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    MILAGROS SOCORRO: El aludido Manuel Heinz Azpúrua

    “Las actividades conspirativas
    del llanero barines…”

     

    ­Heinz Azpúrua, que era jefe de la Disip, estuvo detrás de mí como cinco años. Y cada vez que terminaba el interrogatorio, me decía: “Puedes irte, Chávez, un día cometerás un pecadillo. Yo te agarro algún día”. Después del 4 de febrero, Heinz me dijo: “Lo felicito, Chávez, no pudimos detener esto”. “Es que no lo iban a detener, mi general –le dije yo– ni que me hubieran arrestado a mí o a Arias o al otro. Esto no lo paraba nadie”.

    Este es un fragmento de la cadena audiovisual que hizo el presidente Chávez el pasado 23 de febrero, antes de viajar a Cuba. Con la transcripción, pedí al general de división (Ej.) Manuel Heinz Azpúrua que comentara las afirmaciones del Presidente.

    ­Transcurridos veinte años –dijo el Gral. Heinz–, Chávez cuenta una historia diferente de lo que realmente fue su relación conmigo. En verdad, no estuve cinco años siguiéndolo (esta actividad hubiera correspondido al DIM) y la única vez que le interrogué informalmente no proferí esa amenaza cursi, que parece extraída de una novelita policial barata, ni mucho menos usé esa palabra, de muy poco uso en nuestra manera criolla de expresarnos: “pecadillo”.

    Tal como recuerda el aludido, la primera vez que tuvo conocimiento de la existencia de Chávez fue en octubre de 1986 (cuando Heinz era director de Inteligencia del Ejército) y se comprobó la actividad conspirativa del llanero, al frente de un pequeño grupo de oficiales subalternos en Guárico y Apure. En esa oportunidad, informado el presidente Lusinchi de la grave irregularidad, éste instruyó a la DIM, a cargo del almirante Rodríguez Citraro, para que realizara las investigaciones del caso. Tal como cuenta el general Heinz, Chávez fue removido del cargo de comandante del Escamoto Farfán, en Elorza, y destinado al de director de la Granja Militar Santa Rosa, en el Alto Apure, donde permaneció un año, hasta que en agosto de 1987 el comandante del Ejército, general Ítalo Alliegro, lo envió a San Juan de los Morros como ayudante del general Rodríguez Ochoa, funciones que ejerció hasta que en diciembre de 1989 se detectó una nueva conspiración, esta vez de mayores, para neutralizar al Cuerpo de Generales del Ejército en su reunión mensual.

    Por instrucciones del ministro de Defensa, general Filmo López, Chávez y los otros oficiales fueron convocados a una entrevista individual con el general Heinz, entonces inspector general del Ejército. “Hice preguntas –recuerda el aludido– pero no fue formalmente un interrogatorio”. En esta ocasión, Chávez fue pasado a auxiliar de Asuntos Civiles en la Brigada de Cazadores en Maturín. “En verdad, Chávez nunca fue sometido a una medida restrictiva de libertad antes del 4 de febrero de 1992, cuando fue detenido y confinado en la DIM”.

    Al preguntarle qué pasó después del 4 de febrero, cuando, según dijo Chávez, el general Heinz Azpúrua lo felicitó por el golpe de Estado, el aludido niega de manera tajante que haya formulado semejante expresión. Lo que en verdad ocurrió, según el entonces director de la Disip, en el encuentro de dos horas con Chávez, a lo largo del cual los dos hombres se fumaron una caja de cigarrillos, fue que Chávez mostró “repetidamente y con mucho énfasis, su gran admiración por Arturo Uslar Pietri. Para Chávez, Uslar podía ser el líder moral, intelectual y político que condujera las riendas del nuevo poder instalado”.

    A partir de ese encuentro con Chávez, el general Heinz Azpúrua asoció la veneración del golpista por Uslar con el protagonismo que el escritor había desplegado al frente de los llamados Notables, “la mayoría de cuyas exigencias al presidente Carlos Andrés Pérez fueron incorporadas al proyecto de decretos, coordinado por Kléber Ramírez y Douglas Bravo, entre otros, que emanarían de la Junta de Gobierno a ser instalada de haber tenido éxito la intentona golpista de febrero de 1992, cuyo probable jefe sería Uslar”.

    ­Mi firme sospecha –remata el general Heinz Azpúrua– se vio reforzada por el hecho de que, en la madrugada del 4 de febrero, el único equipo televisivo que se encontraba apostado frente al Palacio de Miraflores era el de RCTV, que captó las primeras imágenes del frustrado intento de toma del Palacio. ¿Casualidad? No lo creo.

    Además, fue en RCTV donde los sublevados difundieron el video, previamente grabado en un estudio propiedad de un hijo del “flaco” Prada Barazarte, entonces militante en el movimiento político de Douglas Bravo, Tercer Camino, por cierto, vinculado con los movimientos Bandera Roja de Gabriel Puerta y el Frente Patriótico de los Notables.


    Por: Milagros Socorro
    msocorro@el-nacional.com
    Politica | Opinión
    EL NACIONAL
    Domingo, marzo 11, 2012

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