bésame mucho. “El cunnilingus constituye lo que normalmente denominamos sexo oral para la mujer. Una experiencia única, no tanto por lo placentero sino porque en muchos casos abona el camino al coito, lo que vendría a ser la segunda fase del goce sexual”, apunta Tremont, diferenciándola de la felación o sexo oral para el hombre.

    Manjar preferido del Kamasutra, la biblia del sexo lo describe como “el acto sublime” de usar la lengua y la boca para chupar y lamer la zona vaginal y el clítoris. Se ha dicho que las mujeres que disfrutan con el sexo oral generan un vínculo emocional gracias a la intimidad del acto, además de sensaciones a veces más placenteras que la penetración.

    Un estudio realizado en 2003 por The Women’s Sexual Health Foundation, de Estados Unidos, con preguntas sobre hábitos sexuales a 2.130 mujeres en universidades de Nueva York y Pensilvania, señala que apenas 37% de las consultadas incluían como menú principal el sexo oral en sus relaciones.

    Empero, el mismo trabajo halló que 97% de ese 37% de chicas que amaban tal experiencia confesaban obtener “los mejores orgasmos de su vida” a través del cunnilingus.

    Una leyenda extendida, no certificada por historiadores, sostiene que el sexo oral era practicado en la antigua Grecia y Egipto. Se dice que Cleopatra desarrolló una técnica con trucos que igual elevaba al punto más alto del placer a mujeres y hombres. Tremont apunta un hecho curioso alrededor del cunnilingus: una maraña de miedos y prejuicios se interponen en muchos hombres para abordar esta práctica, aún cuando se trate de hacérselo a su pareja.

    “Es natural que así ocurra porque la vagina llega a convertirse, en una mujer que es negligente con la higiene, en un depósito de gérmenes”.

    Apunta que algunos tipos de herpes y VPH son fáciles de contagiarse por esa vía, aunque advierte que “hoy es muy difícil que una mujer no le preste atención a una de las zonas más preciadas de su organismo”.

    Una vez vencidos los temores, el cunnilingus es prácticamente como pasar por la casilla de Go en un juego de Monopolio, y tener todavía el privilegio de otro turno para lanzar los dados.

    Tremont se atreve a brindar un consejo a los hombres y mujeres que, como en las fiestas romanas, saludan con el “ave, cesar, los que vamos a morir de placer te saludamos”: una vulva no es igual a otra. “Depende de la conformación física de la mujer y de que su clítoris esté más o menos visible, si podrá alcanzar ese sumum del placer”.

    En todo caso, como lo testimonia la gratificada Daniela, la reacción de placer puede confirmar que se está en el lugar adecuado. Si no se está seguro, haga como quien está perdido en una ciudad desconocida y no dispone de un GPS: pregunte hasta que ambos lleguen a la zona más excelsa del placer.


    ELIZABETH ARAUJO
    Salud | SEXO
    EL NACIONAL

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