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    HomeNarraciónMARTA COLOMINA: Drama de un desencantado de la revolución

    MARTA COLOMINA: Drama de un desencantado de la revolución

    “Ahora por fin comprendo que
    es el Socialismo Siglo XXI”

     

    Historia del (in) feliz comprador de un apartamento en un conjunto residencial de clase media.

    Si no fuera porque la historia nos llegó de una fuente confiable, hubiéramos creído que era una muestra del magnífico humor negro de Laureano Márquez. Pero no. Es un drama de la vida real. Es una historia de la revolución bonita. Este artículo está basado en la historia del (in) feliz comprador de un apartamento en uno de los conjuntos residenciales de clase media que, en virtud de la tardanza en terminar la edificación por parte de la constructora privada, fueron tomados por el Gobierno con la promesa de concluir las obras y entregar los apartamentos a quienes ya habían pagado la cuota inicial y solicitado el crédito respectivo. La cronista se reserva los nombres de este impresionante drama para evitar represalias oficiales:

    “Con mucho esfuerzo vendí mi viejo apartamento, un vehículo y tomé mis ahorros para comprar un nuevo apartamento. Me enamoré de uno ubicado en un conjunto de varios edificios. La vista era lo mejor de Caracas desde un piso 12. Tres habitaciones, dos puestos de estacionamiento, hermosas áreas verdes, piscina y maletero. Pagué la cuota inicial con la promesa que al segundo año tendría las llaves. Pasaron dos años y la vivienda aumentó de precio. Algo de un IPC, que si la inflación, que si costo de los materiales. Pasó otro año y el edificio estaba terminado. ¿Por qué no nos entregaban las viviendas? Yo no estaba dispuesto a esperar más. Estaba pagando mucho en alquiler y mis tres hijos y mi esposa querían habitarlo ya”.

    “De pronto llegó la solución. El Gobierno tomó los edificios. Los expropió según la nueva ley. Bien hecho, bien merecido lo tienen los constructores irresponsables. La viveza criolla de los oligarcas. El Presidente informó que ahora sí iba a ayudar a la clase media a la que pertenezco. Aunque los papeles que nos dieron no parecían un título de propiedad me dije: luego lo protocolizaré como es debido. Por fin entramos al edificio custodiado por militares. Qué bueno, tendríamos seguridad y sobre todo nadie iba a invadir los apartamentos que aún quedaban sin vender. El edificio no tenía aún la puerta principal, pero lo que sí me molestó es que los ascensores no estaban instalados. Muy tarde me enteré que no habría ascensores porque el Ejecutivo no había entregado los dólares para su importación, a pesar de que habían sido solicitados mucho antes. Subir 12 pisos fue terrible pero bien valía el sacrificio. Sudorosos entramos a nuestro hogar. Horror. No había sanitarios, grifería, cocina, puertas internas, pisos, ni instalaciones eléctricas. Para consolarme bajé a la piscina: no tenía agua, ni había bombas porque se consideraba un artículo de lujo. Las áreas verdes eran un monte seco por falta de riego. El corazón se me estaba poniendo chiquitico”.

    “Me dirigí a las oficinas para reclamar aquella situación. Lo que recibí fueron amenazas de expropiación y me mandaron a leer las letras pequeñas del contrato de adjudicación. Ahí supe que el apartamento no era mío. Que no podía venderlo, ni alquilarlo sin autorización oficial. Y al morir no podían heredarlo mis hijos sino que pasaba directamente al Estado para ser adjudicado de nuevo. Aquello me heló las venas. No dije nada a mi esposa. Resignado, después de arreglar el apartamento, me mudé con mi familia. Los apartamentos vacíos fueron ocupados por afectos al Gobierno. Tuve que ceder uno de los dos estacionamientos porque no pude demostrar que tenía dos carros. Usaron el mío y lo cercaron. Allí metieron una familia sin casa. Mi auto ya no soporta más rayones. No hay nadie a quien reclamar”.

    “Tuvimos agua los dos primeros meses pero al dañarse las bombas fueron desmanteladas y ahora dependemos de los ocupantes de la planta baja, no sin antes pagarles un peaje por acceder al vital líquido que, por supuesto, tenemos que subir 12 pisos. Los militares hace tiempo que se fueron. Sus puestos fueron ocupados por malandros cobradores de peaje. La garita con baño a la entrada del conjunto fue convertida en un rancho de bloque para una familia afecta al proceso, quienes diariamente piden colaboración con una bandera roja en la mano. De lo contrario le vacían los cauchos de los vehículos. No existe junta de condominio. No podemos ausentarnos porque una vez que lo hicimos se metieron en el apartamento y se llevaron todo. El salón de fiestas es usado por el Consejo Comunal para dar charlas de socialismo a las cuales hay que asistir obligatoriamente, si no corres el riesgo de que te desalojen, según consta en el contrato”.

    “Hoy recuerdo aquel día nefasto de noviembre de 2010 cuando ilusionados declarábamos a los medios que por fin el Gobierno iba a aplicar mano dura a los constructores Yo siempre me preguntaba qué era el socialismo del siglo XXI. Ahora por fin lo comprendí, pero es demasiado tarde”.


    Por: MARTA COLOMINA
    mcolomina@gmail.com
    domingo 11 de diciembre de 2011

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