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    GUILLERMO DESCALZI: Presidente Humala

    Chávez envío ayuda humanitaria a Perú etiquetada con propaganda bolivariana en 2007

    El jueves 28 de julio, día de
    la ascensión de Humala

     

    El país entra a una encrucijada labrada por peruanos a lo largo de 190 años de independencia. Yo le deseo a Humala lo mejor, porque quiero lo mejor para Perú, aunque me preparo para lo peor.

    Asume la presidencia tras una gira latinoamericana que concluyó visitando Cuba, país de poco intercambio comercial con Perú y, hasta la llegada de Humala, de poca importancia política y diplomática para el gobierno. Esto ha cambiado. Ahora es de gran importancia política y diplomática. Cuba representa el desafío original tanto al capitalismo global como al orden político liderado por Estados Unidos.

    Ese desafío está implícito en el nacionalismo de Humala. Busca cambiar el orden político y económico del país. Humala no es un globalizador. Es un nacionalista y, más aún, es de una filosofía política autóctona, el etnocacerismo, que tiene como objetivos principales la reivindicación de los pueblos indígenas y la reestructuración de la república para crear un estado de ‘inclusión social’.

    Esa frasecita, ‘inclusión social’, es una cortina de humo lingüístico tras la cual se alza el desafío de Humala al status quo. La justicia social de las revoluciones de izquierda la viste y vende como inclusión social para no espantar a aquellos cuyas vidas serán remodeladas, reacomodadas y reubicados en aras de la justicia social. Es como si inclusión implicase que no se va a quitar nada a nadie, que solo se va a aumentar a algunos, nada más. Esa es la ilusión que quiere vender al inicio de su mandato.

    El reacomodo de la relación estado-capital-pueblo es medular en el etnocacerismo. Ese reacomodo no lo ha dejado de lado por el mero hecho de haber sido elegido democráticamente, pero intenta, precisamente por haber sido elegido democráticamente, vestirlo de civilidad hasta donde sea posible para contar con la colaboración del mismo sistema que quiere cambiar. Para eso es lo que efectuó la gira previa a su ascensión al mando, para enfatizar su legitimidad política con el respaldo tácito de los jefes de estado que lo recibieron.

    Humala hoy tiene suficiente respaldo en América Latina para sentirse seguro en su papel. Necesitó ropaje democrático para su elección, y lo sigue necesitando para transformar el estado peruano. Ha logrado así el apoyo de rivales oportunistas como el ex presidente Alejandro Toledo, y así va a seguir, vestido de demócrata civil por razones tácticas y estratégicas hasta donde le sea posible. Representa una modalidad política que se extiende y propaga por América Latina bajo la guisa del socialismo del siglo XXI, elevado a los altares de izquierda por el presidente Chávez de Venezuela.

    La ascensión de Humala debe ponerle los pelos de punta a la burguesía nacional. Sobre ella cae la responsabilidad de su elección. Ganó porque Perú es un país de mayoría indígena y mestiza, y esa mayoría, a pesar del auge económico del Perú, sigue paupérrima. Es una mayoría mísera en medio del esplendor de la clase pudiente. Es una realidad que hizo que tarde o temprano fuese a aparecer un Humala en el escenario político del país. La burguesía peruana, si es que espera honestidad de este régimen, que ponga atención a como empieza. Hay vicios de los cuales será muy difícil que Humala se libre. Son endémicos en el Perú y Latinoamérica en general. Allí está, como muestra, el extraño viaje de su hermano menor, Alexis, a Moscú, a donde fue procurando acuerdos multimillonarios de pesca, minería, turismo y empresas varias con el régimen post soviético del Kremlin. La prensa peruana encontró al menor de los Humala Tasso con las manos en la masa, tratando de hacerse pasar como que era y no era –así de sospechosamente ambiguo– agente de su hermano Ollanta. ¿Qué hubiese sucedido de no haber sido expuesto por la prensa peruana? Se hubiese iniciado el gobierno de Humala con una corrupción de dimensiones pocas veces vistas en la presidencia del Perú.

    La mayor condena de Ollanta al negociado de Alexis fue calificarlo de torpeza. ¿Torpeza querer lucrar con la ascensión de su hermano? Es más que mera torpeza. Es un presagio de las desviaciones que pueden y se van a dar en el entorno del poder en la presidencia de Humala. Si así fue antes de asumir el mando, ¿como será luego?

    ¿Qué acarreará menos fatalidad, un régimen que se conduzca con la pureza del fervor etnocacerista que presumiblemente lo impulsa, o uno en el cual esa pureza se vea diluida por los acostumbrados abusos y desviaciones en el entorno del poder? No lo sé, pero por una de esas dos rutas marchará el nuevo Perú. No será fácil. Vienen tiempos difíciles para el país. Yo, nuevamente, deseo lo mejor pero me preparo para lo peor.


    Por: Guillermo Descalzi
    Política | Opinión





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