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    MOISÉS NAÍM: ¿Cumbres? Las de antes



    Los incandescentes discursos
    pronunciados en la cumbre

     

    Dos cumbres: Yalta, 1945, y Cartagena de Indias, 2012. En la primera participan 3 jefes de Estado; en la segunda, 30. En la primera, Stalin, Churchill y Roosevelt decidieron cómo iban a dividirse el mundo. En la segunda, los líderes hablaron. Y no tomaron decisión alguna con consecuencias para la gente de las Américas. En cierto modo, esto es bueno. Ninguno de los presidentes en esta Cumbre, ni siquiera Barack Obama, concentra tanto poder como los 3 líderes reunidos en Yalta.

    Para darse cuenta de cuánto ha cambiado el mundo, basta leer esta poética nota oficial de los organizadores del encuentro de Cartagena: “El colibrí vuela rápido y llega muy lejos. Es, quizás, la única especie del reino animal que atraviesa el continente con una técnica impecable de vuelo…

    denominador común de los países del hemisferio, desde Alaska hasta la Patagonia. Por todo ello, la figura de un colibrí de alas multicolores fue elegida como el logosímbolo (sic) de la cumbre”. ¿Cuál habrá sido el “logosímbolo” de la Cumbre de Yalta?, me pregunté.

    Y sonreí al imaginarme la reacción de Stalin o Churchill al leer algo como esto. Sí; es un mundo distinto.

    Por otro lado, es justo reconocer que la agenda oficial de la Cumbre de las Américas fue muy prometedora. Los jefes de Estado hablaron de pobreza e inequidad, desastres naturales, tecnologías de la información, seguridad ciudadana y la integración física del continente. Todos son temas válidos. Pero hay dos detalles importantes. El primero es que para avanzar en estos asuntos no hace falta una cumbre. Hay mucho que los países pueden hacer por su cuenta; de hecho, algunos evidencian gran progreso. Pero no todos. Y los que siguen estancados no es a causa de sus vecinos.

    Los culpables del atraso son los mismos jefes de Estado que pronunciaron incandescentes discursos en la cumbre. El segundo detalle es que los temas que más atención atrajeron no fueron estos asuntos prioritarios, sino otros sobre los cuales nadie espera que pase mucho: drogas y Cuba.

    Sobre las drogas hay una buena noticia que ya ocurrió independientemente de la cumbre: 2012 pasará a la historia como el año en que se levantó la prohibición de pensar en alternativas a la política sobre drogas que ha impuesto Estados Unidos. Esto no quiere decir que se vaya a abandonar una estrategia que claramente ha fracasado. Pero sí que ahora está permitido explorar otras posibilidades; que esto haya ocurrido en Cartagena es una señal de progreso. Y luego está Cuba. Varios presidentes están furiosos porque Cuba no está invitada a participar en la Cumbre de las Américas. El hecho de que este foro sea sólo para países democráticos es, para ellos, un detalle irrelevante.

    ¿Qué tienen en común estos dos temas, las drogas y Cuba? Que ambos les permiten a los participantes en la cumbre desviar la atención de sus propias fallas y dirigir el reflector hacia Estados Unidos. ¿Para qué hablar de la represión en Cuba, la libertad de prensa en Ecuador, el populismo argentino o la militarización de Venezuela si podemos hablar de Estados Unidos? ¿Cuál hubiese podido ser una agenda con consecuencias concretas? Aquí están dos posibles puntos:

    1.- El desarme latinoamericano.

    Esta es la región más homicida del planeta. Sufre de más muertos por armas de fuego que zonas del mundo que están en guerra.

    ¿Por qué no usar la cumbre para que los presidentes de la región (después de denunciar a Estados Unidos por sus criminales exportaciones de armamento) promuevan un plan para reducir el número de armas que tan libremente circulan y que están diezmando a su gente, especialmente a los jóvenes? Podrían lanzar una ambiciosa iniciativa que organice y movilice a madres, sindicatos, empresas, universidades, medios de comunicación, artistas y la sociedad en general para hacer de Latinoamérica una región con menos armas. Ingenuo, lo sé. Pero quizás más ingenuo aún es seguir sin hacer nada al respecto.

    2.- Inmigración.

    No me refiero a la disfuncional política inmigratoria de Estados Unidos. Esa hay que reformarla. Pero, mientras eso sucede, ¿por qué los gobernantes de América Latina no hacen algo por mejorar la manera en la que sus países tratan a los trabajadores extranjeros de países vecinos? La inaceptable política de Estados Unidos hacia los indocumentados es un dechado de virtudes comparada con las crueldades y abusos a los que son sometidos los inmigrantes pobres dentro de América Latina.

    Estos son sólo dos temas. Hay más. Pero no serán discutidos en las cumbres porque implican mirar hacia dentro y revelarle al mundo cosas horribles. Por eso es mejor hablar de los hermanos Castro y de la marihuana.


    Por: MOISÉS NAÍM
    mnaim@elpais.es
    @MoisesNaim
    EL NACIONAL
    MARTES 17 DE ABRIL DE 2012





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