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    FREDDY LEPAGE: La enfermedad de Chávez como melodrama político

    Desde un helicóptero fueron arrojados miles de pétalos de rosas y flores..

    Aquí y ahora

     

    En algunos humanos la ambición de poder resulta un fin en sí mismo. Se convierte en una pulsión que se alimenta sin solución de continuidad.

    Y esto se ha visto patentado de manera ostensible a propósito de la enfermedad de Chávez, que, según sus propias palabras, no es cualquier cosa.

    A pesar de la opacidad y el secretismo con que se ha ventilado el tema, se puede inferir que es de mucha monta.

    La convalecencia, después de operado Chávez, en el mejor de los casos, lo mantendrá alejado por un tiempo de los exigentes y ajetreados escenarios de la campaña electoral.

    Hay que destacar que esta forma de manejar la información sobre la salud de un jefe de Gobierno sólo ocurre en los regímenes autoritarios de claro tinte comunista que, por lo general, son sistemas políticos cerrados, reluctantes a mantener informados (como debe ser) a los ciudadanos. Son asuntos considerados como secretos de Estado.

    Recientemente, el mundo se enteró de la repentina muerte del dictador de Corea del Norte, Kim Jong-il, sin que la eterna y férrea cúpula militar gobernante diera mayor información al respecto. Por lo general, este tipo de regímenes opresores, en los que el culto a la personalidad se convierte en religión obligada, realizan pomposas y exageradas honras fúnebres para despedir a quienes han sido sus líderes.

    Pero esto no solamente ha ocurrido en Corea del Norte, sino también en muchos otras partes del mundo donde han gobernado autócratas de toda especie y pelaje, bien sean de izquierda o de derecha.

    Ahora bien, Venezuela en este momento atraviesa por una situación muy especial y, por demás, complicada. Se trata, nada más y nada menos, que de la cirugía y posterior curación de la recurrente afección cancerosa del Presidente.

    En busca de su curación, Chávez ha recurrido ­por distintas razones­ a la medicina cubana en varias oportunidades. Incluso ha llegado a la exageración de mencionar a Fidel Castro como un gurú (o mejor dicho, como una especie de oráculo) conocedor de los intríngulis de una enfermedad tan mostrenca y peligrosa.

    Prácticamente, según sus palabras, fue Castro quien le dio el primer parte médico, con sabios consejos y reflexiones sobre el particular incluidos.

    La semana pasada todo el país vio de manera obligada, en cadena nacional, la nueva jornada épica que iba a emprender el líder máximo de la revolución bolivariana.

    Su recorrido en caravana hacia el aeropuerto de Maiquetía recordaba la entrada triunfal (o salida más bien) del algún héroe que por sus hazañas era vitoreado por su pueblo, con demostraciones de cariño y admiración.

    Es decir, que gracias a la campaña electoral Chávez convirtió una partida que debía ser penosa y discreta en todo un festejo. En un jolgorio, pues.

    Esto, a cualquiera que tenga dos dedos de frente, no puede dejar de sorprenderlo.

    Utilizar un padecimiento de esta clase para sacarle provecho político debe llamar a la reflexión sobre la personalidad de quien lo hace. No es algo normal. Entrar en trance de inmortalidad mesiánica (eso fue lo que percibí) refleja que el Presidente confunde sus deseos (trocados en delirios) de seguir gobernando ante una realidad muy distinta. Y peor aún es que se monte semejante melodrama.

    Amanecerá y veremos, como dice el dicho. Pero, por ahora, la vida del país debe continuar.

    No se puede detener. Sobre todo cuando más allá de cualquier circunstancia fortuita existe la real oportunidad de recobrar la tranquilidad, la paz y el progreso para las grandes mayorías nacionales.


    Por: FREDDY LEPAGE
    @freddyjlepage
    Política | Opinión
    EL NACIONAL


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