La Guardia Nacional y los cuerpos de seguridad del Estado pudieron penetrar en el área fortificada donde se acuartelan estas organizaciones paramilitares, sólo queda encomendarse a Dios y a la Fuerza Armada para ver si se produce el milagro de que alguien ponga orden en la zona y que el resto de los ciudadanos pacíficos pueda vivir y transitar por allí sin poner en peligro su vida.

Esta gente de La Piedrita no termina de entender, por su escasa formación política e ideológica y su alocado pragmatismo, que por el camino que van terminarán convirtiéndose en un peligro para la propia revolución que dicen defender y que desde el poder se van a hartar de sus desafíos a la ley y a la disciplina partidista, después de la exhibición pública de poderío que mostró el grupo en el 23 de Enero, donde ni siquiera las fuerzas policiales pueden actuar.

Tarde o temprano, terminarán por ser neutralizados o exterminados por la misma revolución que dicen defender cuando ésta necesite institucionalizarse y corte por lo sano con estos grupos anárquicos que escapan a las directrices del jefe. De esto hay numerosos ejemplos en casi todas y cada una de las revoluciones, ya sean en la Unión Soviética, en China, en Europa del Este y aquí cercanamente en Cuba.

De manera que sus días están contados, y las acciones públicas de quemar carros y automóviles de la gente de la zona y disparar a diestra y siniestra no le procuran simpatías en la revolución, sino que contribuyen a crear en el pueblo la sensación de que ya a Chávez no se le hace caso y que, de alguna manera, lo importante no son las casas y las becas que regala sino el poder de fuego de un reducido grupo de paramilitares que le falta el respeto en público.

Y como si fuera poco, inventan una caravana mortuoria hasta la sede de Globovisión, la televisora que ellos mismos han calificado de opositora. ¿Por qué no fueron a las televisoras del Gobierno si querían realmente motivar indignación y dolor? ¿No hubieran recibido allí más cobertura y provocado más solidaridad? Mostraron en Globovisión que sus víctimas, asesinadas por bandas rivales, no son más, con todo el respeto que se merecen, que muchachos mal entrenados, y que fueron ametrallados por sus adversarios por carecer de suficiente experiencia para detectar enemigos.

Pero más allá de los alardes y errores militares de los componentes de La Piedrita, lo fundamental es que cuando reaccionaron dieron muestra de una gran debilidad porque abusaron de la confianza de su entorno, que se supone los apoya, y le dieron publicidad a sus atacantes, que hasta ese momento eran unos solemnes desconocidos.

Nadie sabía de su existencia y mucho menos que tuvieran la osadía de golpear y causar muertes en la propia zona de La Piedrita. Ahora esos enemigos son una alternativa para quienes no quieren al colectivo. Lo que viene es guerra.