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    DUELO: Carlos Escarrá, el encendido “ñángara” de la revolución

    En vida, se definía como un izquierdista radical que dice lo que piensa mezclando la sinceridad con sus convicciones políticas.

     

    Siempre fue el “ñángara de la familia,
    el izquierdista cabeza caliente”

     

    En el reality show político de las sesiones de la Asamblea Nacional (AN), Carlos Escarrá cumplía el papel del diputado de los comentarios ácidos e incendiarios, el de la piromanía verbal.

    Caracas.- Pero ya no más, o al menos así lo aseguró sentado en el que fue su nuevo despacho al frente de la Procuraduría General de la República (PGR).

    Le tocó hacer lo que él mismo denomina una “metamorfosis”, pasar de la guayabera roja a la corbata, de “decirles estructuralmente imbéciles a los de la oposición a comentar que tienen determinados problemas de conducta”.

    El “ñángara”:

    En vida, se definía como un izquierdista radical que dice lo que piensa mezclando la sinceridad con sus convicciones políticas. “Yo no creo mucho en eso, pero los que describen los signos zodiacales dicen que el mío (Aries) es muy espontáneo, directo y que muchas veces hiere”.

    Hablar sin autoedición le generó un “enorme enfrentamiento” en el año 2000 cuando era magistrado de la Sala Político Administrativa, contra el entonces presidente del congresillo, Luis Miquilena, quien lo denunció por haberlo presentado como un “anciano senil” en un programa radial. Escarrá no era de sus simpatizantes y consideraba que “había robado patrimonio público”.

    Siempre fue el “ñángara de la familia, el izquierdista cabeza caliente” de entre los cinco hermanos (dos hembras, tres varones).

    A los 13 años se unió al Partido Comunista, siguiendo los pasos de un padre que cuando no estaba preso lo andaban buscando por “conspirar contra la dictadura”, y una madre que cuando el papá caía tras las rejas lo relevaba en el sindicalismo.

    No fue la primera vez que pasó por la PGR. Empezó como asistente antes de graduarse de abogado en la Ucab en el año 78, mucho antes de egresar como politólogo de la UCV y del doctorado en derecho.

    A los 22 años ya era abogado jefe de la PGR, y como para optar por el siguiente cargo en la escalera necesitaba tener 30 años, decidió renunciar y abrir su propio escritorio con unos amigos de la universidad. El bufete se disolvió años después y quedó como Escarrá y Asociados, hoy comandado por su ex esposa, que lo ganó en el divorcio.

    En 1999 fue viceprocurador durante unos meses antes de entrar al TSJ. Dejó de ser magistrado en 2001, y aunque quiso repetir en 2004, no pudo, según él, porque ya estaba pensando en la AN y prefirió desistir.

    Como profesor era “muy puntual con sus compromisos académicos”, como lo describe su colega José Núñez con quien coincidió en las aulas de la Ucab. Aun así, los estudiantes lo llegaron a llamar “tumba birrete”, como el propio Escarrá confiesa, por ser “muy, muy exigente”.

    Su carácter tajante y sus exigencias de abogado lo llevaron a tener la responsabilidad de dirigir los casos más urgentes, 28 arbitrajes internacionales que habían caído en sus manos (entre ellos expropiaciones en pelea como la de Cemex) como el nuevo representante legal de la República, uno de los abogados favoritos de las filas rojas.


    Por: Diego Aznar
    Política | Opinión
    EL MUNDO




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