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    ARMANDO DURÁN: ¿Se acostumbra uno a todo?

    ¿Se acostumbra uno a todo?

     

    Finalmente, a las 9:00 de la noche del pasado jueves, Hugo Chávez confirmó lo que todo el mundo sospechaba. De paso, desmintió a sus lugartenientes, empeñados hasta ese instante en la tortuosa tarea de engañar a los ciudadanos sobre un tema de tanta trascendencia como el crítico estado de salud del Presidente.

    La decisión de Chávez de despejar esta incógnita médica fue positiva, aunque todos sabemos que se produjo porque a pesar de todos sus esfuerzos Venezuela no es todavía como Cuba. Pero también es preciso señalar que en su parte médico Chávez sólo ofreció la información más básica de sus dolencias. En su alocución de 13 minutos y 38 segundos nada dijo el paciente sobre la exacta valoración científica de su enfermedad, sobre los detalles del tratamiento anticanceroso a que está siendo sometido, y mucho menos se refirió a la fecha de su eventual regreso a Venezuela. Es decir, sus palabras no arrojaron ninguna luz sobre la gravísima incógnita política abierta por el anuncio de lo que hasta la noche del jueves apenas era un absceso pélvico. Una situación que nos obliga a formularnos dos preguntas inquietantes.

    La primera es la más obvia.

    ¿Quién ha gobernado estos días de rumores e incertidumbres a Venezuela, y quién la seguirá gobernando a partir de ahora? Según han repetido hasta la saciedad sus lugartenientes, precisamente los mismos que llevan mintiéndole sin ningún pudor a los venezolanos desde hace tres semanas, Chávez no ha dejado en ningún momento de estar pendiente de los asuntos del Estado.

    Por supuesto, otra grosera mentira más. Para gobernar es necesario el uso pleno de facultades y la concentración total del gobernante a todas horas. Desde Cuba, sometido a dos operaciones quirúrgicas, ambas con anestesia general y lenta recuperación, sufriendo los inevitables trastornos ocasionados por la segunda cirugía, y bajo los efectos también inevitables y paralizantes de un riguroso sistema de cuidados para combatir la propagación de células cancerígenas con rigurosos procedimientos químicos o de radioterapia, no es posible suponer que alguien esté en condiciones de comandar nada, sobre todo la nave del Estado venezolano que, como todos sabemos, hace agua por todas las costuras.

    La segunda interrogante es consecuencia directa de la primera.

    Sin un Presidente realmente en funciones, ¿cuál es la cadena de mandos en la Venezuela actual? Nadie pone en duda que Chávez sea el Presidente, o que su ausencia sea temporal, pero estando fuera de Venezuela desde hace un mes y sin todas sus facultades físicas e intelectuales en condiciones de perfecta articulación, ¿acaso su presidencia es algo más que una presidencia exclusivamente formal? Para casos de ausencia temporal como esta, la Constitución vigente contempla la figura del vicepresidente ejecutivo de la República. El presidente Chávez, sin embargo, no ha cumplido el trámite de rigor para descargar el peso de sus funciones sobre los hombros de Elías Jaua. Peor aún, la Asamblea Nacional, en un acto de irresponsabilidad sin precedentes, a sabiendas de la gravedad extrema de su enfermedad, autorizó a Chávez a permanecer en el exterior por tiempo indefinido y a seguir gobernando desde Cuba como si no le estuviera pasando nada. ¿Jaua es entonces el presidente de facto de Venezuela? ¡Por favor! Lo cierto es que en estos dificilísimos momentos de la historia nacional, a Venezuela no la gobierna nadie.

    Todas las semanas, el escritor español Juan José Millás publica en la revista dominical de El País de Madrid una sección fija, La Imagen, que incluye una fotografía que por sí misma tal vez no diga mucho, pero en la que Millás encuentra algún motivo para ofrecernos una breve reflexión de cierta relevancia. En la entrega correspondiente al pasado 24 de abril, la foto seleccionada muestra a una docena de japoneses tranquilamente sentados alrededor del fuego de una fogata donde preparan la comida del día. El paisaje no es ameno, pero tampoco particularmente desolador; por su parte, el acto luce perfectamente cotidiano, aunque la situación no lo es en absoluto. Según nos informa Millás, la foto fue tomada una semana después del terrible terremoto que asoló Japón hace pocos meses. El contraste entre la normalidad aparente de cocinar el almuerzo y el horror de la tragedia lleva a Millás a expresar su sorpresa. “Si no supiéramos lo que les ha ocurrido ­dice de este grupo de víctimas­ pensaríamos que llevan toda la vida alrededor de esa hoguera”. Inmediatamente después nos lanza una interrogante aterradora: “¿Se acostumbra uno a todo?”.

    Yo me pregunto: ¿Nos acostumbraremos los venezolanos a vivir sin nadie que nos gobierne?


    Por: ARMANDO DURÁN
    Política | Opinión
    EL NACIONAL

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