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    VLADIMIR VILLEGAS: ¿Igualdad cívico-militar?

    Tiempos de cambio

     

    No tiene nada de malo que a los militares se les aumente en 50% el salario, no es ningún pecado que ahora tengan facilidades para la compra de vehículos y de viviendas, según la orden que le diera el presidente Hugo Chávez al director del Instituto de Previsión Social de las Fuerzas Armadas para que no se les cobre a los integrantes de la FAN la cuota inicial de los préstamos que soliciten para hacer realidad el sueño que tienen cientos de miles de venezolanos.

    Los militares son tan venezolanos como los civiles, y por lo tanto merecen que el Estado les brinde seguridad social, salud, empleo, educación, vivienda, buenos salarios y, por supuesto, todos los beneficios que podamos imaginar merece un ser humano por el hecho de haber nacido en esta tierra de gracia.

    Pero ahora demos la vuelta a la moneda. ¿Por qué un profesor universitario, un maestro de escuela, un funcionario de policía municipal, un médico “guerrero” que batalla contra la muerte y sin insumos, un entrenador deportivo o un discreto empleado de ministerio no tienen derecho de contar con un Ipsfa que le asegure ese soñado crédito sin fiador, sin inicial y sin referencias, como lo hacía hace años la famosa tienda Imgeve? ¿Por qué vemos en la calle a los trabajadores de diversas instituciones públicas exigiendo la firma o el cumplimiento de sus contratos colectivos y en no pocos casos la respuesta es el silencio, el gas del bueno, los despidos o la guerra sucia como le han hecho a los trabajadores de Venezolana de Televisión y a su sindicato a través de las mismas pantallas de la planta oficial? ¿Será que el Presidente actuó de forma emocional ese día que anunció los aumentos a los integrantes de la FAN, movido por el recuerdo de sus días de cadete, o será que en la revolución bolivariana la vanguardia no son los trabajadores sino los militares? Y no se trata, repito, de decir que ellos no merecen el aumento, lo que ocurre es que ese regalo navideño adelantado formaliza una odiosa discriminación. Nos hace sentir que los miembros de la Fuerza Armada están por encima del resto del país, y que por ello hay que protegerlos más que a nadie de los efectos de la inflación, de la carencia de viviendas y de la odisea que hoy representa para el ciudadano promedio el poder adquirir un vehículo nuevo.

    No imagino las explicaciones que la domesticada dirigencia sindical pesuvista les estará dando a sus bases, que atónitas deben estar cayendo en cuenta de que para recibir un aumento salarial de esa dimensión, un crédito de vivienda y de vehículos sin inicial no hay que marchar, protestar, sindicalizarse, sino enrolarse en cualquiera de los componentes.

    Este tipo de decisiones ratifica que el liderazgo mesiánico, por muy religioso, mítico, mágico e incluso infalible que pretenda ser, siempre será menos práctico, menos efectivo, menos justo y menos democrático que el liderazgo colectivo y que un conjunto de instituciones fundamentales funcionando como debe ocurrir en una democracia. De nada vale movilizar a miles de personas bajo la ilusión de un supuesto Polo Patriótico si al final una sola persona decide y lo hace para legitimar privilegios en un sector de la población por encima de las mayorías.

    Los militares merecen su aumento de 50%. Que nadie se los quite. Pero también los médicos, las enfermeras, los obreros del Metro, los trabajadores de VTV, los funcionarios de los tribunales, los empleados y obreros de ministerios, gobernaciones y alcaldías, los profesores universitarios, los maestros y demás asalariados. ¿Le alcanzará la chequera al Gobierno para amainar la molestia e indignación que genera cuando se excluye de sus derechos a quienes viven pateando las calles en medio de la sordera de la burocracia “revolucionaria”?


    Por: VLADIMIR VILLEGAS
    vvillegas@gmail.com
    Política | Opinión
    EL NACIONAL

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