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    Barinas: Tras las huellas de los desaparecidos

    Los familiares de las víctimas dicen que no descansarán hasta ver a sus seres queridos de vuelta en sus hogares.

    El tenebroso Sindicato de
    la construcción de Barinas

     

    ■ La macabra  historia del poderoso Sindicato de la Construcción en Barinas.

    ■ De 51 casos documentados por el Comité Paz y Vida sólo uno ha llegado a tribunales.

    ■ Un testigo clave, protegido por la Fiscalía, responsabiliza al Sindicato Socialista de la Construcción.

    ■ Familiares de las víctimas, sin dudas, rodeos ni miedo acusa al siniestro” “Sindicato Socialista de la Construcción”

    A los 75 años de edad, Miriam Soler conserva fuerzas para seguir trabajando en el Mercado Municipal de Barinas. Con la venta de granos levantó lo que considera su principal obra: una familia de diez hijos. “Son cuatro hombres y seis mujeres grandes. Cada quien cogió su camino, pero me alegran la vida cada vez que regresan a esta casa donde crecieron. Algunos echan mano a ese naranjo que está en el patio y corretean las gallinas del corral, como lo hacían cuando estaban chiquiticos. El único que no puede volver es Javier. Hace un año y medio, cuando me lo desaparecieron, me destrozaron la vida. Pero no me voy a quedar tranquila hasta encontrarlo, aunque sea sus huesos, y sepultarlo como Dios manda”.

    Arnaldo Javier Soler era un dirigente del Sindicato Socialista de la Construcción de Barinas, una organización a la cual se atribuye un inmenso poder económico que le habría permitido actuar al margen de la legalidad y con total impunidad. Soler desapareció el 2 de febrero de 2010 y el Ministerio Público considera que su caso es particularmente relevante para desenredar una madeja de relaciones vinculadas con una lucha por el poder sindical que, además, implicaría a los cuerpos de seguridad de ese estado en diversos delitos: corrupción, sicariato, homicidios, plagios y desapariciones forzadas de personas.

    El 21 de marzo de 2011 los familiares de las víctimas, agrupados en el Comité Paz y Vida, organización no gubernamental fundada en Barinas que asiste a víctimas de la violencia, denunciaron ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos 51 casos registrados desde 2006 hasta 2010: “Sólo en 2009 fueron desaparecidas 35 personas, de las cuales asesinaron a 17 y 18 no han sido encontradas”.

    Oscar Pineda, representante de Paz y Vida, asegura que en 2011 otras 17 personas han desaparecido, 15 de las cuales fueron asesinadas. Señala que las autoridades policiales de Barinas no han precisado las circunstancias en que ocurrieron los casos.

    El Presidente del Sindicato de la Construcción Barinas, Jaime Landaeta.

    Muerte tras muerte:

    Migdalia Soler abraza la foto de su hermano con ternura y la lleva como estandarte contra el olvido y la injusticia cada vez que tiene que exhibirla por las calles de Barinas, de Caracas o de Buenos Aires (hasta allá han llegado para manifestar), como lo hacen las mujeres que integran el Comité Paz y Vida.

    Sin dudas, rodeos ni miedo acusa a los directivos del Sindicato Socialista de la Construcción de Barinas de la suerte de su hermano: “El día que lo desaparecieron Javier se reunió con Numa Altuve y Adrián Báez, directivos de la organización, que le iban a prestar una plata. Lo citaron en el centro comercial Sageco.

    Todo eso lo dijo el mismo día Guillermo Artahona, integrante del sindicato y amigo de mi hermano. Él fue uno de los últimos que se comunicó con Javier. Memo ­así le decían a Guillermo­ me acompañó al Cicpc a poner la denuncia.

    Pocos días después, el 13 de febrero de 2010, a Guillermo lo mataron. Los del sindicato lo citaron por la zona de Los Cocos, frente a la Ciudad Deportiva. Cuando llegó allá se presentaron 2 motorizados y le dieron 15 tiros. Guillermo iba con José Gregorio Piña Rivas, un muchacho de 22 años que tenía 2 meses trabajando con el gremio. A él también lo tirotearon y murió en el hospital 24 días después”.

    Los familiares de Javier Soler se sienten burlados por la policía: “Cada vez que preguntábamos cómo iban las investigaciones nos respondían con preguntas: `¿Qué han averiguado ustedes?”.

    La hermana del desaparecido recibió la llamada de Carlos Arteaga, otro dirigente laboral sospechoso de haber participado en la desaparición de Soler: “Él me aseguró que no tenía nada que ver, que habían sido los directivos del sindicato, Numa Altuve, Jaime Landaeta y Adrián Báez. Me afirmó que lo tenían en un galpón por los lados de Quebrada Seca. Eso fue una semana después de que se llevaron a mi hermano.

    Como a los 15 días, cuando volví al Cicpc, les dije lo que me informó Arteaga. Eso fue un martes, y el viernes Carlos Arteaga estaba tiroteado.

    Después de lo de mi hermano eso fue muerte tras muerte.

    Pero Arteaga sobrevivió para contarlo todo y por eso tenemos esperanzas de que por fin caigan todos esos bichos del sindicato”.

    “Hampa seria”. Carlos Alfredo Arteaga, cédula número 12.207.829, tiene otra identidad desde hace cuatro días.

    Fue una medida acordada por la Fiscalía 24º del Ministerio Público con competencia nacional, comisionada para investigar las desapariciones forzadas en Barinas e impedir la eliminación física del que consideran un testigo clave para identificar a los responsables y aplicar sanciones.

    Desde que se atrevió a denunciar a los directivos del Sindicato Socialista de la Construcción de Barinas por el caso de Javier Soler y muchos otros delitos, Arteaga vive escondido y extremadamente paranoico.

    En los últimos días estuvo a buen resguardo. A pocos kilómetros de su escondite aparece con una gorra que le oculta el rostro y una Biblia en la mano. Es un hombre delgado que se distingue por el ahogo al hablar debido a la traqueotomía que le hicieron luego de que recibió un impacto de bala en el cuello.

    Sigilosamente pide al reportero que no mire a nadie hasta llegar a un galpón desocupado. Allí comienza a repetir el relato que fallidamente intentó hacer ante las autoridades de la Fiscalía y del Cicpc de Barinas, en enero de 2011. Su desesperación era tanta que el 4 de febrero envió un mensaje a @chavezcandanga, la cuenta de Twitter del Presidente de la República, para contarle su historia y pedir auxilio. En junio logró que su testimonio fuese incorporado al expediente que instruye el Ministerio Público. Sin embargo, ni la protección ofrecida por el fiscal Andrés Bravo ni sus reiteradas referencias bíblicas logran tranquilizarlo. Gesticula como el que se hunde y está próximo a la muerte.

    Arteaga relata que ingresó al sindicato en 2008 de la mano de Adrián Báez. Asegura que tenía a su cargo obras en las empresas Consabarsa, Pdvsa Gas, Infesica, Coimpro y la construcción de varias instalaciones de Pdval. “Como delegados sindicales cobrábamos en todas esas compañías, pero los directivos del sindicato se quedaban con la mayor parte de lo que le quitaban a los contratistas. Yo, por ejemplo, ganaba 40.000 bolívares mensuales, y ahora tengo que comer caraotas con sal”.

    “Ellos me mandaron a matar porque me tenían miedo, pues me di a conocer en el movimiento obrero. Para nadie es un secreto que los miembros del sindicato de la construcción son ex presidiarios. Entonces, yo estaba bien con toda el hampa de Barinas, con toda el hampa seria”.

    –¿Qué significa estar bien con el hampa seria se Barinas?

    – Como se dice en el hampa: las acciones hacen corazones.

    A veces llegaba a mi casa con 500.000 bolos, porque todo lo demás lo dejaba en el movimiento obrero.

    –¿Por qué asegura que los directivos del sindicato son responsables del atentado en su contra?

    – Poco tiempo antes de que desaparecieran a Javier Soler, él se comunicó conmigo y me dijo que se iba a reunir con Numa Altuve en el centro comercial Sageco. A Javier Soler le decíamos Gato Minino. Él era del combo mío, hablando en los términos del hampa. Él estuvo preso y fue pran de la cárcel de Barinas como por tres años, por eso tenía pueblo. Yo tampoco soy ningún santo. Tuve mis caídas. Estuve preso, pero no por asesino, sino por porte ilícito de arma.

    A varios funcionarios les pagaron millones. Ellos tienen poder para meter gente a la cárcel, pero también para sacarla. Hace una semana tenían preso a Redinson Urbina, que es del combo de Numa y Landaeta. Lo agarraron con seis kilos de cocaína. A pesar de que tiene antecedentes por droga y homicidio, le dieron casa por cárcel. Así salió en los periódicos. A la familia de Gato Minino le hicieron creer que yo era el que lo había desaparecido. Llamé a la señora (la hermana, Migdalia Soler) y le dije que fueron ellos los que se lo llevaron: `Denuncie donde tenga que denunciar y póngame a mí como testigo’, le ofrecí”.

    –¿Qué sabe de la desaparición de otras personas?

    – Yo escuché llamadas, cómo cuadraban a sicarios para que mataran gente. Cómo hablaban de los millones que le daban a los del Cicpc para que no los tocaran y que también utilizaban para matar gente.

    Ellos mataron a Rita ­Alba Rita Maury Guevara, de 35 años de edad­, otra del sindicato.

    A ella la encontraron el 13 de mayo de 2010 en unos matorrales por la vía a Las Salesianas, en el sur de Barinas. Antes de matarla la torturaron y filmaron un video.

    Como perro de guerra:

    Arteaga cuenta el atentado en su contra en tono épico: “Eso fue el 26 de abril de 2010. Primero me mandaron a buscar con un hermano cristiano, que trabajaba conmigo y yo le pagaba. Llegó con unos sicarios.

    Me abrazó y me dio un beso, como Judas a Jesucristo, para que ellos me marcaran. Yo andaba con Leonardo Taquiba, un muchacho que trabajaba conmigo y al que le pagaba 500.000 semanales para que me manejara y me escoltara. A él también lo tirotearon y a los 24 días murió en el hospital. Ese día yo no cargaba la pistola que compré ilegal y que usaba para evitar el malandreo en las obras a mi cargo. Tú sabes: balas contra balas, porque yo fui militar, fui policía del estado Barinas, fui escolta de hacendados, tengo cursos de comando, de paracaidista, de francotirador”.

    “Cuando yo estaba en Ciudad Varyná llegó un carro verde y de ahí se bajó un hombre.

    Cuando volteé, me puso en la cara una pistola F-92 9 milímetros de las que usa la Disip.

    El primer tiro me lo dio en la quijada: me partió la mandíbula, me destruyó las cuerdas vocales, la tráquea y el esófago. Caí al suelo y me dio otro tiro en el cuello. Yo me paré, agarré el Nuevo Testamento y una visera con la imagen de Jesucristo, y me le fui bravo. Le dije: ¿Sabes qué?, tú a mí no me matas. Él trató de dispararme otra vez en la cara, y la pistola se le engatilló. Me dio chance de saltar una pared y salir corriendo. Cuando caí del otro lado me siguió disparando y me dio el tercer tiro, que me perforó el pulmón. Me metí en una casa.

    Estaba arrodillado, clamando a Dios. Ahí llegó la policía y todos los obreros que me cuidaban. Me querían llevar al hospital y la policía decía que no.

    Me llevaron a la clínica Varyná. Estuve 4 días en terapia intensiva. De ahí me escapé y desde entonces estoy huyendo. Están dando hasta 700 millones por mi cabeza. Un día mandaron a buscarme con uno que tiene prontuario. Le dieron credenciales de la policía y andaba con tres tipos empistolados. Llegó hasta el sitio donde estaba escondido, pero horas antes me les volé.

    Me ha tocado jugar el vivo: un día por aquí, otro por allá; en el monte, como un comando, como el perro de guerra que soy”.

    Para este reportaje fue más fácil conseguir a Carlos Arteaga que lograr una entrevista con los directivos del Sindicato Socialista de la Construcción de Barinas para que respondieran a las acusaciones. Los correos y llamadas telefónicas no fueron respondidos.

    A través de la prensa local, Numa Altuve, Jaime Landaeta y Adrián Báez han rechazado las denuncias en su contra, específicamente las formuladas por el Comité Paz y Vida.

    Aseguran que son infundadas y dicen que han sido perjudicados como líderes obreros y padres de familia.

    Sin respuesta:

    La impunidad es lo que más indigna a los familiares de los desaparecidos.

    De los 51 casos documentados por el Comité Paz y Vida sólo uno ha sido llevado ante los tribunales. 12 agentes de la Policía del estado Barinas fueron acusados ante la jueza quinto de control de Barinas, Clelia Carolina Paredes, por los delitos de desaparición forzada de personas, violación de domicilio por funcionario público y violación de tratados internacionales.

    El 23 de junio de 2008, policías irrumpieron en la finca El Escambray. Buscaban a una persona nombrada Richard, presuntamente involucrada en la muerte de dos de sus compañeros de trabajo, pero inexplicablemente se llevaron a Alexis Torres Medina, de 28 años de edad. Su madre, Rosa Briceño, es una mujer humilde que no entiende de formalidades procesales, como el diferimiento de la audiencia preliminar en ocho oportunidades. Al igual que Miriam Soler, madre de Arnaldo Javier Soler, Rosa Briceño está dispuesta a desafiar el poder para encontrar a su hijo.


    Por: EDGAR LÓPEZ
    ELOPEZ@EL-NACIONAL.COM
    Judicial | Política
    EL NACIONAL



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