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    Ciudad Guayana: Historia de una quiebra anunciada

    Las protestan de los guayacitanos por la disminución de la producción son el pan nuestro de todos días.

    “El Gobierno es hasta ahora
    el único responsable…”

     

    Esta zona venezolana hoy languidece entre la improductividad y el desgreño.

    Cada episodio de gran relevancia histórica económica reciente, suele estar acompañado de una explicación “oficial” generalmente aceptada, por la ignorancia de “algunas” personas.

    Las paradojas venezolanas dan para escribir un libro grueso, que bien podría comenzar con el estado de Bolívar, el más grande del país (26% de la superficie), besado por algún dios que puso cantidades incontables de hierro, bauxita y oro y que hace 50 años hizo a los venezolanos pensar que podían vivir de otra cosa además del petróleo.

    Esa primera ilusión se convirtió en realidad con la creación de Ciudad Guayana, diseñada por especialistas del Massachusetts Institute of Technology (MIT) para ser el centro urbano e industrial que acogiera a los miles de trabajadores que poco a poco se instalaron alrededor de un enorme sistema de “empresas básicas” procesadoras y productoras de acero, aluminio y oro. La nueva ciudad se ubicó en la confluencia de dos caudalosos ríos -Orinoco y Caroní-, donde hoy se genera el 70% de la energía eléctrica que consume Venezuela.

    Apuntalado por un fuerte movimiento sindical, ese emporio productivo, que llegó a exportar millones de toneladas de materia prima a más de 25 países del mundo, hoy funciona entre chatarras, a un escaso 50% de su capacidad instalada y generando deudas multimillonarias al Estado venezolano, que lo renacionalizó hace cuatro años para promover un plan “socialista” aunque todavía no genera un centavo de ganancia. Además, estas deudas suman, solo en pagos a trabajadores, más de 2.000 millones de dólares.

    Los números de las cuatro empresas más grandes del complejo, y que surten de materiales y ganancias al resto, confirman esa languidez. La principal productora de bauxita, la roca de la que se produce el aluminio, apenas extraerá 2,2 millones de toneladas este año, 60% menos que en el 2006, uno de sus mejores años, cuando obtuvo 5,8 millones de toneladas. La mayor siderúrgica del país, Sidor, que fue estatizada por el Gobierno hace tres años, ha producido en el año solo 2 millones de toneladas de acero, aunque lo proyectado eran 4,3 millones (su capacidad instalada es de 4,8 millones).

    Por su parte, Ferrominera, empresa pionera en extracción de mineral de hierro, ha visto caer su producción récord de 22 millones de toneladas en el año 2008 a 13 millones en el 2010.

    “La empresa siempre fue autosustentable”, comentó a EL TIEMPO Rubén González, un activo sindicalista que estuvo siete meses preso por protestar, exigiendo el pago de deudas a los trabajadores. “Pero ahora nada se administra por la empresa. Ese dinero ahora se maneja desde Caracas, a través de un ministerio, y no hay información de lo que pasa”.

    Un panorama similar lo dibuja Emilio Campos, secretario del principal sindicato de Carbonorca (productora de ánodos de carbono para la fabricación de aluminio), quien señaló que de un máximo de 160.000 toneladas que puede producir al año, en el 2011 difícilmente alcanzará las 40.000 toneladas. Ninguna de las empresas básicas está pagando actualmente la electricidad que consume y que proviene del principal complejo hidroeléctrico del país, ubicado a menos de 100 kilómetros de Ciudad Guayana, lo cual ahonda el subsidio estatal.

    ¿Crisis gerencial?

    Oficialmente, la explicación para el desastre productivo guayanés se apoya en la reducción drástica de los precios de las materias (hasta de 60% en algunos casos, como el aluminio) en el mercado mundial y en la crisis eléctrica que sufrió Venezuela el año pasado.
    Esta última hizo que el Gobierno ordenara paralizar más de la mitad de los motores de esa industria, que consume unos 800 megavatios, la mitad de lo que consume Caracas.

    Sin embargo, periodistas y analistas de la zona señalan que el declive comenzó a verse desde el año 2006, cuando el gobierno Chávez reinició la estatización de estas empresas. “Comenzó a operarlas sin objetivo productivo claro”, dice el sindicalista de Bauxilum, José Morocoima. “El objetivo es político, dar cientos de empleos improductivos por votos”, agrega.

    El abultamiento de las nóminas es señalado por varios sectores como una de las causas del deterioro de ese eje productivo. “Las empresas básicas pueden funcionar con 12.000 empleados, pero desde el 2007 comenzaron a meter más, y actualmente suman 45.000 -comenta el presidente de Fedecámaras de la zona, Guido Fratini-. Nuevos empleados que no manejan la industria, pero entran como cuotas de los sindicatos del Gobierno, que de paso defienden a sangre y fuego su ingreso”.

    A ello se le suma otra denuncia clave: la falta de inversión en compra de insumos, herramientas y mantenimiento. Los sindicalistas explican que las máquinas se reparan “canibalizando” a otras, es decir, usando repuestos de máquinas fuera de uso, lo que merma la producción y causa víctimas, a veces fatales.

    El Gobierno central reconoce el deterioro del eje productivo guayanés. “Tienen que poner esas empresas a producir y rendir -dijo el presidente Chávez a mediados de año-, porque no pueden seguir existiendo a costa de miles y millones de bolívares que hay que sacar del presupuesto”.

    Sin embargo, para Damián Prat, analista y periodista especializado en empresas básicas, el Gobierno es hasta ahora el único responsable.

    “La ruina actual nunca se había visto antes. Se han usado las empresas para el clientelismo, el derroche y la corrupción, en lo que yo llamo un ‘estatismo salvaje’, en el que se han hecho negocios tan malos como eliminar las exportaciones en momentos claves de ganancias”.

    Pero como todo en Venezuela tiene dos caras, los principales sindicatos de estas empresas destacan que la recuperación pasa por un cambio de gobierno.

    “Resistiremos hasta el 2012 -dice uno de ellos-, tratando de mantener vivas las empresas, en eso consiste nuestra protesta”.


    Por: Valentina Lares Martiz
    Corresponsal de EL TIEMPO
    Ciudad Guayana, Venezuela





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