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    RAMÓN HERNÁNDEZ: Patas cortas


    El Tejado Roto

     

    “La mentira no llega lejos…”

    Su principal característica es que puede causar gran revuelo de sopetón entre los más desprevenidos, pero siempre queda al descubierto, aunque algunos de los estropicios causados muchas veces son irreparables. De ahí su utilidad y también lo perjudicial de su uso. Los profesionales de la comunicación y buena parte de los asomados en el oficio conocen del daño que hacen la mentira, la inexactitud y las medias verdades; daño tanto a la población como a su propia credibilidad como informantes. Claro, cuando se interponen beneficios materiales y de los otros los más débiles de espíritu ceden con prontitud y hasta con descaro.

    Basta sintonizar el sistema comunicacional del Estado para manejar ejemplos de todos los tamaños sobre tal distorsión. Periodistas que salieron del anonimato por la prontitud con que le servían café al Coba en sus cadenas televisivas, que quedaron mal porque no supieron contestar cuánto costaba un kilo de pollo en el mercado, y que en el complot contra la democracia fueron cruzados de la libertad de expresión y de la profesionalización universitaria del ejercicio del periodismo, ahora se valen de la mentira más cruda y burda no para defender los grandes intereses del país, sino las prebendas que disfrutan como mercenarios del régimen. Todas las dictaduras han tenido plumas a destajo y voces tarifadas. Las hubo cuando Juan Vicente Gómez, y calzaban su nombre en los textos laudatorios que publicaba El Nuevo Diario, y en tiempos de Marcos Pérez Jiménez, que hacían lo propio en El Heraldo. Ahí quedaron retratados de cuerpo entero.

    Los más ingenuos suponen que terminada la revolución se impondrá la amplitud, la concordia, el perdón general y que ellos podrán retirarse a su vida privada sin que nadie recuerde los daños que perpetraron y sin que ningún tribunal los llame a capítulo, que volverán al anonimato. No tan pronto ni tan fácil.

    No por rencor ni por estar negados a perdonar, sino porque los avances tecnológicos impedirán que el olvido sea posible. Cualquier ciudadano puede almacenar y guardar en los dispositivos que existen a la mano no sólo el sonido del antiguo reporterito de Radio Capital afirmando sin rubor alguno que la Constitución prohíbe que se acaten las sentencias de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, sino también la sentencia del organismo de telecomunicaciones que utiliza las opiniones de su consultor jurídico con valor de prueba en los procedimientos contra los medios de comunicación que no se han postrado ni entregado al “proceso revolucionario”, a la negación del libre albedrío. Vivirán y sufrirán. Vendo borrador de errores permanentes.


    Por: RAMÓN HERNÁNDEZ
    @ramonhernandezg
    Política | Opinión
    EL NACIONAL


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