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    HomeElecciónesGustavo Azócar: El Calabozo de la Libertad

    Gustavo Azócar: El Calabozo de la Libertad

     

    Descanse en paz,
    Señor Presidente

     

    La primera vez que vi a Carlos Andrés Pérez fue en 1973. Yo tenía 7 años y vivía en Barcelona, estado Anzoátegui. Mi papá, que fue adeco hasta los tuétanos, me llevó a un mitin que si mal no recuerdo, se hizo en la avenida Caracas. Ese día había llovido muchísimo. CAP pasó como una tromba en medio de la multitud, dando grandes zancadas, brincando charcos, haciendo honor al slogan de “ese hombre sí camina”.

    La segunda vez que tuve la oportunidad de ver a CAP fue en 1988, es decir, 15 años después. Yo estaba viviendo en San Cristóbal, trabajando como corresponsal de El Nacional. CAP era candidato a la Presidencia por segunda vez y en medio de una gira al Táchira, se reunió con José Augusto Arias y Wolmer Gregorio Pinilla, los dos sobrevivientes de la masacre de El Amparo, a quienes prometió hacer justicia una vez llegara a la primera magistratura.

    En agosto de 1992, seis meses después de haber sido víctima de un golpe de Estado encabezado por Hugo Chávez, CAP vino al Táchira para instalar el Primer Encuentro Colombo-Venezolano de Periodismo, de cuyo comité organizador yo era el presidente. Pérez me había recibido en su despacho, en el Palacio de Miraflores, en enero de ese mismo año, tres semanas antes del golpe, y había aceptado muy gentilmente acudir al acto de instalación de un evento en el que participarían 350 periodistas de ambas naciones.

    Como periodista, en mi función de corresponsal del diario El Nacional, investigué y denuncié muchísimas cosas que consideré irregulares durante el segundo mandato de CAP. Una de esas denuncias tuvo que ver con las revelaciones del comisario Osmeiro Carneiro, quien develó todas las componendas existentes entre Orlando García y Gardenia Martínez y que guardaban relación con la adquisición de armamento para las Fuerzas Armadas.

    También denunciamos la presencia del cubano “triplecedulado” Jorge Breceslau, quien formaba parte del equipo de seguridad de CAP y quien desde la Disip se encargaba de llevar a cabo operaciones y negocios oscuros para facilitar el tráfico de armas. Tales denuncias, de una contundencia demoledora, motivaron a CAP a citar al Palacio de Miraflores al editor y al director de El Nacional, Miguel Henrique Otero y Alfredo Peña.

    Pero a pesar de ser yo el periodista que redactaba esas denuncias desde San Cristóbal, la capital de su estado natal, CAP me recibió en su despacho y aceptó de muy buena gana instalar un evento periodístico binacional que yo y otros colegas periodistas estábamos organizando. Nunca recibí de CAP ni un reclamo, ni un reproche, ni mucho menos una orden de captura, como la que ordenó contra mí el ex gobernador golpista Ronald Blanco La Cruz, quien con el apoyo de Hugo Chávez, me envió a la cárcel en el año 2006 y luego en el 2009.

    Esa era, entre muchas otras, una de las grandes virtudes de CAP: era un demócrata. Con todas las denuncias que como periodista hice durante su segundo mandato, nunca fui perseguido, ni hostigado, ni mucho menos detenido. Al menos en lo que a mí concierne, puedo decir que CAP siempre respetó mi trabajo periodístico.

    Cuando estuvo preso en su residencia de La Ahumada, en Caracas, tuve la oportunidad de visitarlo en dos ocasiones. Grabé dos entrevistas con él, y hasta hicimos un programa en vivo, para una emisora de radio en San Cristóbal, el cual transmitimos a través del teléfono. Jamás hubo, por parte de CAP, un reclamo, mucho menos una mala palabra. Todo lo contrario, siempre hubo respeto y consideración.

    Hoy, cuando los restos del ex presidente Carlos Andrés Pérez yacen en el cementerio del Este al lado de su hija Thaís, creo propicio expresarle igualmente mi respeto y mi admiración por haber tenido el talante de un demócrata frente a las duras críticas que muchos periodistas venezolanos le hicimos, por aceptar las denuncias que el periodismo investigativo le hizo, por tolerar con paciencia y tranquilidad las publicaciones sobre presuntas irregularidades cometidas por algunos de sus colaboradores, y por acatar las decisiones que las instituciones venezolanos tomaron y que conllevaron a su destitución y encarcelamiento.

    Uno puede estar de acuerdo o en desacuerdo con los gobiernos de CAP. Pero nadie podrá negar que CAP fue un demócrata a carta cabal. Descanse en paz, Señor Presidente.


    Por: Gustavo Azócar A.
    elnegroazocar@gmail.com

     
     


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