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    HomeElecciónesÓSCAR LUCIEN: ¡Viva yo!

    ÓSCAR LUCIEN: ¡Viva yo!

    Un “reformateo” del culto
    a su personalidad

     

    1 . El célebre informe (secreto) al XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética, del 25 de febrero de 1956, tuvo como propósito esencial explicar de manera muy clara y concluyente “el hecho de que no es permitido y de que es ajeno al espíritu del marxismo-leninismo elevar a una persona hasta transformarla en superhombre, dotado de características sobrenaturales semejantes a las de un dios. A un hombre de esta naturaleza se le supone dotado de un conocimiento inagotable, de una visión extraordinaria, de un poder de pensamiento que le permite prever todo, y, también, de un comportamiento infalible”.

    Luego de un análisis minucioso y documentado de los archivos de la policía política, la NKVD y de otras fuentes que daban testimonio fiel de las innumerables perversiones de la era de Stalin, las falsas acusaciones, vilipendios, la fabricación de cargos “y los descarados abusos de la legalidad socialista que tuvieron como consecuencia la muerte de gente inocente”, el informe discurre sobre lo pernicioso del culto a la personalidad. El escrito, presentado por Nikita Khrushchev, por supuesto reconoce el papel de Stalin en el diseño y ejecución de la revolución socialista, su desempeño en la guerra civil, su compromiso con la construcción del socialismo en la URSS. Sin embargo, el objetivo del documento es muy claro: “En este momento nos interesa analizar un asunto de inmensa importancia para el partido, tanto ahora como en el futuro… Nos incumbe considerar cómo el culto a la persona de Stalin creció gradualmente, culto que en momento dado se transformó en la fuente de una serie de perversiones excesivamente serias de los principios del Partido, de la democracia del Partido y de la legalidad revolucionaria”.

    2. La “revolución” venezolana se obstina en no tomar las lecciones del pasado. Reedita un modelo autocrático, centralista y burocrático de cuyo fracaso la historia muestra pruebas contundentes, de muy precaria posibilidad incluso con el flujo constante de la renta petrolera, que sustenta su viabilidad en la figura providencial de Hugo Chávez, ensalzado como líder único e irreemplazable.

    El carisma de Chávez se potencia con una personalizada y omnipresente maquinaria publicitaria con todos los medios públicos a su servicio, y en la sumisión absoluta de la institucionalidad a su arbitrio y capricho. Por esto, la sobrevenida enfermedad del Presidente de la República, presidente del partido, comandante en jefe de la Fuerza Armada, líder único e irreemplazable, obligado comediante-presidente hasta el 24 de junio de 2021, ha impuesto un “reformateo” del culto a su personalidad y convertir sus dolencias físicas en una épica de la revolución, y en una cruzada nacional su sanación.

    Y si, en efecto, no hay culto sin fieles, lo novedoso del dispositivo propagandístico, de escandalosa manipulación de su enfermedad, es la adoración narcisista de Hugo Chávez. El “¡Viva Chávez!” pronunciado por el propio comediante-presidente lo oímos en dos oportunidades durante las recientes fiestas patronales celebradas con motivo de su padecimiento y en ocasión de su retorno al mar de la felicidad de los hermanos Castro. Mientras los venezolanos carecemos de un informe médico fidedigno de la real envergadura de su mal, la feligresía chavista en los cargos públicos monta un sainete de despedida, con emotivas cartas, misas, actos culturales desbordantes de sensiblería para distraernos del asunto e interrogante esencial: ¿está efectivamente el presidente Chávez en condiciones de conducir el Ejecutivo? Nadie de su entorno es capaz de prevenirlo de lo chocante, irrisorio y patético de su arenga ¡Viva Chávez!, de lo delicado de exponer su enfermedad como un escudo, de confundir su avatar personal con el destino del país. Por eso no sorprende que el eslogan “Patria socialista o muerte” mute ahora, condicionado por la fragilidad de la salud del Presidente, a “Viviremos y venceremos”.

    La guinda de la “torta” fue la arbitraria cadena del sábado 16, día de su partida a La Habana. Mientras los venezolanos seguíamos las incidencias del debate parlamentario sobre la debida autorización para ausentarse del país, Hugo Chávez impuso una abusiva cadena de radio y televisión para mostrarse en una “reunión ordinaria” de su gabinete y sólo nos permitió ver parcialmente fragmentos del debate a su entero capricho y discreción. La doble pantalla (violatoria de la Ley Resorte y de la Ley de Telecomunicaciones) con la imagen del Presidente observando y aplaudiendo las innecesarias genuflexiones de los parlamentarios de la “revolución” que justificaban su partida para someterse a tratamiento médico en Cuba entrará sin duda en los anales de las perversiones del culto a la personalidad. ¡Viva yo!


    Por: ÓSCAR LUCIEN
    @olucien
    Política | Opinión
    EL NACIONAL

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