“Las singularidades de la vida
son letanías al viento…”
Vivimos en una época en donde los valores se han trastocado tanto que ningún extravío causa mayor estupor. Asomarnos a cualquier hecho que nos traen las noticias es ver como la degradación humana trata de destruir las limpias obras de Dios, el maligno sabe utilizar las debilidades de los hombres para desde ahí presentar el caos que busca endilgarle a nuestro amantísimo Padre Celestial. Si las mentes no están espiritualmente adiestradas, seguramente caerán en las trampas de seducción que coloca Satanás a cada quien.
La denominada Semana Santa tiene poco de lo que le atribuye la determinante expresión. Son unos días en donde el protagonista de la misma es obviado de manera olímpica. Jesucristo es relegado a posiciones secundarias, el sacrificio de cruz que nos permite llegar al conocimiento de su amor, así como su plan de salvación y vida eterna no son reconocidos por una mayoría que honra esta conmemoración desde el fondo de un vaso con aguardiente. La gente delira por pulverizar kilómetros en la búsqueda de algún lugar en donde pueda disfrutar de hermosos escenarios de playa o montaña, así como la visita a familiares y amigos en otras regiones. Nadie puede criticar el hecho en sí, las personas tienen derecho a utilizar su tiempo en las actividades que les plazcan y que llenen su visión de vida. Lo lamentable es que no demos el verdadero lugar que debe ocupar Dios en nuestras vidas. Que su enorme inmolación de amor tenga menos interés que consumir como mandíbulas irrefrenables, gastando en superficialidades que terminarán olvidadas en el guardarropa.
La raíz de la Semana Santa tal como la concebimos es pagana. Su origen tiene que ver con adoraciones antiquísimas que la Iglesia adoptó al penetrar esos mundos, sin considerar que se pervertían las verdaderas enseñanzas doctrinales de Jesús. Paulatinamente se fueron sustituyendo los viejos fetichismos, por nuevas formas de creer que Dios. La tradición judía de la pascua en donde se buscaba fortalecer la fe no es lo que vive en estos días, la rutina y las tradiciones equivocadas son obstáculos de la verdadera fe.
El hombre al perder la conexión espiritual con el Creador optó por fundirlo en obra de manos de hombre, nació el ídolo como una especie de suplantación. Imaginémonos la gran magnificencia del autor de la vida reducido a iconografías. Dios es espíritu y no necesita de estar representado en figuras para ser nuestro padre celestial. ¿Cómo podemos representar a alguien al que no hemos visto debido a que es espíritu? Al hacerlo estamos dibujando el perfil que queremos nosotros o algún grupo interesado en presentarnos su versión de la historia. La conexión con Jehová está directamente vinculada a la oración y al estudio de su palabra. Sin estas variables es imposible llegar al conocimiento de la fe, sólo reconociendo a Cristo como salvador personal podemos ser salvos. Lo demás son criterios de hombres que a pesar de su conocimiento no pueden instruir la mente de Dios.
Respira profundo, sueña con las cosas más hermosas y sentirás que en tus momentos de mayor alegría y tristeza, Él te ha acompañado para hacerte entender que su hijo derramó la sangre en la cruz por ti. Que no importa la dificultad tú eres un vencedor por medio de aquel que te amó.
Por: ALEXANDER CAMBERO
alexandercambero@hotmail.com
twitter @alecambero
EL UNIVERSAL
miércoles 4 de abril de 2012
