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    ÓSCAR LUCIEN: Morir en la red



    El rumor convertirdo en noticia

     

    1.

    La primera noticia de su muerte me la da una vecina a muy temprana hora. Llego de caminar en el parque y coincidimos en el pasillo del edificio. ¿Qué noticias tiene usted?, me pregunta en voz baja, en esa extraña intimidad del ascensor. Confinados en el espacio de un metro cuadrado su sigilo me sorprende. “No, no sé nada, vengo de hacer ejercicio”, le respondo cauteloso. Su mirada y el gesto que la acompaña me indican que piensa que le oculto algo. “El hombre murió anoche”, me lanza directo. Automatismos desarrollados en estos últimos años permiten rápidamente entender que cuando nos hablan del “hombre”, del “tipo”, de “Esteban de Jesús”, se están refiriendo al comediante presidente Chávez.

    Insisto en que nada sé al respecto, salvo haber oído que el presidente Chávez nos visitará a mediados de semana, por pocos días, e inmediatamente regresará a seguirnos gobernando desde La Habana. “Bueno, regresará con los pies hacia adelante porque falleció anoche”, me responde tajante.

    Como siempre, esta amable vecina, como muchos venezolanos, se entera de episodios cruciales por intermedio de una amiga que tiene una prima que trabaja en una peluquería donde se hace sus cuidados la esposa de un general.

    No es chanza; por regla general, la línea de transmisión de lo que ya podemos calificar de “rumor” tiene asiento en la butaca de una peluquería y unos tintes, en los lazos consanguíneos con alguna prima y en una fuente militar. Esta minicrónica doméstica concluye con la cordial despedida y con el compromiso de confirmar el rumor al que, lamentablemente para ella, no doy crédito.

    2.

    Me conecto a Internet y allí, ahora sí, me sorprendo, se suceden los tweets con la “información” que la amiga de una prima que trabaja en la peluquería donde va la esposa de un general le sopló a mi vecina: “El presidente Chávez habría muerto en La Habana”. Una ética y una disciplina estricta me protege para no retwitear ningún comentario que no provenga de alguna fuente creíble y calificada y, por el contrario, me pongo alerta para tratar de entender la naturaleza de determinado rumor. Calificamos de “rumor” un comentario que, en general, de manera oral pero ahora exponencialmente potenciado por las redes sociales, va pasando de persona a persona.

    Quien transmite un rumor supone que transmite un hecho cierto, aunque no dispone de ningún medio probatorio. Un rumor, hay que aclarar, no es necesariamente producto de una mentira o invención de una mente fantasiosa. De hecho, y particularmente en el caso venezolano, el rumor surge de la sistemática negativa del propio presidente Chávez y su gobierno a consignar un informe médico periódico y calificado que dé cuenta del estado real de su afección. En un comienzo se negó que el presidente Chávez padecía de cáncer. Luego, él mismo, vocero único sobre su estado de salud, reconoció estar enfermo. Meses después anunció que ya se había curado. Y apenas hace unas semanas, nuevamente, en una teledramática cadena, reconoció el resurgimiento de la enfermedad.

    Resulta evidente que sin información oportuna y creíble se abone el terreno a la especulación y, en ese sentido, el rumor se convierta en un cuestionamiento a la ausencia de información y a la censura impuesta por Chávez sobre un asunto del ámbito privado pero, igualmente, de altísimo interés público. Tan grave es el tema relativo a la enfermedad presidencial que está calificado, constitucionalmente, de “falta absoluta”.

    3.

    Escaldados como estamos, luego de haber estado expuestos a la obscena manipulación de la enfermedad presidencial, la dimensión política del rumor no puede dejarse de lado: el rumor puede ser utilizado, intencionalmente, para convertirse en noticia, como sospecho ha ocurrido en esta oportunidad.

    El Gobierno ha montado un apabullante dispositivo propagandístico, por algunos calificado como la “Misión Lástima”, que ha repercutido en buenos dividendos para la campaña del enfermo, el candidato reeleccionista del oficialismo. En consecuencia, la supuesta muerte del Presidente en la redes sociales opacó lo que en mi opinión era la noticia fundamental y trascendente de esta semana: no sólo por las graves acusaciones del magistrado rojo Aponte Aponte, sino por la repercusión en muchos de los casos objeto de manejos políticos. Cuatro días haciéndose eco de rumores sobre la muerte de Chávez me parece un gravísimo error político en la perspectiva de una contundente victoria de Henrique Capriles. La denuncia de Aponte pudo haber sido el “Efecto Atocha” (Madrid 2004) contra Chávez, en el marco del actual proceso electoral. Hay que estar muy cautelosos para no morir en la red del G2.


    Por: ÓSCAR LUCIEN
    @olucien
    Política | Opinión
    EL NACIONAL

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