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    HomeElecciónesEl Editorial: Cafetaleros castigados; Plan y pa’l cuartel

    El Editorial: Cafetaleros castigados; Plan y pa’l cuartel


    “Plan y pa’l cuartel..”

     

    Representantes de los cultivadores de café de todo el país resolvieron venir a Caracas a expresar su protesta por la política represiva que, en materia de precios, les venía aplicando el gobierno bolivariano y revolucionario del candidato a la tercera reelección. Desde tiempo atrás les habían congelado los precios hasta extremos que ya la ruina comenzaba a campear en sus zonas, muchos había decido abandonar sus fincas, sobre todo los jóvenes, y mudarse a las ciudades a buscar trabajos en lo que fuere con la condición de sobrevivir en una época tan bochornosa como la que les ha tocado vivir.

    El abuso gubernamental y la clara decisión de arruinarlos no buscaron disimulos. Esto era lo que se proponía la revolución bolivariana y sus héroes: arruinarlos, o sea, expropiarlos por otros medios. Ya no habría necesidad de confiscar sus pequeñas fincas, sus propietarios tendrían que abandonarlas. Y luego la revolución entraría con sus patrullas de milicias armadas a reconquistarlas para la revolución. Premiarían así a los propios milicianos y a los militantes del PSUV. Toda una operación ganancia-ganancia.

    Poco a poco la gente ha comenzado a entender que tras las medidas radicales del Gobierno se ocultan grandes y oscuros negocios. Bien se trate de expropiaciones, o de importaciones. De lo que fuere. La revolución necesita premios para sus seguidores porque sin premios la mística revolucionaria sería una fantasía.

    Cuando se investiguen los grandes negocios que proliferan en la oscuridad, se descubrirá el celo de los “revolucionarios”.

    Durante mucho tiempo el Gobierno mantuvo los precios represados como un castigo a los caficultores. Alrededor de 600 bolívares el quintal, mientras de Nicaragua, la tierra del camarada Daniel, versión somocista de la política, el café se importa a razón de 1.700 bolívares el quintal. El Gobierno no da explicaciones sobre esta inequidad, porque su arrogancia le sirve para sentirse por encima de toda la ciudadanía.

    La desesperación de los cafetaleros los obligó a venir a Caracas en manifestación. No venían en son de guerra, sino de reclamo pacífico. Casi a pedir socorro a los poderosos que tienen ocupado el Estado. Querían que el Presidente los oyera, puesto que ni ministros ni funcionarios se habían dignado a hacerles caso.

    Entonces, ocurrió lo de siempre, la Guardia Nacional Bolivariana los atacó sin piedad, los dispersó con nubes de gases lacrimógenos. Los medios registraron las escenas patéticas, los modestos productores que venían a suplicar ser oídos fueron recibidos como invasores y reprimidos con la violencia vulgar a que ya estamos habituados.

    La mala experiencia, no obstante, les abrió el camino de la solución. En campaña electoral no se puede castigar a la gente. El Gobierno se vende como el más popular del mundo y no puede haber popularidad y bombas lacrimógenas al mismo tiempo. Así que muy sonreído, el ministro Loyo anunció el alza de los precios.


    Por: Redacción

    Política | Opinión
    EL NACIONAL

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