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    ALEXANDER CAMBERO: Águila no caza moscas: habla necedades


    Quizás el título de este artículo
    puede traer confusión

     

    Desconcierto o alguna corrección de los versados que nunca faltan. Sabemos que las aves no tienen capacidad fonética para comunicarse en lenguaje humano, sólo haremos un ejercicio propio de los que algunos filósofos griegos llamaban condescencio. Es decir, una figura literaria para hacer más comprensible un tema.

    En las cercanías de su descalabro electoral. El águila del régimen no remonta el vuelo. Es tan infortunada su capacidad de maniobra, que casi deja ver sus profundas cicatrices cuando se estrella reiteradamente con sus antiguos temores. Insuflado en su proverbial prepotencia el presidente Hugo Chávez, desde la tribuna de oradores, quiso ridiculizar a María Corina Machado. Al ser zarandeado por la perspicaz e inteligente precandidata presidencial, trató de escudarse en la expresión latina atribuida al emperador Julio César: Aquila non capit muscas, es decir águila no caza moscas, como indicando que no se pierde el tiempo en tonterías, sin embargo, queremos ir más allá del simple enunciado para desenmascarar al embustero contumaz.

    El águila tiene en la noche de los tiempos la simbología del poder. Una poderosa ave con sus alas desplegadas observando desde las alturas la suerte de pequeños seres que corren asustados a esconderse en los escondrijos. Los conquistadores alimentaban su sed de venganza buscando inspiración en aquel rapaz de garras mortales. Cada imperio la asumió y la adaptó a sus conveniencias, menos la doctrina socialista ¿Por qué? Carlos Marx sostenía que el águila representaba a los poderosos que iban tras la carne de los débiles, que aquellos que se ocultaban para evitar ser decapitados eran las naciones que posteriormente fueron desmenuzadas por las ansias de los poderosos. El águila como símbolo fue satanizado en los periódicos obreros de la comuna de París de 1871, los grandes oradores la catalogaban de ser una figura que encarnaba el cetro burgués. Es por ello que no vemos alusiones gráficas al ave de rapiña en la elaboración propagandística de esa doctrina filosófica. Hugo Chávez dentro de su ignorancia enciclopédica, eleva a los altares a la representación que fue cuestionaba por los venerados apóstoles del marxismo. Doctrina que dice representar. Es como si un cristiano llevara en su bolsillo la pata de cabra que los británicos le atribuyen al maligno.

    Igualmente existen nuevas contradicciones que no hacen sentir pena por quien se cree un estadista, y no pasa de ser una terrible desgracia para la patria. El águila es el distintivo universal del imperio norteamericano, si ella no caza moscas, tampoco le para a las estupideces que desde Miraflores hablan a diario. En el fondo es la admiración de Hugo Chávez por Estados Unidos y todo lo que representa como nación de oportunidades. Su corazón sueña con el imperio que dice odiar, pero al que ama con una pasión devoradora. Esas contradicciones monumentales producto de su nimiedad intelectual, son el hazmerreír de Washington, incluso al autoproclamarse como águila está aceptando la premisa fundamental del odiado capitalismo. Ese que con mucha valentía defiende María Corina Machado y al cual no han podido contrarrestar los estrategas del gobierno. El imperio estadounidense tiene la herencia ancestral de aquellos caudillajes, que tremolaron sus sueños bajo el cobijo de las alas de la rapiña.

    Más grave aún es recordar que el emblema del nazismo fue la cruz esvástica, teniendo como comparsa un águila con mirada de hielo. Bajo la égida de Adolfo Hitler murieron seis millones de judíos en la II Guerra Mundial. Es decir, cuando alguien se cree ave de rapiña está volviendo a perseguir al sufrido pueblo hebreo, satanizado por este régimen absurdo y miserable. Al tratar de humillar desde las alturas del poder omnímodo, se hacen apologías al gran sátrapa alemán en nombre de las garras del ave.


    Por: ALEXANDER CAMBERO
    alexandercambero@hotmail.com
    twitter @alecambero
    EL UNIVERSAL
    miércoles 25 de enero de 2012

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