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    VLADIMIR VILLEGAS: Chávez, reposo y reflexión

    Tiempos de cambio

     

    Lo primero, primero.

    Al presidente Hugo Chávez, nuestro deseo de una pronta recuperación y que pueda reasumir las funciones para las cuales fue elegido por el pueblo, una vez que ha regresado a Venezuela.

    En un momento como este, tan difícil para él en lo personal, no cabe la mezquindad ni la miseria humana de apuntalar rencores o sentimientos revanchistas y de irrespetar a esa importante franja de venezolanos que lo tiene como líder.

    Pero hay temas que no pueden evitarse. El principal, a mi modo de ver, es repetir una vez más lo que ya hemos dicho y escrito en numerosas ocasiones. Que un proceso político, que un partido o un país no pueden estar sustentados en un liderazgo mesiánico, en una figura imprescindible que se ve a sí mismo y es visto por su entorno como infalible, invencible e incluso eterno. La vida te da sorpresas, diría Rubén Blades, y también te da lecciones, le agrego.

    El presidente Chávez acabó con buena parte de la incertidumbre generada por su equipo por un manejo errático de la situación. Las medias verdades, las mentiras piadosas e incluso las mentiras involuntarias de quienes no estaban informados de su real cuadro de salud pusieron en evidencia lo inconveniente que resulta el secretismo como política de Estado. La salud del jefe del Estado no puede ser un secreto, y menos a un año de las elecciones, sobre todo si el mandatario en funciones aspira a ser reelegido.

    Ya se le dio al país una primera y completa explicación que no ha debido demorarse tanto. Ahora faltan nuevas explicaciones sobre el cuadro de salud del Presidente. Y esperamos que en los próximos días los venezolanos tengamos más detalles sobre el proceso médico que se avecina, y las implicaciones que el tratamiento tendrá en cuanto a la incorporación del jefe del Estado a sus actividades rutinarias.

    Mientras esto ocurre, el Presidente debe atender con disciplina, como él mismo ha dicho, su salud. Es su deber en lo personal y en lo político. Pero a la vez el tiempo de reposo seguramente le dará opción de reflexionar en solitario sobre lo que ha sido su gestión, sus éxitos, sus fracasos. Su manera de gobernar, su estilo confrontacional, su renuencia a escuchar los puntos de vista críticos o disidentes, su poca o nula disposición para el diálogo con esa mitad del país que desaprueba su actuación.

    Ojalá que en la serenidad de su lecho de enfermo piense un poco en lo dañino que resulta para un país e incluso para un partido el caudillismo, el mesianismo, el autoritarismo. La tremenda fortaleza de un liderazgo unipersonal como el de Chávez, vaya paradoja, termina siendo su propia debilidad y, por una circunstancia de la caprichosa vida, puede incluso representar el principal obstáculo para que un relevo con peso propio, con legitimidad y reconocimiento en las bases pueda, sin mayores riesgos, tomar el testigo en caso de que sea necesario e inevitable.

    En un momento como este también vale la pena reflexionar sobre la importancia de las instituciones en un país.

    Nadie puede estar por encima de ellas ni pretender tutelarlas o manejarlas a su antojo, porque entonces cuando sea necesario que actúen en tiempos de crisis o dificultades estarán debilitadas e incluso desacreditadas.

    La deteriorada salud de Chávez es un momento difícil para él, pero también para todos, porque los demonios pueden desatarse y volverse incontrolables. Lo mejor es que Chávez se recupere, culmine su mandato como debe ser y compita en los comicios de 2012, a ver si el pueblo lo reelige o lo convierte en jefe de la oposición. Cualquier otro escenario prefiero no imaginarlo.


    Por: VLADIMIR VILLEGAS
    vvillegas@gmail.com
    Política | Opinión
    EL NACIONAL

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